Carta 4
Ni siquiera sé como empezar a decirle esto. Es algo terrible, y estoy segura que usted no lo aprobaría si se lo dijera de frente. Pero eso lo dejaremos para el final.
Antes que nada, quería darle las gracias. Usted ha sido, para mí, una de las pocas personas importantes que han pasado por mi vida. Sí, profesora Margaret, ha sido un gran apoyo en mi vida y de verdad se lo agradezco.
Recuerdo el primer día que llegué a la escuela. Usted era la persona designada como tutora para nuestro grupo, y desde ese mismo instante en que la vi, supe que había tenido una gran suerte.
Usted se dio cuenta de mis miedos, de mi excesiva timidez y de la fragilidad con la que estaba hecha. Y enseguida se acercó a mí. Me preguntó amablemente algunas cosas que le hacían falta para rellenar un formulario, y en vez de preguntármelo desde su lugar, para que le respondiera en voz alta como todos los demás alumnos, se acercó tiernamente a mí y se sentó a mi lado.
Se lo agradecí mucho, de verdad. En esos momentos solo tenía a la que creía mi amiga, Amelia, porque ninguna de las demás chicas se había acercado a mí para hablarme. Y he dicho a la que creía mi amiga, sí. Porque supongo que usted no sabe nada de lo que ocurrió. Y no lo sabe porque los malvados que me destrozaron la vida se cuidaron mucho de no ser descubiertos, y porque yo no tuve el valor de contárselo a nadie, ni siquiera a usted.
Pero ahora sí. Ya no tengo nada que perder, y la verdad es que necesito contarle a alguien todo el calvario por el que he pasado estos últimos meses.
Se que estará un poco confundida, profesora Margaret. Y la entiendo. No debe ser algo normal, que una de sus alumnas le esté escribiendo una carta donde le confiese el martirio de vida que pasado.
Porque esta es una carta de despedida. Mi destino se lo diré al final de ella, no se preocupe. Ahora solo necesito desahogarme, y necesito hacerlo con una persona a la que verdaderamente he querido y que nunca me ha fallado.
Usted y mis padres son los únicos seres que han cumplido con esos requisitos. A ellos también les he preparado una carta, fueron los primeros. Pero no les conté nada de mi calvario, no les mencioné a las personas que destrozaron la vida. Y no lo he hecho, porque cuando ya no esté con ellos, no quiero que sufran por saber más de lo debido.
Y, bueno, he decidido que sea usted la que se entere de todo. Lo hago porque de verdad la estimo mucho, porque siempre le he tenido mucha confianza y porque se que nunca me fallaría.
Bien, voy a comenzar a contarle el infierno que ha sido mi vida. Solo espero que no se asuste. Lo único que deseo, es que se de cuenta de la frivolidad de algunas personas, de lo bien que saben mentir, y del corazón tan vacío que pueden llegar a tener.
Usted siempre nos enseñó una frase muy importante: siempre hay que ir por el camino de la verdad.
Un camino, que para algunos se torció sin aviso...
Le hablaré de Amelia. Unos párrafos más arriba, le he comentado que la creía mi amiga. Y usted se preguntará por qué...
Ella era mi amiga, sí. Lo era. Desde un principio se portó muy bien conmigo, fue la única de todas las chicas del colegio que se acercó a mí y que me brindó su amistad. Una amistad que acepé con los brazos abiertos.
Eso usted lo sabía. Siempre nos veía juntas en el patio, en clases, en todos sitios. Y siempre me recordaba lo feliz que estaba de que hubiera hecho una amiga tan íntima, a la que le pudiese contar mis cosas sin la triste necesidad de guardármelas para mí misma.
Y eso fue lo que hice. Lo conté toda mi vida, literalmente, a Amelia. La consideraba tan íntima, que la trataba como a la hermana que nunca tuve. Era muy feliz. Ese fue uno de los tiempos más armoniosos que había pasado en mi vida. Pasaba casi todo el tiempo con ella, le contaba todas las cosas que había hecho durante el día, durante la noche, y todas las calamidades que había vivido antes de llegara este lugar.
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Corazón Destrozado
Teen FictionUna chica con el corazón destrozado que trata de suicidarse...