introducción

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Madrid, noviembre de 1788

- Déjame que la vea una vez más, Rafaela. Qué guapa es mi niña, por favor, no te la lleves. Y descuida, estoy perfectamente. ademas, el doctor bonells ha dicho que puedo tenerla un poco más conmigo. María de la Luz, ése será su nombre, el que mejor le va. ¿pero has visto qué ojos? parecen dos esmeraldas. Aunque será mejor que avisemos cuanto antes al padre alfonso para que le eche las aguas bautismales. Llega el verano y uno nunca sabe con estos calores, acuérdate de lo que pasó cuando yo nací.

la madre se incorpora con dificultad y se separa con los dedos aún débiles los encajes del embozo de la criatura para cubrirla de besos.

 -¿Dónde está el señor duque?¿le has dicho que ha llegado ya la niña?

Rafaela Velázquez la mira, pero no contesta.¿Cuántos años hace que se conocen? No debía ser mucho mayor que María de la Luz cuando la pusieron por primera vez en sus brazos y, desde entonces, siempre juntas. ¿Quién sino ella la consoló cuando estaba triste, rió de sus alegrías o riñó cuando no había más remedio?¿Quién la vistió para su primer baile y le puso la mantilla el día de su boda? Nadie conoce a María del Pilar Teresa Cayetana de silva  y Álvarez de Toledo decimotercera duquesa de Alba, como Rafaela. Tena, así la llama desde pequeña por que siempre ha sido devota de san Cayetano y ella se deja, como le consiente todo lo demás por que es para ella como una madre. A la otra , la de verdad, también la adoraba, pero María del pilar Ana estuvo siempre demasiado ocupada. Con sus fiestas, sus admiradores, sus recitales de poesía o, sino con sus reuniones en la Real Academia de San Fernando, de la que llegó a ser la directora honoraria. Una auténtica femme suave , opinaba la gente, una digna hija del Siglo de las Luces, de esas que hablan de Newton, se admiran con Buffon y citan a Voltaire  de memoria. Tonterías. Para Rafaela, Maria del pilar de Silva-Bazán y Sarmiento no había sido más que una de las tantas mujeres que viven para gustar a los hombres y hacen cualquier cosa para lograrlo, incluso fingir saber lo que se lleva. Tres veces se casó y tres veces se enviudó antes de dejar este mundo con poco más de cuarenta años << pero al menos tuvo mas suerte con los maridos de su hija>>, cavila Rafaela. A Tana, en cambio, la casaron siendo niña con José, uno de sus primos, para que el apellido familiar Álvarez de Toledo. Trece y diecisiete años tenían entonces, pero ni la sangre que compaten ni los tres lustros de convivencia han conseguido unirlos. Él adora a Haydn, ella los fandagos, él es devoto de los ensayos de Rousseau, ella de los sainetes de don Ramón de la Cruz, a él le gusta el pianoforte y a ella las verónicas de Pepe-Hillo. Ni siquiera para tener un hijo se habían puesto de acuerdo. Hasta que empezó a ser demasiado tarde.

-¿Rafaela? Rafaela, mujer, que se te ha ido al cielo el santo. ¿Has oído lo que acabo de decirte?

Llama José 

El ama se mueve despacio. No porque se lo impidan sus sesenta y muchos años, sino porque no sabe qué demonios le van a decir al duque de Alba consorte. Habría sido preferible que estuviera ausente cuando llegó la criatura. En la corte de Aranjuez, por ejemplo, como tantas otras veces, con esos afrancesados amigos suyos con los que comparte peluca empolvada y rapé. Sin embargo en cuanto lo supo que su mujer guardaba cama, canceló sus citas. Tana siempre ha estado delicada de salud <<Ya desde que nació apuntaba modales>> regonza Rafaela. El agua del socorro tuvieron que darle nada más nacer de tan poquita cosa que era.

Después vinieron aquellas fiebres que tuvo con siete años y el mal del riñón con nueve, eso por no mencionar varias caídas de caballos como la que se produjo, según diagnostico del doctor Bonells, una seria desviación de columna. De aquellos polvos estos lodos, y desde entonces sufre crueles dolores de cabeza que la dejan postrada durante días. Y la jaqueca tuvo que coincidir justo ahora con la llegada de la criatura, que fatalidad.

La hija de cayetanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora