FAN FIC DE LOS JUEGOS DEL HAMBRE
Capítulo 1
Me despierto sobresaltado y bañado en sudor en mitad de la noche. Sólo ha sido un sueño, trato de repetirme a mi mismo, una de esas horribles pesadillas, las cuales cada vez se repiten con más frecuencia. Pero esta vez no recuerdo nada de su contenido, solo me ha dejado con esa horrorosa sensación. Algo es algo.
Me recuesto y trato de poner en orden mis pensamientos, utilizando esa técnica que ella usaba; su terapia personal: me llamo Peeta Mellark, tengo 18 años y vivo en el Distrito 12. He vuelto a él tras la guerra que culminó con la caída del Capitolio, hace ya unos meses. Snow me secuestró, torturó y lavó el cerebro haciéndome creer que las personas a las que amaba eran asesinos, pero eso ya pasó. La gente dice que me estoy curando, aunque yo no estoy muy seguro de ello.
Ahora, y como la mayoría de los que quedamos, invierto mi tiempo en reconstruir mi distrito; cada mañana horneo pan y lo vendo en un pequeño puesto provisional, además, he adquirido las escrituras de la panadería y trabajo duro, junto con mis ayudantes, haciéndola surgir de entre las cenizas. El dinero ahora me es abundante, pero, obviamente, ya no existen las subvenciones que el Capitolio otorgaba a los Vencedores, así que esta es una buena manera de ganarme la vida de ahora en adelante, pero la principal razón por la que hago esto es porque me mantiene ocupado. Por las noches llego a casa demasiado cansado como para pensar… pensar en todo lo que he perdido: a mis padres, mis hermanos, la mayoría de mis amigos… a ella. Sí, a ella, a Katniss, siento que la he perdido para siempre, y ahora me he quedado completamente solo… noto las lágrimas a punto de desbordarse de mis ojos. Fin de la terapia.
Voy al baño a lavarme la cara para despejarme un poco y me cuesta creer que lo que veo en el espejo del lavabo sea mi propio reflejo: el pelo cae ahora en unos cuantos mechones desordenados sobre la frente, una barba de un par de días que me hace aparentar veintipocos… además he ganado algo de peso, el cual trato de convertirlo en músculo, pero lo más alarmante son mis ojos; conservan su tono azul, y, aunque ahora algo vidriosos, han perdido su calidez y brillo natural, además, ahora están sombrados por dos franjas violáceas que denotan mi falta de sueño y mis pesadillas.
Bajo las escaleras y rescato del botiquín unas pastillas que me dio el Doctor Aurelius “para esas noches duras”, deduzco que lo que querría decir era algo como: “para aquellas en las que vivir resultase tan difícil que no puedas conseguir algo de paz ni durmiendo”. Bien, creo que hoy es una de “esas” noches.
Subo de nuevo a la habitación y me meto bajo las sábanas pensando en lo prescindible de mi presencia ahora aquí. Más de una vez he comentado a Haymitch la idea de mudarme a otro Distrito y dedicarme a labores humanitarias, o lo que sea, ya que este me trae demasiados malos recuerdos, pero no me lo permite, dicen que sería contraproducente para mi salud mental.
Y de nuevo, sin poder evitarlo, pienso en Katniss. Sé lo deprimida que está por lo de Prim, y, durante semanas, tras el funeral que improvisamos para la pequeña, me dediqué en cuerpo y alma a la madre y a la hija, aunque sabía de sobra que no era correspondido, por parte de esta última. Todos los días horneaba pan para ellas, pero, poco a poco me daba cuenta de que las reacciones de Katniss al verme eran más hostiles cada vez, hasta que un día explotó toda su ira contra mí, echándome de su casa y prohibiéndome la entrada para siempre, todo ello seguido de una retahíla de insultos y de cosas estrellándose contra el suelo.
Entonces fue cuando me rompí por dentro. Llegué a casa, me metí en la cama y no salí de ella durante días, hasta que Haymitch consiguió sacarme de ella a empujones.
Desde entonces, y ya ha pasado un mes, no he vuelto a saber de ella, y por supuesto no he pisado su casa. Sería demasiado doloroso un recibimiento similar a su última despedida, no podría soportarlo, así que me conformo con mirar su casa desde mi ventana, y observar el leve humo que de vez en cuando sale de su chimenea. Me consuela saber que su madre se ocupa de ella, es sorprendente que no se haya derrumbado, como ocurrió con la muerte de su marido. Estoy seguro de que Katniss la necesita más que nunca.
En cuanto a mí, no se si mis sentimientos por ella han renacido o sólo han despertado los que ya estaban, lo único que se es que son más intensos que nunca, han sabido sobreponerse a mi locura, y ahora puedo afirmar claramente que la quiero con toda mi alma, estoy tan arrepentido por las veces en las que la odié…
Pero ahora es ella la que me odia a mí, el rencor y la ira que noto en su mirada me desgarra por dentro. Ahora que ella no está, y que yo tampoco porque no me deja, me siento más vacío que nunca. Estoy destrozado. Y con ese último pensamiento las pastillas hacen su efecto y me sumo en un profundo sueño sin pesadillas.