3. Es hora de cambiar de página

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Aún lo veía todo como un sueño, aunque sabía por experiencia que nunca podría soñar algo tan maravilloso como lo que le estaba pasando. Si no era un mundo de fantasía, entonces debía ser la realidad.

Al principio, aquello lo había aterrado como hacía mucho nada lo había hecho. Miedo porque en cualquier momento todo podría escaparse de sus manos como agua entre sus dedos. Temía que, si eso pasara, solo había dos opciones: recordar u olvidar. Ninguno le parecía mejor que el otro.

No obstante, conforme pasaban los días, aquel sentimiento negativo se fue disipando de su corazón, despertando sentimientos que nunca creyó posibles.

El causante de todo ello no había sido ni más ni menos que un príncipe, Cadis. Douglas no podía hacer más que sonreír ante el mero pensamiento de su nombre, algo en su pecho se removía cada vez que pensaba en el otro elemental.

Ninguno había vivido años particularmente felices. Cadis necesitaba a alguien que escuchara cómo se sentía, que compartiera por auténtico interés más que por el deber de un sirviente. Por su lado, Douglas había añorado por siglos alguien que no rehuyera en su presencia, de su ser, de su elemento.

Desde el primer día, comenzaron a necesitarse como nosotros al oxígeno, como las plantas al agua y al sol, como un infante necesita a su madre. Su amor no se enfrascaba en la clásica necesidad entre sus cuerpos, entre la superficial atracción sexual o la noble admiración por las cualidades del otro. No. Lo que ellos sentían había trascendido a un punto en que ya no podían vivir el uno sin el otro, llevándolos a desafiar leyes y reglas con tal de permanecer el uno con el otro.

Su amor lo era todo. Tenía la chispa y la química de dos amantes jóvenes, con la madurez de una pareja que estaba pensando en casarse, sentar cabeza, con uno de ellos preparándose para liderar a toda una población. Entre ellos existía la libertad y confianza para llorar las penas, reír por los buenos momentos, celebrar por los logros. No había nada que no conocieran del otro, incluso la escencia elemental del contrario, aquello que a ambos afligía tanto, no era ya una carga.

Douglas tenía tanto que agradecerle a Cadis, le había rescatado de una interminable tiniebla. Sabía que el príncipe estaba feliz con él, con el estilo de vida que llevaban en la universidad, rompiendo tabúes entre profesor y estudiante en secreto dentro de sus habitaciones, eso no importaba para dos seres que por fin habían encontrado un sitio a donde pertenecer.

Sin embargo, Douglas sabía que no pertenecían a ese sitio.

Lo había meditado por semanas enteras, incluso a veces evitando a su pareja por un par de horas donde decía que estaba ocupado cuando en realidad no lo estaba. Sabía que Cadis comenzaba a intuir algo raro en él, pero se había encargado de volverle a hacer sentir seguro de sus sentimientos. No obstante, seguía sin ser el sitio al cual ninguno pertenecía, y pronto sería el momento en que tendría que decirle.

Trató de actuar con la mayor naturalidad posible. Un sábado por la mañana despertaron en la habitación del mayor, quien sabía que sería la última vez que despertarían juntos ahí. Por la tarde llevó a Cadis a comer a su sitio de comida rápida preferidad, quizás sería la última vez que ambos visitaran el sitio juntos. Caminaron juntos por los jardines en donde el príncipe le regaló aquellas rosas blancas, el mero recuerdo le removió el corazón. Se tomaron de las manos casi todo el tiempo que caminaron, a veces en cómodo silencio, a veces comentando algo que veían. Douglas sabía... que aquella sería la última vez de muchas cosas.

Un cierre era necesario para comenzar un nuevo capítulo.

-Vamos por aquí, no quiero regresar tan pronto -Sonrió mientras le llevaba por otra calle, desviandose del camino hacia el campus. Tenía que hacer de aquella tarde la más especial para ambos. Estaba nervioso. ¿Cómo se lo tomaría el menor? ¿Aceptaría su decisión de que era hora de dar por finalizadas ciertas cosas...?

Su corazón latía con fuerza, casi seguro de que el otro podía escucharlo. Llegaron a una calle secundaria, con árboles decorando aquí y allá. En frente había un pequeño parque, al cual cruzó y se sentó con Cadis en unas bancas. Era ahora o nunca.

-Cadis, sabes que has traído a mi vida todo lo que nunca soñé tener, ¿no es así? -No le veía directamente, sino justo a la calle de frente- Y... somos felices tal y como están las cosas.

Douglas tomó su mano sin mirar, acariciando el anillo que indicaban su compromiso- Pero no podemos seguir así, debemos... tomar un camino diferente.

-Lo que hemos vivido hasta hoy debe acabar, aquí y ahora.

Se negaba a mirar a Cadis, temeroso de su reacción. Con su mano libre hurgó en su bolsillo, y lo que sacó de ahí lo mantuvo escondido en su puño. Solo entonces fue que posó su mirada en Cadis.

-Hay algo que tengo que darte. Algo que te pertenece.

La mano que sostenía la del menor forzó suavemente esta para que la abriera y depositó en ella una llave. El número concordaba perfectamente con el de la casa que daba justo en frente de donde estaban sentados- ¿Quieres vivir conmigo?

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⏰ Last updated: Jan 05, 2017 ⏰

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