¡ Bienvenido, Yuri !

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- Vamos, vamos ... ¡ VAMOS! - le grité a la máquina de bebidas en mitad de la estación de metro, cambiando el peso del cuerpo de una pierna a otra en un inútil intento de no morir congelado. Me gané un par de miradas socarronas de un grupo de adolescentes que pasaban por allí a las que mi sufrimiento parecía hacerles bastante gracia.

El vaso de plástico descendió y repiqueteó contra el soporte y un chorro de café cayó de la máquina. Estaba caliente y desprendía vaho en la fría mañana de febrero en Moscú. Lo cogí con ansías y bebí la mitad del contenido de una vez, sin que me importase que estuviera abrasando .

- Exagerado - dijo Víctor con una sonrisita a mi lado - No es para tanto ...

Giró la cabeza para añadir algo más, pero algo en las cinco capas que llevaba y mi cara roja asomando entre el gorro y la bufanda hizo que cambiase de idea.

- ¿ Qu- queda mucho para tu - tu casa?- pregunté mientras mis dientes castañeteaban al ritmo de un chachachá.

- Solo dos calles desde la parada del metro. Ven, tengo ganas de que veas tu nueva casa - contestó cogiéndome la mano con entusiasmo y conduciéndome hacia la calle a través de grupos de personas abrigadas hasta las cejas que, apresurados, corrían para coger el metro.

El día estaba encapotado y, el cielo, carente de color, prometía lluvias. Por las calles corría un viento helado que se te metía en los huesos haciéndote temblar cual flan y doblando de tal manera los árboles sin hojas de la calle que parecía que se iban a romper en cualquier momento . Las personas, acostumbradas a este frío se resguardaban en sus casas y, si debían salir, caminaban a buen paso para llegar lo antes posible a su destino.

Pasamos por delante de varios establecimientos con escaparates que invitaban a entrar, pero todos los rótulos estaban en cirílico, así que bien podía tratarse de una peluquería o una clínica veterinaria, que yo no me iba a enterar.

Doblamos una esquina llegando a un gran bloque de pisos de ladrillo color teja, que, de tan alto que era, parecía que quería hacerle cosquillas al cielo para que soltase una sonrisa en forma de rayo de sol. Cruzamos la verja de hierro negro que flanqueba el edificio y nos acercamos a la puerta de cristal que daba al recibidor .

Por el rabillo del ojo me di cuenta de que Victor tenía una sonrisita bailando por sus labios y no pude evitar el impulso a pasarle el brazo por los hombros. El pequeño gesto le pilló con la guardia baja, pero no tardó en responder regalándome una de esas sonrisas suyas que tanto me gustaban y acercándome a su cuerpo colocando la mano en mi cintura.

Su tacto me hacía sentir pequeñas chispas eléctricas que llegaban a todo mi cuerpo, haciendo que me encontrase más despierto que nunca. Sin separarnos cruzamos el amplio recibidor y cogimos el ascensor hasta el séptimo piso.

- ¿ Listo para entrar? - me preguntó.

- Solo si tú lo estás.

Victor sacó la llave del piso y la metió en la cerradura, sin decantarse a abrir, haciendo una pausa dramática para picarme. Sus ojos estaban clavados en mí con una expresión de picardía, esperando a que yo respondiese.

- ¡Mira que eres un caso!- dije colocando mi mano sobre la suya, vencido por la impaciencia.

- Lo sé, pero sabes que te encanta - contestó guiñándome el ojo.

- Presuntuoso - añadí con una risa.

Devolvimos nuestra atención a nuestras manos, que descansaban juntas sobre la llave y la giramos a la vez. La puerta se abrió para dentro, dejando ver un gran salón pintado en azul hielo, con las paredes cubiertas casi por completo por altas estanterías a rebosar de libros y fotos enmarcadas. En el centro había un sofá gris delante de la televisión y entre los dos una mesita de café hecha de cristal. Todo estaba bastante recogido y tenía un tenue olor a limpio, que dotaba a la habitación de un aire acogedor .

¡ Bienvenido, Yuri! #AwardsOnIceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora