Prólogo

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— Mírame —dijo el hombre, algo agitado—. Estaremos bien, sólo... Sólo tenemos que encontrar la manera de escapar.

La mujer de cabellos rubios dejó caer un par de lágrimas, pensando en que ese tal vez sería su fin. No habló, sólo lo miró.

—Alisha, tienes que prometerme que...

—No lo digas —interrumpió, su voz estaba a punto de quebrarse.

—Sí, prométeme que estarás bien.

La respingada nariz de la mujer se arrugó un poco, sus ojos estaban a punto de desatar una tormenta que duraría días, pero nuevamente, se quedó callada.
Se sentía asustada, pero también aliviada, porque al fin sería libre. Había tomado la decisión de dejarse ir hace unos días, pero pensó que era egoísta de su parte, aunque también era egoísta aquél hombre por querer salvarla a ella.
Estaban escondidos tras unos grandes arbustos, aquel lugar parecía casi desierto, unas cuántas aves pasaron por allí. Sus respiraciones se mezclaban, sus manos se apretaban fuerte.

—Nik... —dijo Alisha en un susurro—. Tú sabes lo que pasará, y es inevitable. Sabíamos que tarde o temprano...

—¡Basta ya! —interrumpió—. Te amo, y no te perderé

Ella lo miró, y apretó sus labios contra los suyos. Apoyó su frente con la de aquél hombre, y susurró un "lo siento" que casi ni ella pudo escuchar.
Se escucharon explosiones a unos pocos metros, dejándolos sordos. También oyeron gritos, y pasos apresurados detrás de ellos. La mujer arrancó con fuerza un talismán de su cuello, y rápidamente lo rodeo sobre el cuello del hombre.
Ella le sonrió por última vez, por dentro no quería hacerlo, pero sabía que era lo correcto, para él y para el de todos. Sintió que un escalofrío recorrió su espalda.

—¿Alisha? ¿Que estás haciendo? —preguntó, incapaz de oír sus palabras por causa de la sordera.

Ella sólo lo miró y le dedicó una sonrisa a medias. Todo se volvió oscuro para ella en ese instante. Sintió dolor al principio, pero fue suficiente para acabar con el dolor eterno.

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