Prólogo

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- Están pervirtiendo a los humanos, manipulándolos para que se destruyan entre ellos, destruyan sus naciones, incluso a la tierra misma. ¡Esto es inaceptable! - dijo Skylar, mientras caminaba furiosa de un lado al otro.

Los Arcángeles estaban reunidos en el Templo, debatiendo acerca de una posible extinción de la raza humana, tal como la conocemos hoy.

- ¿Que sugieres? - dijo Zahr mientras se tocaba la frente.

Zahr era un Tronos, en esa reunión, era el ángel de mayor jerarquía y quien tomaba las decisiones finales. Los tronos están relacionados con las acciones de los hombres, llevan un registro de sus acciones y además, son los constructores del orden universal.

- Voy a bajar a la tierra y convencerlos de que hagan buenas acciones, sólo así podrán pasar por el purgatorio y volver al cielo donde pertenecen.

- Los Ángeles caídos son seres rebeldes y sin compasión, llenos de ambición y avaricia, creyéndose los dueños de todo. Es por eso que están en ese lugar ahora mismo, es el que merecen - replicó Haziel

- ¡Merecen el infierno no la tierra! No donde la humanidad aún puede ser salvada, ellos van a encargarse de terminar de destrozarla - chilló Skylar una vez más - pero aun así creo que estamos a tiempo de hacerlos recapacitar.

- ¿Recapacitar? ¡Ellos mismos cavaron su propia fosa! ¿Y qué importa la humanidad? Ellos ya están destruidos desde hace mucho tiempo, no merecen ser salvados, no merecen el paraíso que tienen, no merecen absolutamente nada de lo que disponen en la tierra. Son seres desgraciados que vagan por años hasta que se les va la vida en ello, engendran sus crías y así sigue la cadena, una que jamás va a cortarse por ellos mismos. Porque son lo suficientemente egoístas y desagradecidos como para conservarlo en buen estado, no pueden cuidar ni su maldito planeta.

- ¡YA BASTA CRYSTAL! Te prohíbo volver a mencionar esa palabra aquí o yo mismo te enviaré al infierno para que sepas el verdadero significado de la palabra - Zahr señaló a Crystal y la miró con los ojos entornados. Si eso no fuese el cielo, podría decirse que su mirada ardía en llamas. Ella se encogió en su lugar y no volvió a emitir opinión alguna en lo que restaba de reunión - Skylar, apoyo lo que dices, pero es muy arriesgado. Cuando un arcángel baja a la tierra, jamás vuelve de la misma manera, incluso tus alas pueden deteriorarse en tu estadía.

- No me importa, debo intentarlo de todos modos. ¿Alguien tiene una idea mejor? - Skylar repasó con la mirada a cada ángel que se encontraba en el lugar y al no obtener respuesta prosiguió - Asumo que eso es un no, así que no se hable más. Voy a ir.

Skylar era uno de los pocos Arcángeles que se animaba a enfrentar a sus jerarcas, era muy obstinada y en ciertos casos rebelde. Algunos no entendían como había llegado a ser un ángel siquiera, pero su poder de decisión y su carácter lo fundamentaban. Además era muy leal e inteligente, evaluaba cada una de sus palabras y sus pensamientos antes de decirlos, y por eso también era una de las favoritas. Por esa razón también, muchos ángeles habían querido ser como ella y quitarla del camino, y ahora mismo se encontraban en la tierra, causando desastres. En parte, Skylar sentía que era su culpa y por ello había decidido remediarlo.

- De acuerdo - cedió finalmente Zahr - pero no iras sola, es demasiado peligroso. Haziel, Crystal y Aaron te acompañaran, pero debo darles ciertas advertencias y consejos antes de partir - algunos chillaron de felicidad, otros, como Crystal, estaban furiosos, ella por ser elegida y los demás por no serlo.

No era una novedad que los ángeles fueran curiosos, todos querían conocer la famosa tierra, sin haber sido desterrados antes claro. Vagar por la tierra como un ángel caído solo traía desgracia a tu vida, estabas resignado a vivir entre las sombras eternamente. Pero siendo un ángel, eran como una especie de vacaciones, obviamente no lo eran y si bajabas solo era por alguna razón en especial y porque tenías un propósito que cumplir.

- Te oímos - apuntó Aaron.

- Los ángeles caídos pueden reconocerlos por su olor, y si lo hacen no van a aceptar su ayuda. Por nada del mundo dejen que vean sus alas, actúen como personas normales. Esta poción - sacó de un estante un frasco color carmín y lo puso sobre la mesa - les ayudará a ocultarse, con esto nadie podrá detectarlos. Tienen que aprender a dominar sus habilidades, no hagan abuso de sus poderes, al menos no delante de alguien más y no para el mal. No pueden dañar a nadie ni obligarlos si no quieren su ayuda, simplemente se retiran e intentan con otra cosa luego.

- Ellos son demasiados y nosotros muy pocos, ¿cómo se supone que los encontraremos a todos o cuando sabremos que es el último? - refutó Haziel

- Lo sabremos - intervino Skylar - ¿Nos otorgará más ángeles para que nos ayuden?

- Desde luego, pero con una condición. Envíenme un ángel de vuelta, uno que esté realmente arrepentido y que quiera exonerarse de todo pecado que haya infligido en la tierra. Esa será su prueba, si pasa por el purgatorio y vuelve a ingresar al cielo, les enviaré todos los que necesiten. Pero si fallan, todos volverán y la tierra será destruida. Skylar, ésta es tu guerra. Tú quisiste salvar el mundo de ser destruido, pruébame que aún es digno de nuestra misericordia y ayudaremos también a los humanos.

- Lo haré, no voy a defraudarlos.

- Una última advertencia, los ángeles caídos serán su blanco pero tengan cuidado, si tanto daño están causando, deben haber encontrado ayuda en los demonios del infierno. Nunca los han visto pero sé que podrán reconocerlos, sus auras los delataran - todos asintieron y se levantaron de sus lugares listos para partir - Muy bien ángeles, que comience la revolución.

        

La caída del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora