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Y entonces lo entendí todo. Porque tu mente fría lo resolvía todo de la misma manera, como un maldito puzzle o como una compleja adivinanza. Y yo no era nada más ni nada menos que una pieza más de tu estúpido rompecabezas. Y la solución del acertijo era simple, sacar la pieza que sobraba... Y, sí, esa pieza era yo.

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