prólogo.

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María es una pequeña niña de seis años que tenía unos sueños muy peculiares. Podríamos reemplazar "sueño peculiar" por un "objetivo peculiar" pues este encajaba mejor. La pequeña estaba decidida a conseguir sus metas en algún momento. Mamá y papá podían ayudar, por eso decide contarle todos sus planes a sus padres de forma directa, sencilla y decidida.

Lo cierto fue que ellos no lo tomaron muy bien, es más, sin decir una sola palabra a su pequeña hija, se alejaron negando y hablando entre ellos. Expresaron con una sola mirada, en completo silencio, lo que pensaban de aquello.

Aún así, luego de un tiempo de charla privada se decidieron a ayudarla a cumplir sus objetivos o eso le dijeron cuando preguntó. ¿No es fantástico?

Llegó el tan esperado día, María estaba emocionada. A pesar de no saber hacia donde la llevarían le hacía mucha ilusión esta sorpresa, así que no podía rechistar. Iba en el asiento trasero del vehículo de su familia, moviendo suavemente sus piecitos al compás de la música de la radio local. The Beatles resonaban por los parlantes. Papá acompañaba a María en su canto angelical, junto a una sonrisa que se ensancha a cada segundo. Este era el mejor día de su vida.

Miraba por la ventanilla como el vehículo avanzaba suavemente por las calles. 1963 se distinguía en los anuncios. Las jóvenes caminaban en sus vestidos, hablando y riendo. María sólo inclinaba su cabeza hacia la ventana buscando leer cada letrero que se le cruzaba, ya que, su pasatiempo favorito era leer, pasaba días enteros leyendo.

A María no le interesaba lo que a las demás chicas les volvía loca.

Preguntaba de vez en cuando cuanto faltaba para llegar a aquel misterioso lugar, sus padres la miraban compasiva y respondían con una sonrisa forzada un "pronto cariño" que inquietaba enormemente a la pequeña.

El auto se detuvo y María observó aquel grisáceo edificio con temor y respeto, miró a sus padres buscando una explicación.

"Aquí es donde te quedarás un tiempo mi bebé, es por tu bien. Recuerda que te queremos demasiado." Respondió mamá abriendo la puerta de atrás.

Se lanzó fuera del auto hacia los brazos de su mamá. Susurró un constante "Te quiero, no me dejes aquí mucho tiempo. No me olvides por favor."

Soltó otras tantas lágrimas y papá se unió a aquel abrazo. Como todo momento feliz acaba, ellos se separaron y, dando pequeños empujones a la pequeña, la invitaron a ingresar a aquél intimidante lugar.

Vió triste como entraban nuevamente al auto y la dejaban allí, diciendo adiós con la mano y sonriendo hacia la pequeña. María les sonrío de vuelta mostrando sus pequeños dientes antes de secar todo rastro de lágrimas con su mano derecha.

Con pequeños pasos avanzó hasta posarse frente a la puerta que se encontraba levemente abierta. María no tenía miedo, era fuerte y no podía temer a algo así.

"Soy una niña poderosa y lo demostraré cada vez que sea necesario. Ahora es el momento, mi corazón lo dice." susurró antes de abrir la puerta y cerrarla rápidamente, uniendo sus párpados fuertemente al estar ya dentro.

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