uno.

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Paredes frías, un escalofrío corrió por mi espalda. Mis ojos estaban abiertos más de lo normal, comenzaba a arrepentirme de haber confesado esto a mis padres.

Una luz parpadeante estaba al fondo del pasillo, otorgándole un aspecto lúgubre al lugar. Cerré los ojos antes de avanzar, no podía ser tan cobarde.

—Hey.—escuché que me llamaban. Giré en todas direcciones buscando aquella voz desconocida.

—Acá.—volvió a decir, aún así no lograba encontrar su ubicación.

—Pfff.—escuché quejarse.

De una pared sombría y contigua a la que estaba apoyada con mi temblorosa mano salió una pequeña niña con lentes, sonrisa apagada y ojos deslumbrantes. Di un saltito antes de ver como se acercaba preocupada enseñándome que no era de temer.

—¡No te asustes!—dijo—Soy Melo, llevo aquí, básicamente—hizo una pausar para contar con sus dedos.—¡TODA MI VIDA!—soltó un grito que me desconcertó, retrocedí de pronto asustada. Que chica más rara.

Hubo un momento de silencio, analicé sus acciones, ¿dónde me habían traído?

—¿No dirás nada? ¿acaso eres muda?—preguntó riendo.

Hice una mueca de disgusto. "Esperaba que tú hablaras" pensé.

—Soy María.—dije seca.

—¿María a secas?—preguntó.

—¿Melo a secas?—me atreví a decir con una ceja alzada.

—Moreno.—contestó con una sonrisa alzada.

—¿Eh?—pregunté sin entender.

—Moreno, Moreno es mi apellido.

—Que ironía, eres el antónimo a moreno—dije burlona.—Dime Cadepe si quieres, no me gusta revelar mi verdadera identidad.—solté orgullosa.

—¿Y eso?—inquirió.

—Me gusta ser misteriosa.—respondí sin más, caminando segura hacia la derecha.

Había dado 15 pasos cuando sentí su voz.

—María.—la oí decir.

Giré mi dorso y levanté mis hombros en señal de proseguir a su pregunta.

—Estas yendo hacia el sótano, créeme que no querrás estar allí.—dijo tranquila—Ven conmigo, eres mi compañera de habitación, vine para guiarte y hacerte un recorrido por las instalaciones—dijo rápidamente, tomó un suspiro antes de continuar —Órdenes.—finalizó mirando hacia arriba.

La seguí con pasos lentos por el largo pasillo, ahora a mano izquierda, sin decir una sola palabra.

Me sentía pérdida, cosa normal en un lugar desconocido. No podía borrar aquella sensación poco acogedora (por no decir nada).

—Así que llevas toda tu vida aquí.—rompí el silencio que llevábamos hace unos minutos.

—Así es, toda mi vida.—comentó con resignación.

—¿Cómo es que llegaste aquí?—pregunté con curiosidad buscando su mirada.

—Nací aquí prácticamente.—me miró a los ojos.—No conozco nada más que no sea esto. ¿Por qué estás tú aquí?—volvió a mirar hacia adelante.

—Les conté a mis padres mis planes para el futuro, quería su ayuda para concretarlos. Me trajeron porque, según ellos, aquí encontraría la ayuda...

Melo detuvo su paso y me miró confundida.

—¿Por qué te traería aquí para cumplir tus planes? ¿Cuales son tus planes?

Pensé en decírselo, pero, es un tema muy personal, me había costado mucho valor decírselo a mis padres, a los cuales les tenía la mayor confianza, no podía decirlo de una vez a una niña que acababa de conocer.

—Quizás algún día lo sabrás.— respondí.

—Que misteriosa saliste, me encanta.—finalizó y entregó una media sonrisa.

Sonreí en respuesta, caminando a su lado y copiando sus pasos ligeros y simples.

—Esta es nuestra habitación. Por cierto, ¡bienvenida!—exclamó con forzada emoción.

—Gracias.—dije frívola.

—Puedes acomodar allí tus cosas.—señaló un pequeño armario.

La habitación, como el resto de la instalación era gris, opaca, sin vida. Aún así, unos pequeños posters pintorescos se posaban en las paredes, en un intento amago de reducir aquella opacidad innata del lugar.

—¿Te gusta la habitación?—interrumpió mis pensamientos.

—Si, buena decoración, buen gusto.—respondí dándole un último vistazo.

Melo estaba tomando la cortina para abrirla, la luz intrusa se apoderó de la habitación, causandome un encogimiento.

—Oh no, el sol que quema.—dramaticé cubriendo mis ojos.

Abrí mis ojos y, por primera vez, admiré el cuerpo de Melo. No traía vestido. usaba una camiseta suelta hasta las rodillas, y en sus pies unos zapatos brillantes.

Me atrapó mirándola, me dió una mueca y suspiró antes de hablar.

—Sé que mi ropa no es tan linda como la tuya.—bajó su cabeza.

Abrí ligeramente mi boca, no había pensado aquello.

—No pensé eso.—dije sincera—Me gusta tu estilo, eres la primera chica que veo así. Me gustaría tener un estilo propio como el tuyo.

Su sonrisa creció, sus ojos se cerraron bajo sus gafas a causa de la alegría que le cause.

—Gracias, pero no creo que te dejen usarla.—dijo —Aún así te ves hermosa con ese vestido.—confesó bajando la cabeza.

Algo en mi se revolvió, sentí la felicidad ascender por mi pecho.

—Gracias Melo.—concluí saltando a mi ahora nueva cama, sintiendo un mar de emociones indescriptibles.

Después de todo, quizás no fue una mala idea confesarme frente a mis padres.

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2017 ⏰

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