Capitulo 2. El cachivache.

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EL CACHIVACHE:

Después de ver que para el resto era un cobarde y débil, decidí buscar la manera de expresar todo lo que siento, no me hacía ni me hace gracia eso de un diario, por eso pensé en buscar otra alternativa. 

Entre tanto pensamiento, me dio por fijarme en una foto, en la cual salía mi padre con una máquina de escribir, la más moderna en el tiempo de mi padre y para mi tiempo un armatoste antiguo que no sirve para mucho.

Se me ocurrió la magnífica idea de preguntar a mi padre por la máquina esa, y me dijo que se encontraba en el sótano, pero no sabía exactamente dónde, que buscase, seguro que está en ese lugar, sí, en ese sitio oscuro y con humedad un tanto tenebroso.

Dos días de saber de su existencia, baje a buscarlo, me encontré con la sorpresa de que aún hay fotos de mi madre, la cual nos había abandonado siendo yo un crío "come mocos". También vi y encontré muebles viejos y muertos de risa allí abajo, juguetes de mi infancia, ropa, joyas, libros, botellas de vino, espejos rotos… Multitud de cosas.

Por fin la encontré, estaba situada en el fondo, debajo de cajas rotas llenas de polvo, pensé que ese armatoste no lo sabía usar y tampoco sabía si funcionaba, así que la subí a mi cuarto y fue allí donde le quite las telarañas, el polvo, los bichitos…

Sorprendentemente aquel armatoste funcionaba, pues lo compruebe con un folio usado.

Pasada dos semanas, sabía manejar la máquina con una rapidez sorprendente, esto me facilito mucho para cuando quería desahogarme.

De nuevo estoy ante ti cachivache, porque eres el único medio por el cual yo puedo expresar mis sentimientos sin temer que alguien los descubra.

Quién me diría que la máquina de escribir antigua de mi padre me sería de gran utilidad en estos momentos.

Estoy deprimido, siento que me ahogo, de nuevo hay una nube gris sobre mi cabeza, parece que el sol nunca va a salir en este lugar.

Hace días que no veo a mi dulce Flor, pues se encuentra de salud débil, las ansias por verla cada vez aumentan más y más, yo me prometí a mi mismo que la cuidaría, pero me encuentro de manos atadas, pues su familia no me permite verla; no lo comprendo, amar no es un pecado y mucho menos querer cuidarla, aquella prohibición me consume lentamente dejándome agotado.

Dicen que a mi edad es imposible hablar de amor y mucho menos sentirlo, que aún soy muy joven, pero tienen que saber que el que manda en estas situaciones es el corazón, que lo que yo siento no es un capricho, no es una fantasía, que es un sentimiento tan fuerte e inflexible como la muralla china; cuento las horas que pasan sabiendo que aun mi dulce Flor sigue enferma.

Me encantaría que esa nube que hace días ronda sobre este humilde pueblo se retire dejando pasar con toda su fuerza la luz de sol.

A veces creo que soy un rarito sin vida social, pues mi amiga, compañera y entretenimiento es la máquina de escribir.

Esto es todo por hoy, espero que te mejores mi dulce Flor.

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Tengo 19 años,  nací en Colombia pero soy más Palentina que cualquiera.
Un beso.

Mi dulce FlorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora