En mi memoria

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Estaba llorando al punto del ataque de nervios. 
Mi respiración era muy acelerada y parecía que el corazón se me fuese a salir del alma.

Apagué el teléfono y volví de nuevo a la cocina a por pastillas.

Después de perder la cuenta en cuántas había tomado me eché en la cama.
           

-Venga tonta, no pasará nada

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-Venga tonta, no pasará nada.

Me acerqué al precipicio junto a ella.
Me mira radiante y me da la mano.
Y de repente se acerca más y más al precipicio y mi semblante cambia rápido.

-¿Qué haces kate?

Empezó a reírse y me contagió.
Quién no se contagiaría...

-Siéntate junto a mí, ni que nos fuésemos a caer -dijo Kate con sorna.

Hablando y hablando se nos fue la hora.
Y cuando la fui a levantar se cayó.
Justo delante de mí. 

Ahí estaba cayendo, gritando, hasta que de todo se quedó en calma y ya solo se escuchaban las chocantes olas con las piedras. 

Después del cementerio, el luto, la prensa, una familia destrozada y el juzgado de por medio nadie volvió a nombrar a Kate.
Como si su memoria se desvaneciese...
Aunque para mí nunca estuvo olvidada. 
Era como si siempre volviese. 
La mujer de mis sueños se había convertido en ellos...

Me despierto con la luz del cálido sol de las seis de la mañana.
Estaba totalmente sudorosa.
Otra vez recordando mis memorias de aquel día. 

¿No se suponía que ésto estaba superado? 
Ni de coña.

Me tumbo de nuevo en la cama. Quiero dormir para recordarla.
Quiero abrazarla de nuevo y que esté conmigo.

Kate era muy especial. Tenía un cuerpo de cine y unas curvas de infarto.
Pero sus ojos casi tan profundos como el mar eran lo que más me impactaba de ella.
Estaba llena de intriga y emoción, de lujuria y desenfreno. Era más curiosa que la luna y solo yo conseguí ver su lado más oscuro, pero hasta éso me parecía perfecto en ella.

El sol me daba en las piernas y me las mantenía calientes.
Igual que aquella tarde...

La traigo hasta mi cama. Ambas reímos. Estamos más nerviosas que nunca.
¿De verdad se lo iba a hacer? 
Era su primera vez y en cierto modo también la mía. 
Nunca me había acostado con una chica.

Primero le quito la blusa. Mis manos están temblando.
Esto es demasiado para mí.
Sigo besandola cada vez con más intensidad y quitándonos más ropa la una a la otra.

Una vez desnuda ante mí no sé qué hacerle pero se ve que ella sí.

Empieza a comerme las tetas y, oh dios...era fantástico.

Sus manos bajaron hasta llegar al punto débil.
¿Cómo podía ser que fuera su primera vez y me lo estuviese haciendo tan de puta madre?

Repetí sus pasos con ella. Ambas estábamos a punto de llegar a un orgasmo terriblemente goloso.

-Cómeme -gimió a duras penas. 

Su respiración era tan agitada...

Cogí una venda y le tapé los ojos.

Con mi lengua exploré cada parte de su cuerpo.
Se me iba la vida en satisfacerla...

-Oh dios, cada vez te amo más -acto seguido me agarró del pelo.

Estaba hundida en ella dando todo de mí.

Le hice correrse como no lo harían en su vida.
Porque se lo hice con amor, la quise con pasión, con la depravación con la que nadie más lo haría. 

Curando todas mis heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora