Tango

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El sonido del bandoneón y acordeones se regaron de deliciosa manera por toda la estancia. Era ya tarde, la luz del sol casi menguando no podía combatir a la creciente oscuridad del salón. Un par de velas encendidas eran la única esperanza, dibujando las sombras de dos amantes de pie, observándose fijamente, con los labios a milímetros.

¿Cómo es que habían terminado allí? Sebastian no podía recordarlo a cabalidad. Tras un par de bebidas con alto nivel alcohólico en el bar de siempre, Chris había propuesto seguirla en su apartamento y él no se había negado. Era gracioso... ni Mackie ni Jeremy habían hecho intentos por acompañarlos, más bien les habían dejado su espacio. ¿Lo habrían notado ya?, ¿cuán perdidos estaban el uno en el otro?

—Me gusta esa música — dijo Sebastian al fin, rompiendo el intenso contacto visual — es... sexy...

—Lo es — afirmó Chris llevando una mano a su cintura y pegándolo de manera posesiva a él — dicen que... bailarlo es...

—¿Muy sexual? — el castaño pasó sus brazos por el cuello del rubio y le sonrió coqueto — puedo sentirlo Chris...

—Quiero bailarlo contigo...

Sebastian ladeó la cabeza cuando los labios de Chris atacaron su cuello y su cuerpo era movido sensualmente al ritmo, arrastrándolo por todo el salón. Sonrió cuando casi tropezaron, era de esperarse cuando ambos tenían dos pies izquierdos. Pero continuaron, girando y viéndose con intensidad, deseando quitar toda prenda y entregarse a la pasión a la que solían entregarse. En ese secreto, su secreto... intenso e inolvidable.

Sebastian acarició suavemente el rostro de Chris, pasando sus dedos por la espesa barba, mordiéndose el labio ante el deseo de tomar esos labios, pero demorándolo porque realmente quería seguir así, tentándose al extremo, estando tan cerca, sentir sus latidos, su respiración agitada. El crudo deseo creciendo más y más. Sus cuerpos poco a poco iban rozándose, perlándose de sudor ante los giros y desplazamientos al compás de la música.

En un momento de la canción, Chris lo giró y se pegó a sus glúteos, llevando sus manos por todo su torso, bajando por sus caderas y muslos. Sebastian alzó sus brazos y sus manos buscaron acariciar los rubios cabellos, apretando cuando las manos comenzaron a sacar su camisa.

—No tan rápido, capitán — Seb se giró y lo lanzó contra el sofá — déjame mostrarte cuán sexy puedo ser...

Sin decir nada más, el castaño comenzó a moverse de manera lenta, repasando sus rincones, mordiendo sus labios, despeinándose y moviéndose como nunca pensó hacerlo. Iba poco a poco quitándose cada prenda, se sentía sexy... ¡tenía el control! Chris le observaba boquiabierto y ansioso, sabía que estaba a punto de ser devorado por su depredador favorito. Cuando ya sólo le quedaba el ajustado bóxer que aprisionaba su ya evidente erección, llamó al rubio con uno de sus dedos, indicándole que lo quería de nuevo pegado a sí. Su petición no tardó en ser cumplida, Chris se deshizo de su camiseta y se quedó únicamente con ese par de jeans ajustados y desgastados que le hacían tanta justicia a ese trasero.

Sebastian enrolló una pierna alrededor de la cadera de Chris, echándose para atrás al compás, mientras su compañero lo sostenía y volvía a pegarlo a su cuerpo con un gruñido. Su rostro quedó de nuevo a milímetros y no pudo evitar sonreír.

—Estás ansioso...

La respuesta fue otro gruñido y el agarre de sus glúteos con firmeza. Jadeó, pero no borró su sonrisa coqueta. Se frotó de nuevo y arrancó otro sonido gutural de la garganta de su compañero. Le encantaba cuando Chris se ponía en esa sintonía. Era cuando más energía parecía tener y solía dejarlo exhausto.

—A la mesa... ahora.

Eso fue música para sus oídos. La mesa era uno de sus lugares favoritos. Era intenso, sin demasiados rodeos, al punto. Crudo y duro. Obedeció sumiso como solía actuar cuando su dinámica se volvía así de intensa. Poco a poco, apoyó el pecho sobre la fría madera, erizándose al contacto, poniendo sus pezones aún más duros. Abrió las piernas y esperó... pero Chris parecía tener otra idea en mente. Llegó hasta él, acariciando las caderas y los muslos, besándole la espalda.

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