Chapitre 30.

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28 de diciembre de 2017

Léa

Habían pasado tres meses desde que Antoine se fue. Él me ofreció irme con él ha pasar unos días a Madrid debido a mis días libres, pero negué rotundamente; no estaba en mi mejor estado psicológicamente y aun que sabía perfectamente que él es una gran apoyo para mi, no podía aceptar, no ahora.

A sus padres los veía a menudo. Ellos venían a pasar algunos días a Niza y de paso traían a Hugo. Hugo no paraba de decirme lo orgulloso que estaba de mi y que para él, era un ejemplo a seguir. Eso siempre me anima.

Los entrenamientos los retomamos con total tranquilidad. Hicimos varias carreras solidarias entre otros eventos.

Y hablando de deportes. Nay nos dijo que había conseguido proclamarse campeona regional en viga de equibrio y suelo, consiguiendo la plata en las barras asimétricas y bronce en el potro. Para celebrarlo hicimos un reencuentro todas. Para mi sorpresa Lucía y Nerea ya la conocían de viajes anteriores.

Pero estos meses no fueron muy fáciles para mi: mis padres se fueron de mi casa (que en parte, era un alivio para mi) y no me hablaban ni preguntaban como estaba. Algo a destacar sería sin duda el cumpleaños de la petite, 21 años se dice poco. En la fiesta no parábamos de bailar y beber, hasta tal punto que Amélie se desmayó. Llegamos a pensar que era un coma etílico, pero simplemente se había mareado.

Por otra parte desde que Antoine volvió a Madrid todas las noches me hablaba, contándome anécdotas graciosas que le habían ocurrido o diciéndome que me hechaba mucho de menos y como me encontraba.

No lo había vuelto a ver, no recordaba su aroma y hechaba de menos sus caricias y bromas.

Hasta hoy. Desde España me habían llamado para visitar la gala "Inocente, inocente" en la cual tenía una aparición especial, volviéndome a encontrar con Griezmann que le hacían una broma diciéndole que los goles que había marcado estaban en fuera de juego. No cambiaría el resultado del partido pero no contaría para la bota de oro. También le darían un contrato que él había firmado para promocionar los partidos femeninos y casarse con una jugadora.

—Bueno, no me importa que me quiten los goles, la bota de oro no es mi mayor objetivo —decía Antoine.

Rápidamente le pregunté a mi compañera que tenía que decir.

—¡Inocente! ¡Inocente! —me respondió ella—. Tranquila Léa, seguro que te sale bien. Solo tienes que gritar eso un par de veces y salir con el ramo.

—¿Inocente, inocente? —pregunté en mi mejor español. El idioma nunca fue mi fuerte.

Ella asintió y salieron las jugadoras de fútbol a hacer su última escena.

Ya me tocaba a mi y estaba inquieta, no sabía como reaccionar al verlo después de tres meses sin tener contacto alguno (físicamente).

La cara de Anto era todo un poema. Se notaba que estaba sufriendo. Se veía tan mono y tímido.

—Es para... Es que es... Una broma, si una broma —dijo una de las chicas. Era mi turno.

Subí las escaleras rápidamente mientras sonaba una canción y nada más salir comencé a gritar "¡Inocente! ¡Inocente!" con el ramo de flores y esquivando a los periodistas. Anto, avergonzado, se empezó a comer las uñas y a taparse la cara. Levantó la vista cuando empecé a gritar (lo mejor que podía) y sonrió ampliamente. Aún sonrojado se abalanzó sobre mi y me abrazó fuertemente. Por fin lo tenía en mis brazos y poder recordar su aroma era lo único que necesitaba.

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now