Gritos Silenciosos

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Corine se miró nuevamente al espejo de cuerpo entero situado en su habitación. Se encontraba solo en ropa interior, indefensa.

Dios, se odiaba a sí misma; ¿enserio? ¿esa era ella? Tan gorda… tan fea… ¿esto era lo que sus compañeros veían cada día? ¿esto es lo que sus amigas nunca se atrevieron a decirle?

Paso sus frías y huesudas manos por su estomago.

-parezco una embarazada –susurró- solo que sin bebé, solo grasa…

Acerco su rostro hacia el espejo, este se reflejo horrorizándola, llena de ojeras, pálida, su cabello. Jesús, su cabello… su cabello era un asco.

Como yo.. pensó Corine.

Miro sus brazos, sus piernas, su trasero.

-pura grasa, grasa, grasa –repetía ella mientras sus manos sacaban la grasa inexistentes de los ya nombrados-.

Camino con sus pies descalzos hacia la cocina, observando con recelo y verdadero asco la comida que sus padres le habían dejado. Lentamente tomo el plato, se acerco hacia el basurero y simplemente.. la tiro.

Tomo un vaso del mueble y lo lleno de agua; lentamente tomo su contenido.

Esto no tiene grasa, ni calorías. No quedare gorda. Pensaba ella.

Nuevamente se dirigió a su habitación y tomo la pesa que tanto odiaba; pero necesitaba saber su peso, necesitaba saber cuan linda era ahora.

¿47 kilos? ¿enserio? ¿tan poco había bajado?

Con pasos rápidos y desesperada abrió la puerta del baño. Sabía que no debía haberse comido esa barrita de cereal… pero es que ese día tenía tanta hambre…

Poso sus manos a cada lado del lava manos, se agacho lentamente con su pelo ya recogido. Abrió su boca y se obligo a hacerse arcadas. Los horribles ruidos llenaron la vacía casa. Sintiéndose más repugnante de lo que ya se sentía. El vomito no tardo en llegar, simplemente boto algo amarillo. Prueba de que no había comida nada. Pero ella se sentía mejor, aliviada.

Nuevamente clavo la vista en su reflejo, sus labios estaban resecos, tiesos, blanquecinos. Hizo su mejor intento de sonrisa, agrietándose los costados de este, dañándola. Se miro con su sonrisa; se veía tan falsa, tan estúpida.

El sonido de su celular la despisto, lentamente se dirigió a este y lo contesto. Al ver que era su padre, fingió un tono alegre.

-hola papá ¿Qué sucede? –preguntó ‘’divertida’’-

-nada, solo te llamaba para saber si comiste el almuerzo que te dejamos –ella presintió la gran sonrisilla que probablemente soltó su padre. Ojala ella fuera igual que él; alegre-.

-si papá, me comí todo; estaba rico –hizo su notable voz de niña chiquita, solo para que el no la descubriera-

-espero que hayas comido poco eh, mira que estas media gordita –el tono de broma que su padre emitía se podía escuchar fácilmente. Pero ella no lo hizo, se rio sin ganas. Mientras su memoria recordaba cada vez que sus pares le habían dicho cosas parecidas.

“estas un poquito gordita hija”

“mira tienes un rollito allí…”

“tienes las piernitas bien gruesitas eh..”

Obviamente sus padres lo decían en broma, ya que ellos no desconocían el cuerpo de su hija. Sabían que estaba muy delgada. Pero ella, Corine, no se daba cuenta de ello. Ella solo escuchaba las palabras. Esas palabras que cada vez pronunciadas y recordadas en su memoria, hacían que un poco de ella misma, se rompiera, se quebrara y que un fuerte dolor emocional llenara su pecho.

-claro… -susurró- me voy, creo que me hablan por chat. Chau, te quiero.

-yo igual hija, cuidat..

Pero antes de que el terminara, ella corto. Ya no soportaba el dolor del gran nudo que tenia e su garganta, se recostó finalmente en el piso, quedando de rodillas, su espalda apoyada en la pared.

Un sollozo tras otro. Eso emitía su frágil cuerpo, pidiendo ayuda a gritos mudos. Pero nadie la oía. Estaba sola.

Grito sin gritar; solo abrió boca y dejo que un grito sin sonido saliera de esta; desgarrándole la garganta.

No sabía cómo, pero había terminado en posición fetal, en medio de su pieza. Con sus brazos en su cabeza; protegiéndose así misma de las crueles voces que le susurraban una y otra vez lo que tanto ella odiaba: “estas gorda” “obesa” “mírate ,GORDA”

Sollozo furiosa, furiosa por no ser lo suficientemente fuerte como para detener esos gritos, su cabeza callo rendida en el frio piso, cuando abrió sus ojos, se encontró con su olvidada caja. Donde estaban sus cuchillas. Sus viejas amigas.

Se arrastro hacia ellas y con dedos temblorosos la abrió. Ahí estaba todo, sus cuchillas, el algodón, el alcohol. Todo. Intacto.

Desesperada tomo una de las primeras cuchillas que sus fríos dedos tocaron, rápidamente se hizo un corte. Un frio alivio recorrió su espina dorsal. Si, ella tenía el control. Ella tenía el control de quien y cuando la dañaba.

Pero no era suficiente. Otra línea sangrienta recorrió su cuchillo, haciéndola temblar. Pero no de miedo; no. Claro que no. De ansiedad. Ella, quería mas.

Nuevamente sin dejarla tranquila sus demonios volvieron, susurrándole lo gorda que era.

Poseída por esas palabras lleno de cortes su muslo, formando torpemente la palabra “gorda”.

Prosiguió al siguiente “fea”.

Y así siguió, llenando su cuerpo de las palabras que alguna vez creyó que eran para ella.

.-*

Sus padres al llegar juntos a casa se extrañaron de no escuchar la televisión que usualmente veía su hija al esperarlos.

Se miraron preocupados y juntos subieron las escaleras para dirigirse al cuarto de su preciada hija.

-CORINE, YA LLEGAMOS. HIJA –llamo su madre a mitad del pasillo. Pero nadie contesto.

Se miraron mutuamente, encaminaron hacia la puerta de su hija, cual estaba abierta.

El bolso de la madre, cayo. Los ojos del padre se llenaron de lagrimas.

Sus pechos se oprimieron sin dejarlos respirar, al ver a su hija cubierta de sangrientas cortadas, las cuales formaban palabras despectivas hacia ella misma.

Su padre miro alrededor y vio el celular de ella tirado.

Culpabilidad, una furiosa culpabilidad lleno su sistema. El no quería decirle gorda realmente, era solo un juego ¿Por qué no lo pensó antes de hablar?

Dios su hija… su hija. Era su preciada hija ¿Por qué murió?

¿Por qué nunca nos conto?

¿Por qué?

Esas preguntas retumbaban en las cabezas de ellos.

Pero Corine, Corine ya estaba en paz. 

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