Sebastián dormía en la oscuridad de su habitación. Despertó a medias al sentir que algo saltó sobre la cama. Ni abrió los ojos; su gato siempre dormía con él. Lo sintió desplazarse cautelosamente sobre la frazada, mientras se acercaba a su cara. Sebastián no le prestó atención; se dio vuelta hacia el otro lado y quedó dándole la espalda, y continuó durmiendo. Por la mañana, cuando la luz del día proyectaba sutiles haces de luz por la ventana, Sebastián despertó y se sentó en la cama, se restregó los ojos y bostezó largamente. Giró la cabeza hacia donde creía que estaba su gato, no lo vio, y en ese instante se acordó que su gato había muerto unos días atrás. Y al mirar unas marcas que halló en la frazada, se dio cuenta que no era un gato lo que había pasado la noche a su lado, y vio que en la almohada habían escrito: “Te estoy observando”.
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