Todo se había reducido a nada.
La realidad era demasiado oscura y no permitía que un solo rayo de esperanza se colara y guiara el camino.
No podía respirar bien, no podía moverse pero nada de eso importaba, lo único que rogaba era porque todo terminara de una vez. En el final de su vida había visto demasiadas cosas, había vivido situaciones espantosas, había hecho cosas que jamás creyó que haría y ahora ahí estaba, a nada de volverse polvo. Literalmente.
Trato de pensar en el cielo azul, en la sensación de la brisa contra su piel, en los rayos del sol calentándola, en los ojos de él, en su voz, en su sonrisa...
Una lágrima rodo por su mejilla seca. Sus latidos estaban contados y lo sabía pero aun asi parecía que su corazón no podía dejar de latir desaforadamente.
Lo vio entrar a la sala y solo pudo mirarlo con odio. Lo detestaba con cada partícula de su ser, él había abierto la caja de Pandora que extinguía el mundo, por su causa el futuro se caía a pedazos.
-Todo va a terminar ya-dijo dulcemente, casi con voz de devoto amante. Cosa que no era propia de la persona que quería matarla.
¡Él tenía la culpa de todo! ¡Él había arruinado tantas vidas! Había matado a su familia y a sus amigos, había matado al amor de su vida. Ya nada tenía sentido. El régimen había ganado.
-Te odio-susurro con voz iracunda.
-Lo sé-su sonrisa se hizo amplia, lucia terrible y morboso. Parecía encontrar satisfacción en sus palabras.-se que me odias pero eso no sirve de nada. Yo gane. Despídete preciosa.
Ella cerró los ojos. No quería ver la muerte venir.
-Te equivocas, esto aún no se acaba-dijo una tercera voz.
Eso no era posible ¿O sí?
Abrió los ojos de golpe y comprobó que sí, eso aún no acababa.