2. La Resistencia.

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El nivel de devastación había alcanzado límites preocupantes, la humanidad se estaba viendo diezmada, no había muchos alimentos, la gente moría cada día más por culpa de la escases de víveres o de los ataques. Todo era tan oscuro y desolador.

El régimen se había establecido definitivamente.  Su líder, John Hoffman, tenía el mundo a sus pies. Tal y como siempre lo había soñado. Se había aprovechado de la discordia entre los países o más bien de los conflictos provocados por los líderes egoístas de dichas naciones, seis meses después de filtrar información falsa a Oriente sobre ciertos ataques de América para que se desatara el infierno en el mundo, después de eso no le costó hacerse con el dominio de todo.

¿Cómo un solo hombre puede hacer que las naciones más poderosas queden a su merced?

Nadie jamás ha podido encontrar la respuesta a esa pregunta, era algo sin precedentes, John no tenía escrúpulos ni capacidad de remordimiento, era una maldita parodia de Hitler con tendencias misóginas. Él argumentaba que los seres superiores debian tomar el control nuevamente y repudiaba a cualquiera que no fuera una persona de raza blanca y de clase alta, los pobres, homosexuales, personas de color y niños eran lo que pudría al mundo a su parecer. Las mujeres tenían un lugar relegado, en su enferma concepción solo servían para satisfacer al hombre y darle hijos, nada más.

Había iniciado crueles matanzas contra todo aquel que se impusiera a sus ideales, los líderes más poderosos del mundo mordieron su polvo, no había ejército que pudiera contra sus hombres pero no conforme con eso, John había hecho que los científicos bajo sus órdenes crearan un virus y tras meses de trabajo, estaba listo. Como en toda guerra, había presos políticos, personas que tenían el valor suficiente para oponerse y que por desgracia habían caído en manos del enemigo. Primero los sometieron a experimentos de control mental, moldearon sus mentes, y después les inyectaron el virus volviéndolos seres deseosos de carne humana. No eran zombis, eran requems. Asi los había llamado el científico a cargo del experimento, John había quedado más que satisfecho con esto, los fugitivos a los que capturaban eran convertidos era su principal arma contra los rebeldes, porque si, había rebeldes.

Eran la resistencia.

Aquellos tres chicos destrozados se habían jurado no quedarse lamentando sus pérdidas, no, ellos habían hecho algo para cambiar las cosas.

No había resultado fácil, para nada, pero no se habían rendido, después del ataque a su barrio se habían ido a las afueras de la ciudad, junto con Isaac quien se negó a abandonarlos por mas loca que le pareciera su idea y asi fueron encontrando refugiados, forasteros, personas que lo habían perdido todo por culpa de la guerra, muchos quisieron arriesgarse, muchos tenian miedo o estaban muy cansados para luchar, fueron seis semanas después cuando la encontraron a ella.

Su nombre, les dijo, era Elizabeth.

Los cuatro coincidían en que Elizabeth era la mujer más valiente que habían conocido, no porque no le tuviera miedo a nada si no porque era capaz de enfrentarse a todo, incluso a sus propios demonios. Gracias a su apoyo habían podido organizarse, habían encontrado a más personas dispuestas a unirse a bando, la verdad era que sin Elizabeth su causa habría estado perdida.

Cuando lograron hacerse de un buen número de armas y hombres empezaron a plantarle cara al régimen, aprovecharon cada oportunidad que tuvieron para fastidiarlos, se dedicaban a tratar de salvar a los civiles, todo con tal de hacerse más fuertes y poder luchar contra la dictadura.

Trataban de hacer lo más que podían pero a veces eso no era suficiente…

El maldito sol quemaba como nunca, los rayos del sol penetraban en su piel sin piedad, no recordaba que el sol quemara con esa intensidad antes, el hombre se secó el sudor como pudo y siguió caminando, faltaba poco. 

-¡Apúrense!-le grito a sus compañeros, en el cielo no había una sola jodida nube pero tampoco se notaba despejado, el cielo ya no era azul, era extraño. Los tres hombres siguieron caminando y el rubio soltó un suspiro de alivio cuando divisaron la base.

-Eres un quejica, Jeremy-se burló el ojiazul.

-Intentar caminar cinco kilómetros con la pierna herida y ya veremos quién es el quejica-espeto amargamente el rubio.

-Cállense y caminen-los reprendió el más alto, era fornido y musculoso aunque su tamaño imponente contrastaba con sus ojos juguetones y el hoyuelo que se le formaba al sonreír.

Llegaron junto a un grueso árbol seco y el ojiazul dio tres golpes a la corteza.

-“Identifíquese”-dijo una voz fría, impersonal.

El chico suspiro, le jodia eso.

-Derek Stevens, comandante de la Resistencia-una luz roja apareció y escaneo su pupila

-“Acceso autorizado”-una puerta salió de la nada y dejo entrar a los chicos.

-¡Oh por Dios! ¿Qué paso con ustedes?-exclamo Elizabeth cuando los vio llegar sucios y heridos- ¡Jennifer! ¡Harriet!-las dos chicas aparecieron-ayúdenme a curar a este trio de necios.

-Estamos bien Lizzie-dijo Derek-son solo rasguños.

-¿Unos rasguños? Tienes una herida en la cabeza, Louis tiene una bala en el brazo y Jeremy… ¿A ti que te paso?

-Uno de esos idiotas me clavo algo en la pierna cuando trataba de salvarle el trasero a Isaac, por cierto ¿Dónde está?

-En la enfermería, sean buenos niños y vayan sin chistar ¿quieren?-Los tres asintieron, no podían negarle nada a esa mujer que era como su segunda madre.-por aquí-los guio mientras cerraba una cortina ocultando a las camillas detrás de esta.

Los chicos la siguieron obedientemente, Jeremy e Isaac comenzaron a discutir cuando el rubio diviso al moreno.

-Niños no peleen-los reprendió Elizabeth mientras curaba a Derek-Jennifer encárgate de esa herida-señalo al ojiverde-Harriet ten cuidado con esa bala-el chico siseo de dolor-aguántate como niño grande.

Derek recibió burlas por parte de sus amigos. Cada quien se dedico a su tarea en partes separadas de la habitacion. 

-¿Quiénes son?-pregunto Louis señalando las camillas.

-Son unas chicas-explico Harriet mientras depositaba la bala en una cosa de metal y curaba la herida, el ojimiel ahogo un grito, dolía como el infierno-llegaron hace dos noches, estaban muy mal.

-¿De dónde vienen?

-No lo sabemos, no se encontraban en condiciones de hablar. Solo sabemos que atacaron su base, creemos que son las únicas que sobrevivieron.

-¿Dónde está Aarón?-pregunto el muchacho cambiando el tema. Harriet sonrió.

-En el cuarto de entrenamiento, ya sabes cómo es-sonrió y sus ojos se iluminaron como siempre hacían cuando mencionaba a su prometido-ya está-termino de vendarlo-está usted listo señor.

-Gracias señorita -ella era como su hermana menor, Harriet sonrió y se fue dando saltitos haciendo que sus rizos pelirrojos rebotaran.

Louis se puso de pie y fue hacia Jeremy  que tenía un gesto de limón agrio.

-En serio no debí enrollarme con ella-dijo mientras veía a Jennifer alejarse ofendida

-Yo te lo dije-recordó.

-Prometo hacerte caso para la próxima-resoplo- oye ¿Quiénes son?-pregunto haciendo referencia a las personas detrás de las cortinas. Louis le conto lo que Harriet le había dicho y el semblante del rubio se ensombreció pero ya no pregunto nada más ¿Cuántas vidas se habían echado a perder por culpa de ese maldito loco?

Parecía que el número de víctimas no hacía más que aumentar.

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¡Hola! ¿Hay alguien ahí? Me encantaría que comentaran y me dijeran que les parece la historia, gracias.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2014 ⏰

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