Un acuerdo entre dos extraños

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Los murmullos y risas de la cafetería lo envolvían pero sin llegar realmente a tocarlo. Sabía que la gente que lo rodeaba chismorreaba, sabía que algunos se divertían y que otros se ponían al corriente con sus penas, pero nada de esto le importaba a Ryan, nada era siquiera una lengua entendible para él en ese momento.

-¿Estás aquí? – Sharpay le dio un ligero manotazo en el brazo, mirándolo con el seño fruncido. – Desde hace mucho te siento perdido... lejos de mí.

Ryan sonrío con ternura y tomó la mano de su hermana.

-Lo siento, te prometo que no es nada serio. Simplemente no me he sentido muy bien, tal vez no sea más que un estúpido resfriado.

Ryan soltó una risa suave y forzada. Nunca se hubiera imaginado a si mismo en semejante situación, mintiéndole a la persona que más amaba en toda su vida. Sabía perfectamente que lo que hacía estaba mal, pero no se encontraba a si mismo con el valor de decirle a Sharpay lo que realmente estaba pasando. A pesar de que se habían prometido desde que eran niños que los secretos no existirían entre ellos, sabía que aquello no podía decírselo tan fácilmente, sabía que si su hermana se enteraba de lo que él estaba haciendo a sus espaldas, ella lo odiaría para siempre.

-Espero que no te enfermes, sería realmente problemático con nuestra presentación tan cerca. – Sharpay soltó un suspiro y puso la palma de su mano en la pálida y fría frente de Ryan. – Al menos no tienes fiebre.

Sharpay le dio un último sorbo a su jugo de manzana y se levantó para tirar el empaque.

-Aún tenemos una hora antes de la siguiente clase, hay que aprovechar e ir a revisar que todo esté bien con el vestuario.

Sharpay lo miró, esperando a que se pusiera de pie y la acompañara como siempre, pero él no se movió.

-Pero, lo único que faltaba por arreglar era el dobladillo de tu vestido, ¿no es así? – Ryan se cruzó de brazos, intentando pareces tranquilo. – Ve tú, no tiene caso que yo vaya. Me quedaré aquí.

Los ojos castaños de su hermana se abrieron con sorpresa, y su expresión se veía dolida y solitaria. Sentía como Ryan caminaba en otra dirección, como la rechazaba y se preparaba para salir de su vida. Desde siempre supo que llegaría el momento en que ya no serían uno mismo, después de todo, era parte de crecer; pero hasta ahora había dado por sentado que faltaba mucho para que sus caminos se separaran. Tragó saliva. Ryan, después de todo, era la única persona en toda la escuela que no la odiaba, el único que la apoyaba sin importar que tan irritante y engreída podía llegar a ser. Estaba sola.

¿Desde cuándo – se preguntó, – los "vamos" se habían transformado en "ve"?

-Muy bien. – Contestó, intentando no mostrarse alterada. – Te veré luego.

Ryan lo esperó, como siempre lo esperaba. Siempre era él quien se mordía las uñas esperándolo llegar, siempre era él a quien carcomía la ansiedad y el miedo de no verlo. Tras un par de minutos en los que sintió el amargo sabor de la culpabilidad de herir a su hermana, él apareció en su campo de visión al levantarse de su mesa. Troy se puso de pie y se despidió de sus amigos entre risas, haciendo que sus ojos azules brillaran y destacaran entre el mar de cabezas que ocultaban el resto de su cuerpo. Su corazón se aceleró y sus dedos comenzaron a tamborilear como arañas nerviosas en la mesa. El capitán del equipo de baloncesto pasó al lado de su mesa, dirigiéndole una mirada por el rabillo del ojo, una mirada seria y posesiva. Él sabía más que bien lo que significaba esa mirada.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Quería ir con él lo más rápido posible, quería aventarse en sus brazos y derribarlo en frente de todas las miradas curiosas y ridículas, pero no podía. Tenían un acuerdo, tenía que esperar cinco minutos después de él para que nadie sospechara nada. Como todas las veces, esos cinco minutos se le hicieron eternos.

En cuanto al fin pasaron, Ryan carraspeó y se levantó como si nada. Tomó la charola con los platos sucios y los depositó en el contenedor indicado. Cuando Ryan estaba por alejarse, una charola cayó encima de la suya con demasiada fuerza, y no pudo evitar dar un brinco para atrás. Cuando levantó la mirada, unos chinos color chocolate enmarcaban el rostro de piel obscura de Chad.

-Lo siento, no quise asustarte. – Le dijo, medio riendo. – ¿No estás con la molesta de tu hermana?

Chad miró por encima del hombro de Ryan, buscando con cierta cara de asco a Sharpay. Desde aquella vez que habían jugado béisbol juntos, Chad se había vuelto más amable con él. Incluso lo saludaba cuando se cruzaban en el pasillo y le sonreía en las clases que tenían juntos. Sintiendo un pequeño delirio de persecución, Ryan enrojeció por completo y salió de la cafetería casi corriendo. Chad era el mejor amigo de Troy, y si él se llegaba a enterar que habían cruzado palabra, Troy de seguro se enojaría con él. Ryan había luchado mucho para conseguir lo que sea que tenía ahora con Troy como para arruinarlo por una estupidez, por más que sintiera este nuevo agrado hacia Chad.

Ryan llegó al cuarto siempre vació en donde guardaban la utilería de obras pasadas que nunca a nadie se le había ocurrido volver a utilizar. Tomó aire, intentó calmar su pulso, y tocó la puerta como ellos hacían siempre. Dos golpes seguidos y un tercero algo separado de los otros. Abrió la puerta, todo estaba obscuro.

En cuanto cerró la puerta tras de sí sintió como las manos de Troy lo rodeaban por la cintura y se aferraban como garras a su trasero. De inmediato unos labios rozaron los suyos y comenzaron a morderlo, a hacerlo gemir.

-Troy... – Intentó separarlo un poco, tomar aire. Ryan se sentía el chico más suertudo del mundo por estar ahí haciendo eso con el chico de sus sueños, pero era demasiado brusco.

-Calla. – Troy no hizo caso, nunca hacía caso. Él sabía que, sin importar qué le ordenara a Ryan, él lo haría.

Troy le abrió la camisa intentado no romperla y comenzó a besar el pecho del chico. Ryan se estremecía y se mordía el labio para no hacer ruido. Las rodillas le temblaban y sentía que no podía respirar. Troy le desabrochó el cinturón rápidamente y se apresuró a bajarle los pantalones y los boxers.

-Voltéate. – Le ordenó, tomando los brazos de Ryan por su espalda.

-Si lo haces así...

-Te gusta el dolor, ¿no?



Sus manos aún le temblaban, el llanto se le atoraba en la garganta pero se negaba a dejar las lágrimas salir. Eso es lo que siempre quiso, con lo que soñó muchas veces... sería de imbéciles decir que ahora que lo tenía lo aborrecía.

-No, esto es lo que quiero – se decía una y otra vez frente al espejo, esperando a que aquel dolor penetrante dejara de arder –, no podría ser más feliz. 

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⏰ Última actualización: Jan 09, 2017 ⏰

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La suerte del perdedor 
(ChadxRyan High School Musical)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora