En cambio, yo era la que sacaba calificaciones promedio, la que no ganaba ningún premio en la feria de ciencias, la que no conseguía nada por sus propios méritos. Simplemente nadie.
Con los años, llegué a creer esa era una de las razones por las cuales mis padres trataban a Harry como a su propio hijo.
Cuando el cumplió 16 le hicieron una fiesta, arrendaron un local e invitaron a los amigos de Harry y a los de mi familia. Fue espectacular, hubo fuegos artificiales y mis padres le regalaron un auto para cuando cumpliera 18 y sacara la licencia de conducir.
Cuando yo cumplí 16, tres meses después del cumpleaños de Harry, me regañaron por reprobar matemáticas y me inscribieron en una escuela de verano donde sufrí dos meses con chicos que no paraban de calcular nada. Lo único bueno de ese verano fue que conocí a Louis y a Zayn, los únicos que también fueron obligados a ir a esa escuela por reprobar.
Pero todo se complicó cuando Harry celebró su cumpleaños número 18 y mis padres decidieron hacer algo más íntimo.