Capítulo 3. Derec.

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Salgo del almacén y me sobresalto. No esperaba a nadie. Una chica de más o menos 20 años de edad, pelirroja, ojos verdes y pecosa (para mi gusto atractiva, he de decir) espera impaciente. Se la ve nerviosa.

Cuando me enseña su artículo no me lo puedo creer. Es ese reloj... El mismo que he intentado ocultar por las historias que tiene tras de sí; el mismo que mi abuelo me regaló cuando estaba agonizando... Me dijo que había cinco y me contó que los relojes tempo, tiempo en esperanto, pueden causar males terribles. Que habían sido escondidos en los lugares más históricos desde que fueron descubiertos en Chichén Itzá, Kukulcan, Mérida, Chetumal y Palenque, (las pirámides Mayas más reconocidas) Esta desestabilidad causó fuerte terremotos en dichos lugares. Más tarde, y sin saber cómo, se recolocaron en los lugares más relevantes, como si quisieran ser descubiertos de nuevo, El mundo se ha olvidado de los problemas causantes de dichos relojes, además se supone que están hechos de oro y obsidiana, pero, eso es sólo una leyenda. El material real del que está compuesto, sencillamente, no existe en la Tierra.

Unos dicen que viene del espacio exterior, otros que su procedencia es celestial o incluso del infierno. Los más ignorantes niegan su existencia.

O por lo menos lo negaban, pues ahora nadie sabe de estos relojes menos los gobiernos más poderosos, que lo ignoran completamente, haciendo que la población se olvide por completo de ellos.

La verdad, no tengo ni idea de cómo uno de Los Tempo llegó hasta las manos de mi abuelo. Nunca me lo dijo.

¡Ah sí! La chica...

Conversamos un rato... Me dice que se llama Header.

Parece de fiar, así que la conduzco a la salita (ni yo mismo sé cómo llamarlo) es un almacén, pero también biblioteca, con una mesita de café rectangular color caoba entre de dos sillones color verde oscuro. Al fondo hay un escritorio con una lámpara del mismo color que los sillones a la salida, un perchero negro de hierro, en el que ella deja sus cosas.

La ofrezco té. Se la ve sedienta... Y esto da para rato.

La conversación se alarga durante media hora, y propongo ir a la estatua de la Libertad para encontrar algún signo de cuál de los dos relojes es el adecuado al continente Americano. Lo lógico es que estuviera en Washington DC, pero, ella encontró el reloj en Nueva York y mi abuelo era de esta misma ciudad.

Durante un buen rato no conversamos, hasta que salimos del metro. Está oscuro y en esta zona frecuentan los delincuentes, así que acelero el paso.

-¿Por qué tanta prisa?

Se forman muchísimas colas en la Estatua y tenemos que idear un plan para entrar en investigar... Además todavía no la he contado lo de los mayas...

-¡Vamos!

Se para en seco.

-No me muevo de aquí hasta que me digas por qué estas prisas.

La miro, me doy la vuelta y continúo. Me giro la última vez, se está quitando los tacones, supongo que para alcanzarme. Me quedo quieto, apoyado en la pared perpendicular a la calle donde se encuentra ella. Un tipo del que no recuerdo el rostro se choca contra mí.

-¡Eh, mira por dónde vas! -No me pide disculpas, ni si quiera se gira para mirarme. –En fin... -Suelto en voz baja.

Header está tardando bastante, asique doy media vuelta para ver qué pasa. Está yendo con el hombre maleducado hacia aquí. De repente la media vuelta y corre en dirección contraria. El hombre desaparece un momento, Header se gira, supongo que para ver si lo ha despistado.

En menos de un segundo está detrás de ella. Se gira para continuar corriendo y se cae. El hombre desaparece.

Voy corriendo hacia ella.

-¡Header!- No hay respuesta.

Llego hasta ella sin dejar de gritar su nombre.

Ya se ha levantado y a duras penas intenta huir. No se puede mantener en pie. Llego hasta ella y cuando la voy a tocar en hombro, se desmaya. La sostengo un rato y se despierta.

Me aparta.


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⏰ Última actualización: Jan 10, 2017 ⏰

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