Otra reunión más

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  Tak, tak, tak, tak.

 El sonido de los zapatos resonaban por toda la habitación al chocar el tacón contra el suelo. Un sonido que  comenzaba a ser molesto para la persona que lo provocaba. La misma se acercó al asiento más próximo, cruzándose de piernas, mirando el  reloj en su muñeca, comenzando a impacientarse, agobiarse, llenarse de nervios.


" Llega tarde ". Pensó, soltando un gran suspiro, llevándose las manos a la cabeza para echarse el pelo hacia atrás, dejando su espalda descansar en el respaldo de la silla.  " Siempre llega tarde de todas formas ".  Y no es que lo hiciera con mala intención, su invitado tenía mala noción del tiempo, lo sabía.  


– Algún día eso se volverá en su contra. – Apoyó la barbilla en la palma de su mano, sonriendo divertido por los recuerdos que tenía de él poniendo mil despertadores para no quedarse dormido y llegar tarde a clases, fallando en el intento siempre.


– Siempre, ¿Ah...? –   Antes de poder sumergirse en sus pensamientos de nuevo, escuchó golpes en la puerta principal.


Levantándose, alisando su ropa, fue hasta la mencionada para ver allí a su antiguo compañero. Le dejó pasar y, antes de cerrar la entrada, miró el jardín con algo de melancolía.


Las esquinas de su boca se alzaron al ver al contrario observando las fotos en la pequeña mesa al lado de la puerta del salón. Esas imágenes eran de los pocos buenos recuerdos que ambos poseían.


– Creí que dijiste que no te gustaban esas fotos, Alec. – Pronunció burlón el anfitrión, apoyándose en el marco del portal.El nombrado se giró para posar sus ojos encima suya, con cara de fastidio al intento del otro por querer molestarle. 


 – Cállate. – Respondió Alec. – Y deja de mirarme así, Aris. – 


Los ojos verdosos de Aris tenían un brillo de malicia, como un niño a punto de hacer una jugarreta. A eso era a lo que se refería el mayor, que dejando el cuadro en su sitio, fue hasta el sillón a descansar por la larga caminata que tuvo que pegar hasta aquella casa.


Aris lo siguió con la mirada sin cambiar ni un momento su expresión. 

 – Eres muy malo mintiendo. 

 – No miento. 

 – Claro que sí.

Alec chistó su lengua y Aris dejó escapar una risa, tan jovial como él a pesar de tener ya veintiún años. 

 – Eres un fastidio, ¿Sabías?  


Alec sintió un peso sobre sus hombros y sus ojos se entrecerraron al notar las perfectas manos de Aris por delante suya. Le estaba abrazando.

Lo miró por encima del hombro para soltar un seco;  '¿Qué?' Reacción que el que abrazaba ya había supuesto tendría. 

 – ¿No puedo abrazarte ahora? – Dijo Aris mientras apoyaba su cabeza en el hombro del contrario. 

 – Ya no somos niños.  

 – ¿Que tiene que ver eso? – Se separó abruptamente para ponerse delante del sillón y verlo cara a cara – ¿Por que buscas una excusa siempre?  

  – ¿Y tú por que haces rabietas de crío? 


Silencio reinó la sala y los ojos de ambos chicos se sumieron en una lucha interna de miradas. Después de un rato, Aris farfulló algo para después cruzarse de brazos, haciendo un mohín y dando por perdida la batalla. 

Como siempre. 

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