Un trueno irrumpió el cómodo silencio que se había formado en la habitación tras la riña; Habría tormenta pronto.
Aris dio un respingo en sofá por no haberse esperado el estruendo, Alec se burló de él con una sonrisa de medio lado y una ceja curvada; Aris le dio un flojo golpe en el hombro, haciéndole reír.
– Debería irme antes de que empiece a llover.
El pelirrojo se le quedó mirando con la boca semi abierta, como si quisiese decir algo. Sin embargo acabó poniendo una de sus típicas sonrisas para después decir;
– Ten cuidado por el camino.
Y una vez hubo terminado de hablar se levantó con la intención de recoger toda la estancia; acción que fue detenida por la mano de Alec agarrando la contraria.
– ¿Eso es lo que tenías que decirme?
Cinco segundos tardó en darse la vuelta el menor, estrechando ambas manos a la vez que hacía aquello. Cinco segundos que se le hicieron eternos al pelinegro, el cual abrió los ojos desmesuradamente al ver al otro a punto de llorar.
– O-Oye, no llor--.
Se escuchó nuevamente el resonar de un relámpago por toda la estancia; lo cual hizo que Aris soltara la mano ajena para taparse las orejas, encogiéndose en su sitio, cerrando con fuerza los ojos y empezando a temblar. Alec se levantó de su asiento quedando cara a cara, quedó pensativo unos instantes sin saber que hacer.
Entonces levantó sus brazos con inseguridad hacia el cuerpo de Aris, estrechándolo contra si lentamente sin decir nada, esperando que el mismo dijera o hiciera algo.
– ... Qu-Quédate. – Se escuchó por parte de Aris en voz baja. – Por favor...
– Me quedo, pero deja de llorar...
Respondió; no gustaba de ver esa expresión en la cara contraria. Otro trueno sonó, Aris se aferró a la camisa de Alec, el cual entornó los ojos antes de estrecharlo contra sí.
– Lo siento. – El menor escondió la cara en el hueco del cuello antes de continuar, le daba vergüenza esa posición, pero el miedo le ganaba con creces. – Da igual cuanto tiempo pase, sigo siendo un--.
Un movimiento brusco hizo que callara, el de hebras negras le había apartado un poco y tapado la boca, acercando ambos rostros.
– No. – Exclamó el anterior mencionado. – No lo eres, todos tenemos algún miedo. –Hizo una pausa para coger aire, su ceño estaba fruncido. – El tuyo es este, no tiene nada de raro, no tienes porque avergonzarte.
Las pequeñas, en comparación, manos de Aris agarrarón con delicadeza la única que le impedía hablar. Alec se dejó hacer, agarrando una de ellas sin darse cuenta, entrelazando los dedos.
– Gracias... – Aris no pudo evitar sonreír.Alec le siguió el gesto.
Cuando uno de los dos sonreía, mayormente el pelirrojo, el contrario hacia lo mismo.
Como siempre.
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Friends
RomansaAlec y Aris, amigos de la infancia, quedan cada domingo en la casa del último desde que se reencontraron después de su graduación. Simplemente eso, amigos que hablaban, que discutían muchas veces por las opuestas personalidades, amigos que disfrutab...