Prólogo

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Todo en mi vida siempre fue muy normal, la mayoría del tiempo cuando llego a casa después de regresar del instituto mis ratos libres los dedico a realizar dibujos, leer libros, mirar series en la televisión y de vez en cuando a mi adictiva droga llamada animé.

Si hablamos de vida amorosa...
¿Los chicos de los libros y animes cuentan? Soy totalmente una monja, un unicornio, sudo agua bendita.
Nunca tuve novio, nunca di primer beso y si "perdí mi inocencia", ¿Hace falta aclararlo?

Aunque eso realmente me da totalmente igual, nunca nadie llamó mi atención de manera significativa por lo que no me preocupaba demasiado. Eso si, dejando de lado a los chicos de libros y anime que me volvían totalmente loca. No fumo ni bebo, tampoco salgo a fiestas y muy pocas veces me permiten salir al cine o algun lugar con mis amigas, todo a causa de mi padre que es muy, demasiado, totalmente, sobreprotector. Como pueden ver llevaba una vida realmente sana, totalmente simple y aburrida. Pero todo, absolutamente todo cambió.

Ese día había transcurrido como siempre, tranquilo y normal. Había llegado extrañamente más cansada de lo normal a casa, por lo que decidí tomar una siesta mientras mi madre preparaba el almuerzo. Subí las escaleras y una vez en mi habitación me recosté en la cama.
La suave textura de la almohada me relajaba y a pesar de tener mis ojos cerrados podía sentir como la luz que traspasaba la ventana cubría levemente mi rostro, el rayo cálido del sol parecia acariciar parte de mi mejilla y pómulos ayudandome asi a conciliar el sueño más rápidamente.

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Poco a poco todo comenzó a oscurecerse, adentrandome cada vez más en esa oscuridad relajante, esa oscuridad que por alguna razón sentía conocer y a la vez desconocer, me inquietaba pero a la vez me hacía sentir a salvo y protegida.

Fue entonces que sentí una leve punzada en el cuello, llevé mi mano y acaricié el punto afectado tratando de calmar el pequeño dolor, cuando este desapareció completamente aleje mi mano acomodandola sobre la almohada buscando perderme de nuevo en esa oscuridad tan reconfortante, pero esa misma sensacion punzante regreso esta vez en mi mejilla. Palmee esta tratando de espantar a lo que sea que lo ocasionaba, lo cual funciono solo por unos segundos porque nuevamente volví a sentir la bendita punzada en el mismo sitio.

Sin medir muy bien mi fuerza, me golpeé muy fuertemente logrando así que un gran dolor se esparciera por mi mejilla.

"Joder, puto mosquito..."

Abrí mis ojos lentamente, estaba un poco oscuro pero aun así logre notar como el maldito mosquito del demonio revoloteaba de un lado a otro cerca de mi brazo. Con un movimiento rápido aplaste a este con mis manos logrando así matarlo.
Con total satisfacción me senté en el borde de la cama mientras miraba el mosquito muerto que se encontraba en la palma de mi mano.

"Eso te pasa por interrumpir mi siesta."

Dije para mis adentros mientras me limpie la mano con un pañuelo que había en la cómoda cerca de la cama, con pereza me lavante para asi poder estirar mis brazos y piernas cuando algo captó totalmente mi atención. La puerta de mi habitación había cambiado, ahora era de un profundo y opaco color negro. Totalmente confundida comence a observar a mi alrededor, la cama había cambiado, el suelo, el techo, el color de las paredes, e incluso el tamaño de la habitación, Todo había cambiado.

Oscuro CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora