en la casa del árbol

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Ya habrían pasado la una, las dos e incluso las tres de la mañana. La noche permanecía callada y oscura. Con ese aire lúgubre tan característico de las noches solitarias, en las que vale con un simple crujido de una rama, o el soplo del viento para erizar el vello.
Pese a ello, las jóvenes no se detuvieron. Llegaron hasta aquella casa del árbol que semanas atrás observaban desde la ventana del coche. Pensaron que no sería un mal lugar para pasar parte de la noche. Se veía acogedor y no daba señales de poseer propietario alguno.
Subieron las escaleras torpemente.
Una vez allí, se sentaron. Encendieron una linterna para poder descifrar esas figuras que la oscuridad les bloqueaba a la vista.
No había mucho; una caja de cartón vacía, una botella de cristal rota y bastante polvo.
Aunque eso les parecía de lo más cómodo. Les gustaba pasar las noches así, bajo la tupida y cálida manta. Aún sintiendo el frío viento rozar sus mejillas, que pronto bullían al notar delicados besos sobre éstas.
Aquellas eran noches de ensueño para ambas.
Pero no era ninguna novedad para Iria que Alice estaba empezando a dejarla de lado.
No es que fuera celosa, ni mucho menos. De hecho, Alice siempre le animaba para que saliera con sus amigos y pasara un buen rato. Pero, dejó de hacerlo al notar que Iria se distanció de sus amigos para empezar a verse con otros.
Alice sabía que no eran una buena influencia para ella y no quería que le hicieran daño.

Iria sacó una pequeña bolsa de plástico del bolsillo interior de su cazadora.

- ¿Quieres? - le preguntó a su compañera.

-¿Qué es eso?

- Tranquila, no es mucho. Ya lo he probado otras veces. Es increíble. Mis amigos me han dicho dónde la podía conseguir barata y la he podido pillar por...

- No me importa por cuánto la hayas pillado. Y me dan igual tus amigos... No me malentiendas, quizá son buenas personas, no te lo niego pero...

- ¿Pero? Alice, tienes que dejar de juzgarles siempre así, me pones nerviosa. Ellos...

- Ellos te están arruinando la vida, Iria. Tus notas han bajado en picado este último curso y por ello ya no vas a poder entrar en esa carrera que tanto deseabas. Aunque dudo que eso te importe mucho ahora, puesto que todas aquellas ganas que tenías de entrar en esa carrera se han esfumado. Y no sólo ha bajado tu rendimiento escolar si no, tus ánimos en general... Incluso tu aspecto se ha visto afectado. Te sigo viendo igual de bonita que antes, siempre lo hago. Pero me destroza verte así.

- Pero, ¿qué más te da a ti? Debería de darte igual si me drogo, si no lo hago, si saco un excelente o si suspendo.

- No. Porque me preocupo por ti. Iria, te quiero. No quiero que te ocurra nada.

El rostro de Alice empezó a enrojecer y pronto las lágrimas que amenazaban con salir, lo consiguieron. Disimuló sin éxito el llanto y vio como Iria puso los ojos en blanco.

- Oh, vamos. ¿Ahora te vas a echar a llorar? Pues bien, haz lo que te de la gana. De todos modos, es lo que yo voy a hacer.

La chica empezó a desenvolver la sustancia con cuidado.
Alice hizo una mueca y con un gesto brusco se deshizo de la manta.
Bajó las escaleras con firmeza y sin vacilar. Se detuvo un momento.

-Llámame cuando llegues a casa. -avisó antes de bajar por completo.

Pronto el cuerpo de Iria estaba lleno de cólera e impotencia.
Sabía que Alice tenía razón pero no lo quería reconocer.
Sin pensarlo dos veces ingirió algo de la sustancia.
Ésta no tardó en hacer efecto.

Iria despertó a la mañana siguiente con una intensa presión en su sien.
Se fijó en la figura que se encontraba en frente suyo.

- ¿Alice? ¿Para qué has vuelto?

- No me has llamado... Quería ver cómo estabas.

- Pues... Bien. ¿Cómo iba a estar?

- No ha sido buena idea pasar la noche aquí. Debería haberte llevado a casa... Soy idiota.

- No importa. No ha pasado nada, ¿ves? Estoy bien. Todo está bien.

- Siento lo de anoche. No quise decir eso. Me preocupo por ti, eso es todo. No podría soportar que te pasase nada... Yo...

- Eh. No importa. Yo tampoco me porté bien anoche. Lo siento. Te quiero, Alice. No lo olvides. Eres lo más importante para mí. - depositó un beso en la mejilla de su compañera.

-Y tú lo eres para mí. No quiero perderte. Pero ya lo he hecho.

Iria frunció el ceño pero no dudó en refugiar a Alice bajo sus brazos. Ambas permanecieron así un buen rato. Hasta que sintieron cómo la otra desaparecía por completo, como se alejaba cada vez más sin dejar rastro alguno.

Alice observaba atónita las noticias. No podía procesarlo. O más bien, no quería.
Las lágrimas caían por sus mejillas.

"Los forenses ya han descifrado la causa de la muerte: sobredosis. La joven de veintiún años encontrada esta mañana en una casa del árbol murió por una sobredosis de una droga de tipo alucinógena. Sus padres..."

"No fue buena idea pasar la noche allí. Debí haberle llevado a casa... Soy idiota." pensó

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