Capítulo 3.- Vientos de cambio

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El carboncillo se movía sobre el papel con la misma suavidad con la que los labios de los jóvenes se habían recorrido los unos a los otros durante la noche. Cada sombra marcada en la hoja hacía recordar al joven el recuerdo de las noches pasadas, y, cuanto más suavizaba los bordes o movía los dedos sobre el cuerpo que andaba dibujando, más ganas tenía de volver a ocultarse entre las sábanas y dejar el retrato para más tarde.

Si no fuera porque Mara dormía…

Grant sonrió, disfrutando unos segundos más con el resultado de aquel retrato, antes de dejarlo sobre la mesita de noche de Mara.

La joven se giró al sentir su presencia, entreabriendo un ojo.

- Buenos días, dormilona.

La aludida gruñó, sin querer levantarse del todo. Era su primer día de descanso, y después de dos días en los que no habían dormido demasiado por la noche, comprendía que quisiera descansar. Pero él también había estado ansioso por tenerla a su lado durante la mañana, así que no había excusas. Ya podrían descansar más tarde.

- Venga, que hoy tenemos que dejar la habitación del hotel, preciosa. ¿Y si aprovechamos la bañera por última vez?

La joven abrió de nuevo los ojos ante esa propuesta, rodeando con los brazos a Grant, tumbado a su lado. El chico rió, besándola, mientras cargaba con ella hacia la ducha.

- Creo que salvarte la vida fue lo mejor que he hecho en mi vida.

- Creo que casi morirme ha sido lo mejor que ha pasado en la mía.- Contestó ella, sin dejar de fijarse en sus ojos verdes, mientras se iban adentrando en un baño donde pronto el vapor de agua lo cubrió todo.

- Así que ese joven te ha enseñado esto, ¿verdad? - Preguntaba Mary Ann, la madre de Mara, a su hija, sentada a su lado mientras leía distraída. La joven alzó la cabeza, asintiendo.- El mismo que te ha secuestrado durante dos días.

- Y que me ha ayudado a conseguir trabajo.- Añadió, aunque sabía que su madre ignoraría ese hecho.

- No me gusta.

- Mamá…- Suspiró ella, girándose y besando la mejilla de la mujer, que no dejaba de dar vueltas a los mismso tres links de internet, sin saber cómo crear la tienda que él había mencionado.- No va a robarme.

- Lo ha hecho ya.

- Fue solo un rarito.- Intentó defenderse ella, sonrojándose al recordar la hermosa velada a su lado.- No voy a dejarte, lo peor que me puede pasar es que se me caiga una librería encima.

- ¿Y no has confiado demasiado pronto en él?

- Dijo la mujer que se casó en las vegas a la semana de conocer a su marido…- Recriminó Mara, cogiendo un segundo el portátil cochambroso que tenían, y clickó donde ella consideró que debería estar la página de registro.

Un cambio en la suerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora