El Inicio

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Aun recuerdo cuando mi madre me hayo en mi habitación con las manos empapadas de sangre de hámster, su rostro estaba pálido y llena de miedo, parecía que su sangre se hubiese helado a pesar de que afuera hacían 37°c de calor.
Ese día fue horriblemente caluroso y estaba recostada tratando de dibujar en mi cuadernillo, quería concentrarme y dibujar algo lindo para colgar en mi habitación, pero no lo lograba, sentía un zumbido horrible en mi cabeza, que no cesaba, trate de encontrar de donde venia, era un zumbido demasiado bullicioso como para que solo estuviese en mi mente, como las veces anteriores. Busque y busque en mi habitación hasta que logre ver de dónde venía ese sonido tan irritante, provenía de la jaula de mi hámster, Lú, era su maldita palpitación, era su maldita sangre corriendo por sus venas el endemoniado sonido que no me dejaba dibujar tranquila. Trate de ignorarlo, pero a penas pasaron 5 minutos y volví a desesperarme, no encontré otra forma de callar su sangre, y la verdad no me arrepiento, solo lo tome desde su estomago, muy pequeño a todo esto, y lo empecé  a golpear contra la pared, al principio chillo muy fuerte y eso solo me desesperaba aun mas, pero al paso de los golpes, sus chillidos iban cesando y apagándose lentamente al igual que sus palpitaciones, apreciaba demasiado ver salir a borbotones la maldita sangre de la rata a través de sus ojos y hocico, y exactamente ahí, es donde mi madre entro a mi habitación, de seguro se alerto por los micro-chillidos que producía esa rata asquerosa. Ella solo me miro, de la misma forma en que el hámster me miraba cuando lo azote la primera vez contra la pared, una cara de terror. Ella no lo entendería, ella no entendería las razones de por qué lo hice, porque de seguro ella no sintió ese horrible zumbido. Esto paso cuando llevaba 3 meses de cumplir mis 7 años.
Y fue desde ese día que mis padres tomaron la estúpida iniciativa de enviarme a un psicólogo 3 veces por semana.
Luego del “incidente" del hámster, siguieron sucediendo algunos otros. El siguiente fue con el gato del vecino de enfrente, el señor Paul. La verdad no tenía nada en contra de su gato, era un gato muy lindo y suave, con un pelaje maravillosamente blanco y esponjado y no me molestaba nunca, siempre me iba a saludar por las noches a través de mi ventana, lo que si me causaba problemas era el señor Paul, era un anciano decrepito que siempre me saludaba con sus arrugadas manos y su olor a perfume de anciano mezclado con un pestilente olor a axila, era como si solo intentase cubrir sus olores humanos con perfume. Y luego de saludarme saludaba a mamá, pero no de la misma manera en que lo hacía conmigo, al contrario o aun más allá, el coqueteaba con mi madre, le decía siempre que se veía bastante bien y que su trasero lucia estupendo y porquerías asquerosas que escupía su asquerosa boca faltante de dientes. Así que lo decidí, ¿Qué podría hacer para que de alguna forma se callara?, al menos por un tiempo.
Aproveche una de las noches en que su gato Nieves pasaba a saludarme por la ventana, prepare todo, así que a penas llego, lo invite a entrar a mi cuarto, incentivándolo con un frasco de alimento, de esos que son como alimento húmedo, empapado en salsa y huelen asqueroso. El gato ingreso a mi cuarto y mientras se engullía el alimento que le deje yo lo acariciaba y podía sentir su vibrante ronroneo en mis manos. Cuando Nieves acabo con la lata de alimento, se recostó en una esquina de la habitación de mi cuarto, tome un cajón vacío de mi cajonera y me acerque al gato que aun seguía ronroneando, cuando llegue donde estaba el, me arrodille, lo acaricie y le dije entre susurros “lo siento Nieves, no es por ti, es por el anciano asqueroso del señor Paul” y luego de eso, tome el cajón y con una de las duras esquinas de madera le di un golpe certero en la peluda frente blanca que tenia, y al instante el gato parecía desmayado mientras corrían pequeñas gotas de sangre por su pelaje.
Tome a Nieves, que ya se encontraba medio muerto y lo coloque dentro de una bolsa de plástico del supermercado al que solía ir mamá para que con su sangre no manchase nada, y luego lo metí en mi bolso de la escuela, para que me fuera más fácil cargarlo. Baje a la cocina muy despacio para no despertar a mis padres, me acerque a la cajonera de los cuchillos de cocina, habían muchos, pero me decidí por el más pequeño y brillante, lo saque y lo metí junto a Nieves. Salí por la puerta trasera de la casa y cruce la calle para llegar a la casa del viejo señor Paul, me pare en su entrada y susurré “maldito viejo asqueroso, ya verás quien tiene bonito trasero”, me escabullí entre las sombras hacia el patio del señor Paul y saque a Nieves de mi bolso y de la bolsa en que venía envuelto, lo estire en el césped y a continuación saque el cuchillo de casa. Acaricie a Nieves una vez mas y procedí a cortar su torso de forma transversal, costaba mucho cortar su carne, era bastante dura y me costaba afirmarla ya que su sangre me imposibilitaba poder agarrar bien su piel. Mientras iba cortando veía el hermoso contraste que hacia el color rojo escarlata de su sangre mezclado don el blanco brillante de su pelaje.
Cuando termine de cortar al gato por la mitad me levante y me limpie las manos en mi pijama de dos partes, aunque intentaba sacarme toda la sangre de las manos, no podía, me limpiaba y se me pegoteaba aun mas con la sangre que ya había dejado en el pantalón, así que lo deje así nada más. Tome la parte superior de nieves y la lleve a la puerta frontal de la casa del señor Paul y lo deje medio-metido en la puerta de mascota que tenia. Volví al patio trasero y mire al cielo, ya se estaba aclarando y estaba empezando a hacerse de día, debía apresurarme si no quería que me atraparan, así que tome la parte de debajo de Nieves y pensé “que bonito trasero, ¿no es así señor Paul?” y lo deje también entre-metido en la puerta de mascota, pero esta vez en la puerta trasera, pensé en escribir con la sangre de Nieves “que bonito trasero” en la escalera de entrada de la casa, pero sería demasiado evidente y a demás ya no tenía demasiado tiempo, así que solo lo deje ahí. Agarre mi bolso, el cuchillo de mamá y la bolsa de supermercado y corrí hasta mi casa. Al entrar lo primero que hice fue ver la hora, está bien, eran recién las 4:00 am. Tome otra bolsa de supermercado de mamá y subí de puntitas la escalera hasta mi cuarto. Llegue y metí en la bolsa nueva y limpia de supermercado el cuchillo de mamá, la bolsa antigua y ensangrentada y me saque el pijama de dos partes y también lo metí ahí. Para mi suerte, tenía dos pijamas idénticos, ya que mamá los compro en una oferta de 2x1, ella siempre aprovechaba esas ofertas. Así que me puse la pijama limpia y la bolsa con las cosas sucias la escondí dentro de mi armario, y así el día siguiente, camino a la escuela, desecharlo en algún bote de basura ajeno.
Me recosté en mi cama, feliz de la obra de arte que había hecho y solo me dormí.
A las horas después desperté, ya que había escuchado un grito desgarrador, yo tenía claro quién gritaba y solo sonreí, al fin el estúpido señor Paul nos dejaría tranquilos. Al mes después, el señor Paul se mudo de casa.

MaddisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora