CAPÍTULO 1.1

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NACHO (1.1)

Definitivamente iba a ser un día caótico. Nacho tendría que despertarse temprano para poder coger el bus e ir al colegio con su hermana, al tiempo que seguramente aún estaba con el desayuno en la garganta. Luego, ya en la escuela, quedaban por delante seis aburridas horas de clase mientras recibía alguna desagradable nota de evaluación, pues el final de trimestre estaba peligrosamente próximo. Por la tarde, nada más terminar de comer, tocaba ensayo con su grupo y luego, salir corriendo al gimnasio donde a toda velocidad se pondría el kimono para realizar su deporte favorito: judo. Por último, por la noche era la hora de la cena con la clase y, todo el mundo sabe que después de una cena de esas, toca ir de fiesta por Vinos, la mejor zona de marcha de toda Europa en opinión de Nacho.

Pero para eso aún quedaban unas horas. Un pitido le despertó de sus pensamientos: el microondas había acabado de calentar la leche que se tomaba en su habitación después de cenar. Abrió la puerta del aparato y sacó una caliente taza que soplándola, la transportó hasta la mesa. Desvió la mirada hacia la ventana para ver si el tiempo había mejorado un poco. Pero seguía lloviendo con intensidad; las nubes negras cegaban la luna y tendían su manto de tinieblas sobre los tejados de la ciudad. El clima era todo lo contrario al de los días anteriores en los que había lucido un sol espléndido. Gota tras gota, la lluvia acribillaba con rabia las ventanas y empapaba las calles provocando que en el exterior hiciese mucho frío, más del que normalmente hace en Vigo, Galicia.

Nacho Arregui se vio reflejado en el cristal de la ventana. La imagen estaba distorsionada pero se reconoció al instante. A sus quince años, el muchacho era muy atractivo y su peinado castaño jaspeado de rubio era la envidia de multitud de chicos de su edad; lo tenía largo por atrás hasta la altura de los hombros y un tanto cardado, similar a algunos de sus ídolos del rock como Poison, White Lion o Ratt. Al muchacho le encantaba su pelo; había tardado varios años y un sinnúmero de enojos con su madre para dejarlo como a él le gustaba. Su mirada reflejada en el cristal se encontraba cansada a origen de todas las desdichas que había sufrido últimamente. A pesar de esto, el color habitual de sus ojos permanecía intacto: oscuros y grises, del mismo color del firmamento en una noche nublada de otoño. Según sus seres queridos, eran concentrados y enigmáticos, aunque también serenos y soñadores, románticos; distintivo que manifestaba muy bien la personalidad del chico.

Separó la silla de la mesa de reproducción renacentista y se sentó. Su mirada se posó en el vaso de leche y sus pensamientos empezaron, de nuevo, a flotar. <<¿Por qué mi vida se ha complicado tanto en tan poco tiempo?>> se preguntó Nacho mientras jugueteaba con la cuchara, dentro de la taza, recreando pequeños remolinos en la leche. Su vista se centraba en ella, viéndola girar y girar hasta que al final, sus ojos se posaron en su madre, que acababa de entrar en la cocina y con el rostro descompuesto observaba a su hijo. Vestía una bata negra regalada un par de años atrás por su marido en su cuarenta aniversario, cuando, según ella, acababa de entrar en la "Edad de Plata". Pocas mujeres son las que aceptan el paso del tiempo que irremediablemente se refleja en sus rostros, pero su madre siempre lo había aprobado de muy buen grado tomándolo por algo natural.

Esperanza era de esas mujeres de dos caras, o al menos eso decían sus compañeros: en su trabajo como abogada paseaba siempre arreglada y elegante por su bufete, manteniendo su reputación de estar considerada como una de las mejores en el complicado mundo del derecho; por el contrario, por la casa y calle vestía con colores vivos y ropa cómoda que la convertían en una mujer joven, atractiva y, para muchos, irresistible. Aunque ya estuviese dentro de los cuarenta, se conservaba muy bien y era muy guapa; en varias ocasiones había provocado silbidos y piropeos de personas que pasaban a su lado por la calle ansiando poder saborear su perfecto cuerpo de musa.

Su cabello rubio veteado de castaño resultaba armonioso con sus ojos azules y expresivos, penetrantes. No obstante, en aquellos días se encontraban cansados y nublados, terriblemente tristes; como si acabara de sufrir una fuerte conmoción de la que tardaría mucho tiempo en recuperarse.

Madre e hijo intercambiaron una mirada apenada.

-Cariño, ¿te ocurre algo? –preguntó Esperanza, arrastrando las palabras, sabiendo que la simple respuesta que iba a recibir de su hijo era un <<no>>.

-No, nada –declaró Arregui, negando con la cabeza-. Tranquila, mamá.

Esperanza suspiró y asintió en silencio. Dio por hecho que la conversación ya había terminado, así que se volvió y cuando se disponía a salir por el mismo lugar por el que entró, Nacho continuó hablando:

-Mis problemas son los típicos de un adolescente de mi edad. Sin embargo, a papá si le pasa algo, ¿qué le ocurre?

La pregunta pilló por sorpresa a Esperanza, quien no pudo evitar que su mirada cayese al suelo mientras una lágrima lenta descendía por su mejilla. Se acercó a Nacho y se sentó a su lado dejándose caer en una de las sillas adornada con imitación barroca. Se despojó de la bata quedando ataviada con un vestido de encaje para dormir del color del más puro copo de nieve. Le tomó la mano a su hijo y con voz trémula respondió en un murmullo.

-No lo sé...

El muchacho la miró en silencio y no pudo aplacar una pequeña contorsión de tristeza

-No lo sé, cariño... Desde hace unas semanas, tu padre está muy extraño, distanciado: casi no duerme y los días que lo hace se despierta sobresaltado y gritando consumido por sus pesadillas; pesadillas que tampoco me cuenta. Cuando no se acuesta, se pasa toda la noche observando por la ventana mientras llora en silencio. Él piensa que no le oigo, que estoy dormida, pero..., pero...

Arregui tragó saliva.

-... Le he preguntado en varias ocasiones qué es lo que le ocurre, sin embargo no me quiere contar nada; me evita, te evita, evita a tu hermana Natalia... Nos evita a todos... Hace ya un par de semanas que no queda con ninguno de sus amigos, hace tiempo que no va al trabajo, hace tiempo que...

Su voz se ahogó en un llanto de consternación.

-... Tu padre ya no es el mismo y no sé por qué...

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⏰ Last updated: Jan 13, 2017 ⏰

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