Palabras Que Condenan

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Atardecer de un Viernes de verano...

Ricardo había encontrado un buen trabajo, esas vacaciones, laboraba como asistente de farmacia y le iba realmente bien, salio temprano ese día y tras cobrar la quincena, compro una cajetilla de cigarrillos, era la tercera que compraba en el mes, aquel habito se habia convertido en un vicio, un vicio que había adquirido hace tres o cuatro meses, desde que decidió abandonar la iglesia de forma definitiva.

Se detuvo como todos los Días, en medio de la plaza de aquella ciudad, la comisura de sus labios se elevo, al observar a la chica de cabello rojizo y piel blanca que cada tarde se reunía con sus amigas en aquel lugar, su sonrisa era cautivadora, su risa como una sinfonía para sus oídos, se preguntaba cuan interesante podría ser aquella conversación, pero en realidad quería poder conocerla, esa hermosa criatura, se había adueñado de sus pensamientos desde el primer día.

Era nueva en la ciudad o al menos eso había escuchado, no conocía nada sobre de ella, pero senlaclía extrañamente atraído, algo en ella era distinto a otras mujeres, sus ojos los cuales había podido admirar en un par de ocasiones, reflejaban pureza e inocencia, no se atrevía acercarse a ella.

Prosiguió su camino hasta la estación del metro con el fin de volver a su casa o mas bien la casa de Antonio, como se repetía a si mismo todos los días. Colocó los audífonos en sus oídos y ocultó su rostro bajo la cubierta de su chaqueta. Enmudeció mientras esperaba llegar a su destino, tan solo concentrado en la música.

El metro se detuvo, se levanto del asiento, salió de la cabina, sabio las escaleras, salió de la estación, cruzó la calle y doblo la esquina llegando a casa.

-¿Que tal te fue en el trabajo, Ricardo? -preguntó su madre al verlo cruzar la puerta.

- bien -se limito a decir sin verla a la cara, paso a su habitación y cerro la puerta con llave, después de toparse con las miradas tristes de sus dos pequeños hermanos, tiro sus cosas sobre el escritorio y sentándose con las piernas dobladas, apoyado al espaldar de su cama, encendía un cigarrillo, llevándolo a su boca.

-No lo hagas, Ricardo. Esté no eres , no eras así. -Las palabras llegaban a sus pensamientos, hablándose así mismo, pero el humo escapaba de sus labios una vez mas, al tiempo de recordaba las palabras de su padre, tan audibles como aquel domingo.

Ese Domingo de Abril, en ese mismo lugar...

-Y mi opinión, ¿mi opinión no cuenta en esta casa?, no cuenta para ti - replicaba el muchacho, tomando del brazo a su padre para poder llamar su atención.

-tu opinión dejo de importar cuando decidiste convertirte en un rebelde -respondió el mayor con expresión neutral. -mientras vivas debajo de este techo harás lo que yo diga. -sentencio enfurecido, Soltándose de su agarre.

-perfecto si eso quieres entonces me voy -Amenazo el moreno.

- ¿irte? -refuto Antonio riendo - por favor Ricardo no digas barbaridades, ¿a donde piensas ir?, ¿de que piensas vivir?, o es que piensas vivir de la musica mundana, esa que tocas, dejame decirte que decirte que de eso no se vive, hay que trabajar para comer, hay que saber hacer algo, ¿ tu sabes hacer algo?- preguntó irónico, claro que sabia, el chico quiso protestar pero no lo dejo - y aun si lo supieras, nadie te daría empleo porque no tienes experiencia laboral, hay que ser profesional para sobrevivir en este país, porque con trabajitos de medio turno no podrás mantenerte ni a ti solo -aseguro -pero si quieres irte entonces vete -hablo con severidad enmudecimiento al joven un instante

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⏰ Última actualización: Jan 17, 2017 ⏰

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