PRESO DE UNA DOCTRINA

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Un Domingo del mes de Abril...

-Ya dije que no quiero ir a la iglesia -replicaba Ricardo a su padre. La actitud del joven en las ultimas semanas, resultaba completamente extraña para sus padres, él nunca se había mostrado rebelde y al contrario era un joven atento, responsable y apasionado por el servicio en la iglesia, sin embargo se enfrentaba día tras día a grandes conflictos emocionales, conflictos que sus padres desconocían y en ignorancia terminaban juzgando con severidad la conducta de su hijo.

Ricardo era un joven de 17 años alto y apuesto, piel morena, castaño, ojos cafés, que formaba parte del grupo de adoración, de la iglesia de sus padres al cual pertenecía desde que cumplió los 12 años, su papel era tocar el bajo pero en secreto también cantaba un poco, en una tonalidad especial, que algunos consideraban ruidosa, pero a mi parecer era melodiosa, una de las mejores voces de aquella congregación, un talento innumerable que prefirió ocultar, tras respeto a una doctrina establecida y aunque á su mayor pasión era la musica; su mayor sueño ser un musico profesional, aquel anhelo de convertirse en un salmista reconocido, se vio opacado, tras el prejuicio de su padre, que consideraba sus gustos una falta a sus costumbres cristianas.

Instruido y entregado desde el vientre de su madre al evangelio cristiano, Ricardo fue un niño obediente y de conducta ejemplar, el orgullo de sus padres y ejemplo de sus hermanos, pero en los últimos años de su adolescencia comenzó a sentirse atraído por otras cosas, prefería salir con sus amigos a fiestas, que asistir a los sábados juveniles, quedarse viendo una película, quizás utilizando el internet o las redes sociales, jugar fútbol o ir al cine, conductas que su padre consideraba una perdida de tiempo, conductas " mundanas" inaceptables para un joven cristiano y así entre tantas restricciones, agobiado por las emociones, conquistado por las tentaciones, poco a poco se fue alejando de DIOS aun cuando no faltaba a ningún servicio de domingo.

Ricardo había empezado la universidad, hace poco, estudiaba el primer semestre de ingeniería, era uno de los mejores de su clase, siempre lo había sido, destacaba en su habilidad por las matemáticas e incluso daba tutorías a sus compañeros. Siempre hacia alarde de su talento en bajo, que era bastante notorio, aunque al principio entonaba musica cristiana últimamente tocaba música de AC/DC o mago de Oz, llegaba admirar a Alexander Trujillo mucho mas que a cualquier otro bajista, hace tiempo se interesaba por el rock secular incluso más de lo que le podría haber gustado Pablo Olivares, Rojo o Barak, musica que ha oídos de Edgardo, no tenia diferencia, resultaba igual molesta, ruidosa, una " imitación del mundo" y representaba un motivo frecuente de discusión con su hijo, sin darse cuenta de su error lo empujaba con su severo jucio a ese "mundo" tan temido.

-No te pregunte si quieres ir, iras y se acabo -levanto la voz el mayor perdiendo la paciencia. La batalla de rivales se formo entre sus miradas, Antonio salio de la habitación del chico azotando la puerta no entendía la rebeldía tan " repentina" de su hijo. Ricardo no soportaba las exigencias de su padre, no quería seguir viviendo, preso de una doctrina. Esto no era repentino, se sentía cautivo desde hace ya varios años y su paciencia había llegado al limite.

Ese mismo Domingo del mes de Abril una hora y unos minutos mas tarde...

La Familia Montenegro, llegaba al local de la congregación, son los primeros en llegar, el hermano Antonio Montenegro tan elegante y recto como siempre ocupa su lugar como diacono principal, su esposa Raquel presidente de la sociedad de damas, se dirige al púlpito para tomar la dirección del servicio, sus dos hijos pequeños, los mellizos Josue y Caleb ocupan puestos cercanos entre las bancas, la mirada severa de su padre les indica guardar compostura y para Ricardo el hijo mayor mantener aquella apariencia de familia inquebrantable, le parece insoportable, se dirige al baño a fin de guardar el aliento, no sin antes recibir la mirada amenazante de su padre, que decide ignorar una vez más.

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