Capítulo 3

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Además de una linda cicatriz en mi pie, tenía una bonita y metafórica patada en el culo.

Ya habia pasado una semana desde esa penosa conversación con mi madre. 

Me vi obligado a sacar algo de dinero para los gastos de una cuenta bancaria secreta que tenía con el nombre de Zalo Franco, porque hasta que no cumpliera mi parte del trato (osea acudir con el dichoso psicólogo) no iba a ver un solo misero peso en mi cuenta. Luego de pasar por el cajero, fui a dejar mi ropa en la tintorería y a comprar media docena de empanadas de jamon y queso en una rotisería de la zona a 30 cuadras de mi comoda casa. Caminar no me parecía una opcion asi que espere en la calle a que pasara un taxi. Solo tuve que esperar un momento ya que casi un minuto después un taxi doblo en la esquina vacío y en mi dirección. Antes de que el rico olor de mi comida atacara con furia mis fosas nasales ya estaba volviendo a casa.

Volviendo a casa con mis ricas empanadas no pude evitar sonreír al pensar que, al menos, servía para esconder algo de dinero. Después de pensarlo detenidamente <<Cuidado, estupideces delante, lea con cuidado>> ¿quién podría llegar a suponer, aunque sea por un momento, que yo tendría una cuenta aparte y con el nombre del novio de mi mejor amigo? Nadie. Soy un genio, quizás ese sea mi don, esconder plata, a lo mejor si <<Prometí escribir esto con sinceridad, pido disculpas por estas estupideces>> me pongo una oficina por ahí vengan a mi empresarios multimillonarios que quieren esconder su bien ganado patrimonio sin que los descubra el gobierno, entonces yo cobro una comisión digamos... interesante. Dichos empresarios estarán más que agradecidos conmigo y nadie va a decir que no hago nada de mi vida. Puedo imaginar cómo hablarían...

—¡Hey! ¿y Dennis?.
—Ah! El ayuda a empresarios a esconder plata del gobierno, con lo que ganó se compró una isla paradisíaca y vive tranquilo sin que nadie le rompa las pelotas.
—¡Excelente!

Si, ya me lo puedo imaginar, sentado en una hamaca, con un cóctel servido en un coco cortado al medio ... ¿Debería usar sombrero? ¿Lentes de sol oscuros o de color? ¿Tendría que cobrar en pesos o en dólares? ¿protector solar?<<Fin de delirios mentales>>

Mientras estaba en el taxi, contemplaba los edificios del centro de la ciudad pasar. Parecia una continua carrera entre estos y el taxi, quedando siempre atrás los edificios. He llegado a preguntarme que pasaría si los edificios cobraran vida,

 ¿Hablarían nuestro idioma? 

¿Qué dirían?

 ¿Estarían cansados después de estar tanto tiempo en pie? 

¿Nos asesinarían a todos por haberles pintado grafitis?

El taxi paró haciendo que de una pequeña inclinación hacia adelante, sacándome de mis cavilaciones. Al bajar, pude observar detenidamente el moderno y lujoso edificio que se erigía delante mio y al cual debía ingresar. Un escalofrío recorrió desde la punta de mis pies hasta el pelo mas largo de mi cabeza. Sabia que entrar era una victoria para mi madre pero no solo era eso lo que me hacia odiar ese edificio... algo mas me incitaba a irme de ahí inmediatamente. 

Después de casi media hora esperando en una incomoda salita de espera que contrastaba mucho con la fachada del exterior pude entrar a la oficina del Doctor Lamuraglia. Ah, ese viejo, la ultima vez que vine, parecía caerse a pedazos. Al entrar parecía no haber nadie así que me acosté en un pequeño diván. Estaba en la típica pose de un trastornado esperando que le avisen que necesita una lobotomia frontal urgentemente. Mientras estaba acostado en el diván esperando que entre mi psicólogo, mi mente divagaba alrededor de la  habitación y sus objetos, las estanterías llenas de libros con lomos de piel que, aunque no tenían polvo, no daba la sensación de que hayan sido leídos en años, la cabeza de un maniquí a la mitad con lo que vendría a ser un modelo a escala del cerebro , diplomas por la pared, y una cantidad innecesaria de adornos sin forma definida que nadie debe saber que son o para que sirve. Aquel lugar era tan frío, tenia la impresión de que hacia falta algo, no había siquiera una foto familiar, ni una planta de plástico, nada que te hiciera sentir cómodo, el mensaje era claro " Solo trabajo", como si el dueño del consultorio quisiera decir que no le interesaba absolutamente nada de tu vida y que estés acá es solo trabajo y plata.
Cuando la puerta se abre emite un chirrido mortal para mis oídos y la resaca que tenia ¡Señor! Quieren acabar conmigo. Una mujer mayor entra y se sienta en el sillón junto a mi y como por arte de magia saca un cuaderno y un bolígrafo.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2023 ⏰

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