Cap. I

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Aquella noche no podía ver nada. Era indudable que una vez más, el alcohol había hecho mella en mi organismo, en mi persona, podría describirse como la madre de todas las borracheras. Recuerdo que alguien me sentó en un banco. Noté su brazo por encima de mis hombros mientras decía cosas por su boca que yo no podía entender. Yo sólo deseaba que mis dos ojos enfocaran hacia el mismo sitio, y el no conseguirlo me hacía sentir muy mareado, cada vez más hasta quedar tumbado en el banco. Entonces ella se puso de cuclillas en el suelo, apoyando su cabeza en mi estómago.

Desde ese momento supe que me estaba cuidando. Noté como intentaba escucharme el corazón. Cerré los ojos y le dí las gracias entre balbuceos. Ella me dijo que no me preocupara, que estaba allí para ayudarme. Su tono dulce me relajó muchísimo. Ahora sabía que estaba en buenas manos. Me pidió que me pusiera en pie sin abrir los ojos. Aquello me pareció una tontería, pero funcionó, podía andar para llegar a mi casa. Pero no podía abrir los ojos, pues me marearía de nuevo. Ella me volvió a agarrar por encima de los hombros y me guió hasta mi casa.

No recuerdo nada más de aquella noche. Por la mañana amanecí en mi cama con el pijama puesto y un vaso de agua en la mesilla de noche.

He visto hoy a un viejo amigo, y le he contado la grandísima borrachera de ayer. Le conté que alguien me llevó a mi casa, y me acostó. Sorprendido me preguntó que cómo había dejado entrar a alguien en mi casa, sin saber quién era.

Contesté: 'Amigo, es indudable que ella me conocía, puesto que sabía cuál era mi casa. Cuando ella puso su cabeza sobre mi, pude sentir sus intenciones, sus brazos sobre mis hombros fueron mis piernas, sus ojos mis pies y su cuerpo mi abrigo. No sé quien era, pues sólo me dijo una frase; que me cuidaría. Y la creí.'

'Pero, te podía haber robado, no la conocías...'. Me dijo mi amigo.

'Creo que me ha robado algo, tienes razón, pero no es algo material. Ella apareció de la nada cuando más la necesitaba. Me dijo lo que necesitaba oír. Me cuidó. Me hablaba para calmarme, sé que ella me entendía cuando balbuceaba, pues me contestaba. Creo me ha robado mi persona, mi yo. Cómo puede alguien conocerte tan a fondo,...'

'No te comas más la cabeza, pareces tonto, habrá sido tu novia.'. Concretó mi amigo.

Tenía que serlo. Sólo ella me aguanta en una borrachera tan descomunal.

Me fui con mi amigo a la cafetería, para encontrarme con mi novia, donde nos esperaría con algunos amigos. Nos besamos, y antes de abrir mi boca para hablar, escuche una voz: 'vaya pedo tenías anoche, si no te llevo a casa, duermes en la calle'.

Mis ojos se giraron hacia la boca de mi novia, pero ella estaba enmudecida. El tiempo se paró.

Mi mente intentaba recalibrar toda la situación. Llevaba un día enamorado de quien yo creía mi novia, de aquella misteriosa persona que sólo podía ser ella; pero no. Descubrí en un solo instante que el amor es injusto. Otras personas sólo hubieran visto a un chico alcoholizado, el cuál no puede ni llegar a su casa, pero ella sólo quería cuidarme; y lo hizo. Eso es Amor. Yo no entendía nada de lo que ella decía, pero me hacía sentir bien; y además ella se reía de mis balbuceos. Eso es amor. Me dio su calor, me arropó en la cama. Eso es amor. Y sin embargo, mi amor se lo dedico a otra persona...

Y yo me pregunto: acaso yo no sé lo que es el amor. Pensará mi amiga como yo: que mis actos son injustos para ella. Cuando dijo aquella frase en el bar, yo giré mi cabeza y la miré fijamente a sus ojos, y se hizo un silencio.

Yo también la conozco a ella, y es una persona tan habladora, que su silenció habló por ella. Me quedó claro: ella creía también en las injusticias.


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