13 de Enero

38 5 0
                                    

          Era una cálida tarde de verano, volvía del trabajo pensando en lo difícil que fue la prueba que me tomaron ayer en la universidad, cuando de repente lo vi. Estaba parado en el vagón de al lado leyendo un libro, con su lentes, su pelo rojizo tapado por una gorra y su camisa negra rayada. A su derecha estaba sentada una señora con un un bebe en su regazo, que al parecer él le dejo el asiento dado que no había ninguno libre en todo el tren. Pasamos por un túnel y la oscuridad apareció. Luego de unos 30 segundos la luz volvió y fue en ese entonces en el que lo vi a él mirándome fijamente sin disimular y en menos de un instante mis mejillas se tornaron coloradas, no podía más, cerré los ojos por 5 segundos y al abrirlos apartó su vista de mí. La siguiente estación era la mía, debía bajarme pero no quería dejar de mirarlo entonces me bajé en la siguiente estación.

          Al bajar me di cuenta que estaba totalmente perdida, pero finalmente conseguí llegar a mi casa. Al llegar me di cuenta que ya era estaba anocheciendo y me apuré a entrar. Al entrar me vi en el espejo: una simple chica de 21 años, bajita, con 5kg de sobrepeso, pelo marrón largo y un par de ojos del mismo color. Fue en ese instante en el que me dije "¡Mia! ¡Él no te va a dar bola!", luego de eso me vi con cara de fracasada y resentida con la vida por no haberme dado un cuerpo de revista. Finalmente saque de mi vista a esa tortura llamada reflejo y pedí una pizza.

          Y así pasaron los días, lo comencé a ver en cada viaje de vuelta a casa, nunca faltaba su resplandeciente belleza ni su cálida mirada concentrada en su libro, al que cambiaba cada semana. De vez en cuando su mirada iba hacia a mí, pero no tardaba más de 5 segundos en volver a su libro. Todos los días me bajé una estación después de la mía simplemente para verlo 8 minutos más.

          Y fue el 25 de Febrero el día en el que me dirigió la palabra por primera vez. Yo estaba sentada lo más tranquila cuando de repente el asiento de enfrente mío se desocupo y él se sentó en ese lugar. Estaba temblando, no podía ni mirarlo a los ojos, apuesto a que estaba como un tomate. Y por fin llegaron mis 30 segundos de paz, el túnel. Pero esa paz se termino en el momento en el que reconocí su silueta, ¡estaba mirándome! Y al hacerse la luz me miro a los ojos y vi que su boca se movía, como si me estuviera preguntando algo, yo como una tarada hice de cuenta que no vi nada y aparte la vista, no sabía si en realidad me estaba hablando a mí, cuando de pronto me da una palmadita en la rodilla y me pregunta algo que no entendí, porque los latidos de mi corazón me ensordecían, le dije que no entendí lo que me pregunto, que estaba distraída, y me respondió con una sonrisa mientras me preguntaba la hora. Todavía no sé si ese fue el peor o el mejor día de mi vida, porque me hablo, pero quedé como una tarada distraída. Ese día me bajé en mi estación, no soportaba más estar tan cerca suyo habiendo quedado tan mal. Al bajar mire hacia atrás y lo vi a él mirándome por debajo de la cintura, me sentí desnuda, mis mejillas no tardaron en ponerse coloradas, mi corazón palpitaba rápido. Estaba mirándome!

El chico del trenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora