01: La sonata del Diablo.

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Bailar era una cosa que me apasionaba hasta el alma, era una manera de vibrar en la música y hacerla tuya. Cuando era niña la primera vez que presencie el ballet fue con La bayadere, un recital de origines rusos. Fue una de las cosas más esplendorosas que vi y escuche a mis siete años de edad, me maravillo e hipnotizo tanta perfección de parte de la música como de las bailarinas. Agradezco infinitamente a mi abuela por adentrarme al mundo de ballet, porque desde ese día ya no pude salir.
Lo primero que hice al llegar a casa fue implorarles a mis padres que me inscribieran a clases de ballet, quería moverme tan perfectamente como las bailarinas que acaba de presenciar.

Mi primer acto en un escenario bailando ballet fue dos años después ese día, interpretando El cascanueces. Juro solemnemente que no me sentí más plena que en ese momento, en el que salí con mi tutú y di todo de mí en el escenario, a pesar de que no fuera una de las bailarinas principales. Fue completamente asombroso, nuevo y excitante.

Ahora a mis diecinueve años aún lo practicaba, más profesionalmente claro. Ahora de camino al estudio de danza al que pertenecía, con la pieza del El laberinto del Fauno en violín y piano resonando en mis oídos gracias a mis audífonos, sabía que había tomado una de las mejores decisiones el día en que les pedí a mis padres introducirme al ballet.

Lo primero que vi cuando entré al edificio de piedra que constituía la Academia Rajmáninov de Ballet, fue el poster de la siguiente recital que sería presentado en la parte trasera de la academia en el anfiteatro, de nuevo El lago de los cisnes, hice una mueca de desagrado. La pieza es hermosa tanto para ver como para bailarla, sí, era perfecta a la vista y al oído, cualquiera había visto esa presentación por lo menos una vez en su vida, y justo allí radicaba el problema: había sido vista por todo el mundo, convirtiéndola en un cliché del mundo del ballet. Hace mucho que dejo de ser innovadora.

Nuestro corógrafo era uno de los mejores en su tarea, pero vivía en el pasado, los clásicos son cosas bellas, pero si no se crean nuevos recitales ¿Cómo planean que existan nuevos clásicos? Todos empezaron así; con una idea revoloteando por la cabeza, una idea nueva y, en su tiempo, fresca, que con el tiempo se hicieron lo que son hoy en día, pero todos empezaron así: experimentando con algo nuevo. Eso era algo que no entraba en la cabeza Rosenstock, nuestro corógrafo de origen Rumano.

Para mí era tan fácil imaginar nuevos recitales, con distintas melodías, nuevas y frescas. Pero por supuesto nunca se las he mencionado a nadie, ese era uno de mis grandes problemas mi timidez que rozaba lo estúpido. Porque así era, mi timidez resultaba un poco irritante, pero simplemente no tenía el valor suficiente como para dejar eso atrás, fui criada dentro de una burbuja creciendo como porcelana y delicada como una rosa. A diferencia de la referencia que hacía mi nombre: June, por June Carter, mis padres como obsesos al country y al rockabilly decidieron ponerme así en honor a la difunta cantante, la cosa era que Carter era valiente y divertida, todo lo contrario a mi.

Allison Burnett lo escribió, Britt Roberson lo actuó, y yo lo repito: Cada ser humano es una contradicción. Algunos lo esconden mejor que otros.

Adentrándome más en la academia, vi a Amélie Charpentier mi primera maestra de ballet. Esa mujer era joven cuando inicio en la enseñanza pero eso no minimizaba su talento, ella me enseño todo lo que se.

—Me alegra tanto verte por aquí, June —es lo primero que dice antes de atraparme en un abrazo.

—A mi también, maestra Charpentier.
—Deja de llamarme así, ya no soy mas tu maestra, dime por mi nombre —acuna mi rostro entre sus cálidas manos—. El día de ayer te vi bailar, en las practicas, no puedo creer que hayas crecido tanto.

Listón rosa. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora