Capítulo 2- Libros

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Un sonido ensordecedor salió de la pistola, solté y tiré la pistola al suelo. Me pregunté qué había pasado. No confiaba en ese objeto. No supe si guardarlo o dejarlo en el suelo e irme de allí. Pero recordé que lo encontré junto a botes de comida conservados sobre la fuente. Algo debió de dejarlo allí. ¿El pájaro? Puse el arma en mi mochila.

Cuando se hizo de noche encontré un minúsculo pueblo en el que entré y me instalé en una casa para dormir. La noche fue tranquila, aunque en mis sueños ese pájaro salía disparándome con el arma, en ese momento recordé que era. Una pistola, que podía herir, que podía matar. Me desperté de golpe, miré la mochila y cogí la pistola con miedo. Salí de la casa casi corriendo para ocultar aquella pistola. La oculté por si había alguien más en este mundo o por mí, no quería tener ese objeto mortífero cerca. Volvía a la casa y agarré mis cosas para volver a partir. Cuando llegué fuera del pueblo vi algo, algo que me asombró. Me escondí detrás de unos arbustos para contemplar aquella figura, un animal mucho más grande que el que había visto el día anterior, mucho más hermoso. Comía hierba en la cuneta del camino gris. Orejas, cuatro patas, cola, ...cuernas majestuosas. Me acerqué un poco más, agachado. El animal giró las orejas, levantó la cabeza y se marchó corriendo. Salí de mi escondite. El animal desapareció entre los árboles de un bosque. Aquel ser era magnifico, pero tenía miedo de mí. Avancé hasta que llegué al lado de un río y una colina a unos metros del río. Rellené las botellas que llevaba y me estiré en la hierba de la colina. Miré el cielo que en él se dibujaban nubes, durante toda mi estancia en este mundo no me había fijado en ellas. Eran bellas, simples pero bellas. Por un momento tuve ganas de quedarme allí para siempre, pero debía andar. ¿Pero andar para qué? ¿Qué era lo que buscaba exactamente? ¿Algo inexistente? Me levanté a pesar de todas esas preguntas. Durante el camino volví a reflexionar sobre la estancia en un lugar fijo. Podía construir una casa y despertarme por la mañana en la misma cama, viendo el mismo paisaje, sentarme en la misma silla para comer, tener un hogar. La idea era tentadora pero el problema era que no sabía cómo construir una casa. Los días pasaron y seguía haciendo lo mismo que los días anteriores. El día 70 encontré algo realmente increíble. Pasé delante de un bosque sin intenciones de quedarme por la fobia que les tenía desde aquella vez que dormí en uno. Entonces oí un canto, un canto de pájaro. Eran más bien varios cantos distintos de pájaros distintos, nunca había oído eso. Entré en el bosque cuidadosamente. Me escondí detrás de un árbol y allí estaban. Cuerpos magníficos, animales. Había animales con cuernas, con pelo negro y más bien regordetes. Había toda una fauna allí. No quise acercarme mucho, pero me quedé un buen rato observando cada movimiento de cada animal. De repente algo bajó a gran velocidad del árbol en el que estaba escondido. Vi lo que era cuando llegó al suelo. Era un pequeño animal, peludo, marrón, con patas pequeñas y ojos grandes, con una cola que no hacía más que moverse. El animal me miró y se fue corriendo. Era asombroso. Luego me marché de allí. Vi que pájaros me seguían. Llegué a las afueras del bosque y seguí andando. Los pájaros ya me habían abandonado. Estuve pensando en lo que había visto y me hice preguntas. ¿Qué era esa variedad de animales? ¿Por qué no los había visto antes? Llegué en un pequeño pueblo que no estaba muy destrozado. Dormí allí esa noche. Por la mañana me desperté y todo giraba a mi alrededor, tenía mucho frío pero al mismo tiempo sudaba. No tenía fuerzas para levantarme. Me quedé allí en esa cama. Me quité la camiseta porque estaba mojada de sudor. Mi cuerpo entero estaba mojado de sudor. Me dormí otra vez. Me desperté por una pesadilla, detrás de la ventana ya casi era de noche. Intenté levantarme para beber porque mi garganta estaba seca. Me acerqué a mi mochila cogí el agua y bebí. Vi los botes de comida, debía comer pero no tenía hambre. Me obligué a comer un poco. Luego volví a la cama. Estuve así unos días. Al tercer día encontré algo extraño en mi cuerpo. En mi hombro había un puntito, como un pequeño agujero. Lo toqué. Supongo que no era nada. Me dolía extremadamente la cabeza, como si me lo estuvieran machacando con un martillo. Me levanté de la cama por el dolor al cuarto día. No tenía equilibrio todo giraba. Cerré los ojos y cuando los abrí puntitos blancos aparecieron en mi campo de visión. Intenté agarrarlos pero no podía, eran como fantasmas. Caí al suelo y ya no vi nada más. Me desperté en el suelo por la noche. Me encontraba muchos mejor. Me puse en la cama y bebía agua. Miré hacía la ventana antes de volver a dormirme, estaba nevando. Esos últimos días fueron extraños. Me levanté por la mañana, ya no me dolía la cabeza, no me sentía mareado y no nevaba. Me puse la camiseta y un abrigo para salir. El aire era fresco, pero no hacía frío, el sol me calentaba. Volví a la casa para coger la mochila y marchar. Empecé a andar otra vez durante muchos días ya que no encontré ningún pueblo o ciudad donde poder reposar y dormir. Por suerte antes de partir de aquella casa cogí unas mantas gruesas que encontré en una de las habitaciones, pero ya no hacía tanto frío. El día 92 ya no nevaba, ya no hacía prácticamente frío pero seguía abrigándome por si acaso. Encontré una pequeña caseta en un prado lejos de ciudades y pueblos me instalé allí pero las paredes de madera de la casa estaban podridas, seguramente por la lluvia y la nieve. Era húmeda pero agradable si te cubrías. Cuando acabé de inspeccionar la casa retiré todos los objetos que guardaba en mi mochila sobre una mesa. Me percaté que ya no me quedaba mucha comida. Vi los cuatro libros que tenía. Abrí uno. Me pasé horas intentando recordar esos símbolos. Y por fin recordé algo. En la cubierta del libro estaba escrito Historietas. Cuando mi celebro entendió esas letras me alegré, me alegré tanto que cogí el libro y empecé a girar páginas y a leerlas. Había algunas palabras que no comprendía pero eso ya me daba igual. Había entendido la mayor parte del libro. Cuando acabé el libro, grité de alegría, unas lágrimas salieron de mis ojos. Estaba realmente feliz. Empecé a leer los tres otros libros. Me pasé todo el día leyendo. Cuanto más leía más recordaba palabras y cosas. Leía cuentos infantiles pero eso no me bastaba, quería leer más y saber mucho más. Anduve por el camino gris durante unos días para encontrar una ciudad o un pueblo que tuviera biblioteca. El día 96 llegué a una ciudad. Entré en casas, apartamentos, tiendas... encontré una tienda donde había muchos libros. Mi búsqueda fue fácil ya que leyendo aprendí y recordé que era cada objeto. Me sentí poderoso y lleno de saber. En la tienda cogí una bolsa y la llené de libros. Llegué en una casa y clasifiqué los libros. Había libros de ciencia ficción, de filosofía, de historia, ... pero había muchos libros en muy mal estado. Las hojas mojadas, podridas, arencadas, y no se podían leer. En la casa no había libros así que me fue a un apartamento, donde encontré más libros. Que leí. Rebusqué entre estanterías, cajones y otros muebles pero no encontré más. Así que al día siguiente me fui en busca de otra tienda con libros o biblioteca. Durante mi búsqueda veía insectos en la calle, ratones que se escondían a mi paso, cosa que me extrañó. De repente veía muchos animales cuando antes no sabía ni que eran. Busque una explicación lógica. Puede que no los hubiera visto, o que no me fijara en ellos. Esas fueron mis dos únicas explicaciones. Vi un gran edificio, donde en un panel enganchado a la pared estaba escrito biblioteca. Entré entusiasmado. Cuando entré sentí una grande emoción. Las paredes, las mesas, las estanterías estaban llenos de libros que pudieron satisfacer mi sed de libros y saber. Me quedé allí a leer un montón de libros. Dormí allí aquella noche, en la biblioteca. Me desperté entre una multitud de libros. Después de comer y haberme despertado más volví a leer. En la biblioteca encontré un libro de medicina ese me lo guardé en la mochila, pensé que podría serme realmente útil. Busqué más libros o manuales de ese tipo o de construcción o de Historia, para saber cómo empezó todo. ¿Por qué estaba todo destruido, y por qué el primer día me desperté al suelo? ¿Por qué no había más humanos vivos? ¿Y por qué encontré ese cuerpo muerto pero los animales todos seguían vivos? Esas preguntas me atormentaban pero me frustraba aún más que no hubiera ningún libro que lo explicaba todo. La existencia de la humanidad. Puede que no buscara bien, pero era extraño que no encontrara los libros que buscaba en una biblioteca. Me pasé dos días más en esa biblioteca para poder leer casi todo, lo más importante. Durante esos dos días no encontré los libros que buscaba, eso me preocupó. El día 100 marché de la biblioteca para encontrar otra, pero esa ciudad parecía no terminarse nunca. Por suerte encontré una tienda de libros antes de que anocheciera. Entré y miré que libros había. Allí tampoco había ningún libro de Historia, solo había cuentos, novelas. A pesar de que no eran lo que buscaba cogí algunas para entretenerme, pero la oscuridad me impidió que leyera. Busqué un lugar donde poder dormir, pero entonces un sonido me paralizó, era un edificio derrumbándose. El suelo tembló ligeramente. Volvió a oírse ese mismo sonido, otro edificio, el suelo volvió a temblar. Me asusté. El sonido se repitió por tercera vez pero más cerca, el suelo tembló intensamente. Giré la cabeza hacía la derecha y allí estaba, un edificio derrumbándose a unos metros de mí. Corrí, corrí con todas mis fuerzas. Otro edificio se derrumbó, y otro. Parecía que la ciudad entera estaba cayendo. Uno tras otro los edificios se deshacían detrás de mí. No paraba de correr y súbitamente un trozo de cemento cayó justo a mi lado. Un trozo de edificio. Me asusté. No quería mirar atrás, porque sabía con qué me encontraría, edificios muriendo sobre mí, eso es lo que estaba ocurriendo. Corrí mucho más rápido, pero estaba cansado. Las piernas me ardían al igual que mi corazón. A unos metros de allí percibí la salida de la ciudad. Los edificios seguían derrumbándose. Salí de la ciudad, pero continué corriendo hasta que me giré para ver la ciudad que para mí ya era pequeña. Me paré, observé como todo se derrumbaba. ¿Pero qué había pasado? ¿Qué cojones había sucedido? ¿Por qué empezó a derrumbarse todo en el mismo momento? Respiré y tragué saliva. Me estiré en el suelo gris que estaba frío. Mi respiración era fuerte y acelerada. La adrenalina seguía corriendo por mis venas. No se veía nada, solo las estrellas y algunas formas, que no conseguía identificar, a lo lejos. Observé las estrellas. El viento removió mi cabello largo. Me levanté del suelo. Estaba todo muy oscuro. La ciudad ahora en ruinas ya no era más que una sombra invisible para mis ojos. No había luna y no tenía sueño, así que caminé. Después de lo que me parecieron unos minutos me paré, no podía continuar, estaba desorientado, perdido entre la penumbra. Me dormí.

A la mañana siguiente me desperté desconcertado, no sabía a donde me encontraba, No había ni ciudad, ni río, ni algo que pudiera orientarme. ¿Cuánto tiempo había andado la noche anterior? Solo había el camino gris que me protegía pero que a la vez maldecía por su aburrida continuidad. Me levanté del suelo. Estaba al medio de un paisaje desértico. No había mucha vegetación. Miré a mi alrededor. Me puse la mochila en la espalda y emprendí camino hacia ninguna parte. Después de un tiempo tuve que detenerme. Un camión enorme tirado al medio del camino gris. Tenía hambre y ya no me quedaba comida. El camión estaba abierto de la parte de detrás. Estaba oscuro, entré. Cajas y cajas habitaban en ese vehículo gigantesco. Cuando abrí la primera caja lo hice con cautela, podía haber ratas. En la caja solo había unas bolitas blancas, tropecientas bolitas blancas en su interior. A primera vista pensé que eran copos de nieve por su gran parecido, pero las toqué y no estaban frías. Abrí otra caja y encontré lo mismo que en la primera.

Y así empecé a abrir cajas. Ya era de noche cuando iba por la mitad del camión. Dentro del camión oscureció aún más. Suspiré. Las noches sin luz eran un problema, no podía hacer nada, no veía nada. Me dormí, era lo único que podía hacer. Dentro del camión no hacía mucho frío. Me desperté por el hambre que se hacía doloroso dentro de mí. A fuera hacía más calor que los otros días. Empecé abrir cajas otra vez con la esperanza de encontrar comida. Pero no hubo éxito. Llegué a un punto al que dejé de abrir cajas porque sabía lo que encontraría dentro. Me marché de allí. Seguí andando, y por fin encontré algo. Un pueblo de cuatro casas, medio destruido. Corrí hacia él, alegrado. Llegué en la primera casa, que estaba deshecha, en ruinas. Entré en la segunda que encontré, curiosamente en buen estado. Dejé mi mochila encima de la cama. Busqué entre estanterías, cajones... Encima de una encimera de la cocina había un marco de fotos con una foto en él, en la que aparecían dos formas parecidas al muerto que había visto cuando empezó todo, parecidas a mi reflejo, parecidas a mí. La cogí, la observé. Esas figuras estaban vivas, no como el muerto que encontré y no parecían asustadas, no como mi reflejo que había visto hacía un tiempo. Más bien parecían felices. Dejé el marco en su sitio y seguí buscando comida. Abrí un armario pequeño que había encima de los fogones y encontré bolsas de comida: fréjoles, lentejas... Entonces recordé lo que eran los fogones y que podía evitar de comer comida cruda con ellos. Intenté encenderlos pero no salía nada, no quedaba gas. Tuve que comer crudo, pero tenía tanta hambre que me era indiferente. Esa noche dormí allí. Solo quería reposar en una cama y debajo de un techo. Al día siguiente leí todo lo que tenía. Me quedé en el pueblo una semana, buscando libros y comida, leyendo y aprendiendo. Paseándome en él vi animales que recordé leyendo libros. Se podría decir que me encontraba bien.

Después me marché, supongo que no estaba acostumbrado a ser sedentario. Estar en un pueblo tan pequeño situado en un desierto me aburría. Pero antes me llevé comida y algunos libros. Me percaté que ya no me quedaba mucha agua pero no había ningún río cerca.Caminé durante 2 días. Este segundo fue terrible porque se me había acabado el agua definitivamente. Pero por suerte por la noche encontré, lejos, un pequeño río. Rellené mis botellas. El río era demasiado pequeño como para bañarme en él, debía lavarme pronto porque apestaba. Los ocho días siguientes fueron realmente buenos, ya no hacía tanto frío como antes así que dormía en la cuneta del camino gris. El día nueve me desperté por la mañana cogí mi mochila para poder comer y cuando puse la mano dentro la sangre que recorría en mis venas se heló. Toqué algo frío, espantoso que pensé haber borrado de mi memoria, pero allí estaba. El arma.    

P.365Donde viven las historias. Descúbrelo ahora