Pasan los años, las cosas no mejoran.

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Ya tenía tiempo que mi mamá había regresado a casa, desde ese 9 de febrero que se marchó para nunca regresar pensé yo, primero sufriendo, luego disfrutando y finalmente resignándome a que regresaría y las cosas estarían mal, como siempre.

Ya no era una niña de 9 años, ahora tenía 14, casi cumplía los 15 y debo decir, que me sentía mal, fuera de lugar, insegura, a veces sentía que ni yo misma me valoraba pero no sabía por qué, no estaba conforme conmigo misma y no podía esperar o querer que otras personas lo estuvieran.

En ese momento iba en la secundaria, tenía un grupo de amigas a las que consideraba o ¿considero? Las mejores, más sinceras y que me han apoyando en lo que más he necesitado, con ellas he reído hasta llorar y llorado hasta que me han hecho sonreír, hemos guardado nuestros secretos y nos hemos deshago cuando ya no aguantamos más, incluso les he contado lo que nadie debía saber de mi, les he revelado porque soy quien soy y si lo han analizado con claridad y sin juicios entonces me conocen tanto como yo misma.

Pero ¿realmente eran las mejores? ¿En serio no había nadie como ellas? ¿Se merecen realmente tanto cariño y tantos halagos? O ¿me sentía demasiado sola? ¿Necesitaba tanta compañía y tenía tanta necesidad de amor y apoyo (ya lo tenía), que vi plata donde no había más que un pedazo viejo e inválido de aluminio? Ya no se, bueno, ahora si, pero en ese momento no.

Eso era en mi vida social, amistades y todas esas cosas, mientras que en lo familiar había los mismo problemas que siempre, las locuras que inventaba mi madre y cabreaban a mi padre, pero finalmente la terminaba soportando y no sé por qué, quizá era por amor o por nosotras, bueno, también sería amor, pero por sus hijas, las que lo mantienen atado a una mujer que a veces no quisiera ver ni en pintura.

La relación con mi madre jamás fue buena y dudo que lo sea, porque vivo deseando algo que nunca voy a tener, una madre amorosa, comprensiva, que me escuche y me ayude, con la que me sienta segura, que con un abrazo cure todo lo malo que me pasa, con la que pueda cometer errores, errores de una adolescente y aún así siga amándome y preparando mi comida favorita cada vez que vea una línea recta en vez de una sonrisa en mi rostro. Una madre que me inspire amor, aquella con la que no me importe limpiar toda mi casa siempre y cuando sea con ella a mí lado contándome que vamos a hacer de comer para navidad o diciéndome cuan bonita me veo con mi corte de cabello aún cuando este parezca árbol de navidad mal adornado, una madre de la que me sienta total y completamente orgullosa, que grite a todo mundo, ella es mi madre, y es la mejor, mejor madre, mujer, profesionista, mejor persona y amarla con todo mi corazón, amarla más que a mi propia vida.
Pero no, no todo en la vida se puede, y ya que tengo al mejor padre del mundo (con sus errores, a veces grandes errores) pero ¿quién es perfecto? Y a la mejor hermana del mundo, que es mi amiga cómplice y una de las personas que me cuidan más en la vida, algo me tendría que quitar el universo, a una madre, que irónico y cruel.

A veces el peor error que cometemos es intentar cambiar con amor a las personas, es una increíble y tremenda estupidez, pero a veces así de estúpidos somos, y eso me pasaba con mi madre, intentaba abrazarla a diario diciéndole que la quería y ella me decía,  dame permiso Yesi, que se me hace tarde, intentaba llegar de la escuela y contarle todo mi día, los detalles más graciosos esperando ver una sonrisa en su rostro, pero a cambio me recibía un ahorita no tengo tiempo para eso, estoy cansada y quiero dormir, otras tantas mi hermana y yo nos quedamos sin comer porque mi papá no estaba y decía que a ella no le correspondía comprar ni hacer la comida y que si teníamos hambre nos preparáramos algo y cuando llegara mi papá le reclamáramos a él, cuando le decía que estaba triste solo mencionaba: ¿a si? Pues ya no estés triste, no seas tan sensible.
En fin y en resumen, la quiero porque vivo con ella y sé que no es la peor, qué hay persona peores, que maltratan a sus hijos, los golpean o los mandan a la calle, pero no hace falta que te toquen para que te maltraten, mi mamá me destruyó poco a poco y me hizo sentir que yo no merecía ser amada, porque imagínate si tú madre no te ama y al parece tú tampoco, entonces ¿por qué otras personas deberían hacerlo?

Bueno, así eran las cosas, triste y lamentablemente me llegué a acostumbrar, después de un tiempo llegaba la fecha en que yo cumpliría 15 años, ya saben el vestido, el salón, la música y amigos, bueno, si lo saben y querían hacerlo que bueno, sinceramente yo no quería ser la típica quinceañera, solo pedía una cosa, que mi familia se reuniera y se la pasaran muy bien, algo que casi nunca pasa, por algún motivo yo no quería invitar a mis amigas, quizá porque no me sentía cómoda con ellas, pero no entendía a que se debía, pero regresando al punto, estaba feliz porque mi familia se iba a reunir, iban a pasarla bien, solo que como siempre había un problema, mi mamá no quería que los hermanos de mi papá entraran a la casa, además de que no quería cooperar porque ella ya no tenía dinero, todo nos lo daba y a veces ni comía según ella, jaja ni quien le creyera esas mentiras, en primera ella no nos daba nada, las pocas veces que hacía de comer lo hacía para ella y nos decía que no nos daba porque no tenía dinero y eso le correspondía a mi papá, pero que irónico que siempre que nos regañaba nos decía que éramos  unas desgraciadas porque no la valoramos, que ella era nuestra madre, bueno, que interesante tener hijas solo cuando te conviene. En fin, ya se acercaba mi cumple y estaba emocionada hasta que sucedió eso, aunque no entiendo porque me decepcioné tanto si ya debería de estar acostumbrada, cada vez que me está pasando algo bueno, debo de tener en cuenta que esas cosas no me pasan a mí y que en cualquier momento habrá un problema ocasionado por mi familia, a veces pienso tonterías como ¿no seré yo el problema?

Sé que era una manera demasiado errónea y pesimista de pensar, incluso se podría decir que me buscaba lo que me pasaba, pero juro, que era imposible no sentirme así, era un círculo vicioso.

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