Capítulo 15

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Estaba de nuevo en mi cuarto ya que había subido prácticamente corriendo al darme cuenta del color que tenían mis ojos. Me había excusado de forma rápida ante los dos chicos y había subido con cierta ansiedad al pensar que mis ojos estaban amarillos.

Entre al baño para ver mi reflejo en el espejo, siendo este más nítido que la imagen que me había dado la cámara frontal de mi móvil. Me acerque sin apartar la mirada del punto fijo que eran mis pupilas en ese momento, rodeadas de un iris con tonalidades anaranjadas haciendo que llamen bastante la atención. Acerque los dedos de mi mano izquierda acercándolos a mis parpados para abrirlos dejándome ver el ojo por completo, siguiendo del mismo color.

Quite la mano intentando respirar con tranquilidad, repitiéndome que no pasaba nada y que para mí era algo normal ahora. Tenía que aceptar quien era, con pelo blanco y ojos amarillos, aunque esto último me podría cortar más acostumbrarme.

Me inclino acercándome más al espejo, fijándome en pequeñas motas de mi color antiguo comienzan a aparecer, esparciéndose, cubriendo el iris por completo mostrando de nuevo mis ojos azul pálido.

Alguien toco a la puerta sacándome de mi trance, apartando la mirada de mi reflejo. No me moví del baño pensando que me había imaginado el golpe que había sonado, suspiré intentando centrarme y mira de nuevo mis ojos de nuevo azules.

Otro golpe en la puerta.

- Casiopea, soy Caín, ¿podemos hablar? – escuche la voz del chico de ojos rojos amortiguada por la puerta cerrada.

Sali del baño para ir a la puerta que daba al pasillo y abrirla, encontrándome con el muchacho bastante cerca. Di un paso atrás para poder mirarle a los ojos y sentí de nuevo ese cosquilleo que había sufrido cuando le di la mano, pero esta vez solo en mi nuca dejándome una sensación extraña.

- ¿Qué quieres? – pregunte intentando no sonar borde, aunque no me salió del todo bien.

- ¿No estas acostumbrada a tus ojos amarillos? – pregunto como respuesta yendo directo al grano. – Lo siento si hice que salieran.

- ¿Qué? – pregunte totalmente perpleja sin entender a qué venia esa disculpa.

- A veces los brujos reaccionan de esa forma ante un basilisco, se ponen en alerta de forma natural. – respondió con una ligera sonrisa incomoda.

- ¿Eres un basilisco? ¿Alerta, por qué?

- ¿Puedo pasar? – preguntó como respuesta sorprendiéndome ligeramente.

- Si, claro. – respondí apartándome de la puerta yendo hacia mi cama para sentarme a los pies de esta.

Caín entro cerrando la puerta, pero se quedó de pie, algo incomodo porque no sabia que hacer. El chico parecía que no quería estar allí explicándome nada, pero a la vez se veía que lo hacía por algo.

- Los basiliscos somos serpientes gigantes que, según la mitología griega, podemos matar con una simple mirada. – explico rascándose la nuca. – Por eso tengo los ojos rojos.

- ¿Qué tiene que ver con mis ojos?

- Al mirarme a los ojos tus poderes se activaron en defensa mía.

- ¿Controlas a quien matas? – pregunte sin entender del todo el tema de la defensa.

- No exactamente. – responde acercándose para sentarse en la otra punta de los pies de la cama. – Lo controlo, pero para los humanos o seres débiles puedo causarles jaqueca solo con mi presencia. – suspiro algo incomodo rascándose la nuca. – Algunas veces los convertí en piedra nada más mirarme a los ojos.

CasiopeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora