Yitzak.

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Calles de sangre


Lo vi, lo vi todo. Desde la ventana con el vidrio clisado y sucio, podía ver el horror. Apenas asomaba mi cabeza para no ser descubierto, de todos modos difícilmente podrían ver mi reflejo a través de la suciedad. Mis ojos se mojaron al instante, al ver cómo eran decapitados esos niños, la familia entera sufriendo. Esa calle se había convertido en un baño de sangre, corrían ríos de ella.

A lo lejos por el pasillo largo, escucho que alguien se acerca. Viene caminando sigilosamente para no ser escuchado. Era mi hermanito, que estaba en la habitación durmiendo, pero al oír los gritos le ganó la curiosidad y vino a espiar. Asustado le digo gritando en voz baja que se agache. No me escuchó, así que intenté llegar hasta él estirando mis piernas a la vez que rozaban con mi pecho, haciendo una especie de sentadilla. Estiré mis brazos y lo sujeté de la camiseta atrayéndolo hacia mí, lo abracé fuerte, dejando su cabeza en mi pecho mientras le acariciaba su cabello y repetía susurrando cerca de su oído "No pasa nada".

Ya no se escuchaba nada. Estiré mi cuello, tratando de asomarme por la ventana, espiando y ver si los demonios ya no estaban, y si, solo se veían 4 cuerpos sin cabeza en medio de un charco de sangre. Bajé la mirada y mi hermanito me estaba mirando.

-No pasa nada, vamos a dormir.

Me levanté mientras lo sujetaba de los brazos para cargarlo. Caminé por el largo pasillo. Entramos en la primera habitación de la derecha. Habían muebles despedazados, tablones en el suelo y en una esquina un montón de trapos sucios amontonados, ideales para dormir. Flexioné mis piernas estirando mis brazos, con el fin de dejar a Samael recostado. Me eché al lado suyo, mientras lo miraba a los ojos.

Tambores suenan constantes en el silencio de la noche

Personas se escuchan cantar en el silencio de la noche

No llores, no llores todo estará bien

No hay porque temer solo es el ritmo de la noche

Luces que pardean en lo oscuro de la noche

No temas, no temas que todo estará bien

No hay porque temer solo es el día en la noche

Nunca, nunca te apartes de mí

Lucharé contra aquello que algún día te hizo sufrir

Canté y repetí durante un tiempo susurrando en su oído para que lograra dormirse. Al momento que él cerró sus ojos, yo también los cerré. Nos quedamos dormidos.

Un rayo de luz se asomaba por la ventana tapeada de la habitación, el destello se posaba en mi rostro. Abrí mis ojos y al momento comencé a frotarlos, la luz repentina me los estaba dañando. Me levanté cuidadosamente tratando de no despertar a Samael. Agarré una bolsa que estaba al lado de la entrada sin puerta de la habitación, me la puse en la espalda y salí caminando por el pasillo lleno de polvo que se podía ver gracias a la luz que entraba por la larga ventana sucia. Abrí la puerta despacio y con miedo, como si alguien me estuviese espiando y en cualquier momento dispararía. Era como salir de una cárcel, donde casi no veías la luz del día y no podías oler aire fresco. La calle estaba vacía, no había nadie, estaban todos escondidos en casa, no querían salir después de lo que había pasado el día anterior, fui el único que se atrevió y motivó a otros a salir de la oscuridad. Caminé por la calle llena de sangre, al lado de los cuerpos sin vida y decapitados de esa familia. No me detuve a verlos, me sentía descompuesto, solo seguí de largo, necesitaba encontrar comida. Las casas estaban todas tapeadas, ventanas y puertas. Busqué por todas partes.

Pude conseguir pan duro, solo eso. Lo guardé en la mochila, y me fui a casa. La calle estaba desierta, solo se oían mis pasos. Hasta que, de repente, escucho algo a lo lejos, en el cielo. Miro hacia arriba, y un avión se aproximaba a toda velocidad, sabía lo que harían. Apenas me quedaba una cuadra para llegar. Corrí y corrí.

Me encontraba en el suelo, cubierto de arena, estaba aturdido, no sabía que había pasado, miré a todos lados y habían personas llenas de sangre saliendo de los escombros, llorando y gritando, desesperados, pensando en "Que mierda acaba de pasar", buscando a alguien, buscando una ayuda, buscando una esperanza. Apoyé mis codos al suelo, sentía como caía un líquido espeso de mi frente, me toco con la yema de los dedos y, tenía sangre. Fue cuando me acordé, me levanté como pude, apoyando mi rodilla al suelo, como si estuviese a punto de correr una maratón, salí como podía mareado y lastimado, con la pierna coja, arrastrando mi pie.

Lágrimas caían sin parar al ver que la casa estaba destruida, sin rastro. Dentro de los escombros se escuchaba un grito.

-AYUDAME. AYUDAME YITZAK –Gritaba en llanto Samael.

Traté de correr, y me tiré al suelo justo donde estaba él, tratando de sacar los trozos de cemento que estaban encima de su cuerpo.

-Cálmate, cálmate por favor yo te sacaré ¿sí? No desesperes Samael por favor quédate tranquilo- Dije entre lágrimas.

Hice mi mayor esfuerzo, trate, lo intenté. Samael ya no respondía, ya no respiraba, ya no pestañaba, ya no me miraba. Murió.

Lagrimas caían de mis mejillas, mojando el rostro de Samael, que estaba blanco por el polvo. Acaricié su cabello negro, entrelazando mis dedos en su pelo, pensando en todo lo que podría haber hecho. Llevarlo conmigo y no dejarlo abandonado como hice y, ahora él estaría vivo.

El cielo comenzó a llorar por la muerte de mi hermano. Gotas de lluvia empezaron a caer, parecía que después de todo, la tormenta venía a limpiar el desastre.

Nada me apartaría de Samael.

Pasaron 15 días, y morí de desnutrición, al igual que la mayoría de las personas que vivían en Homs.

Calles de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora