Enamorada del Idiota.

PRÓLOGO

Sentada en la orilla de su cama a las seis de la mañana y sosteniendo todavía el teléfono, Valeria Better se debatía entre gritar hasta quedar muda o llorar hasta deshidratarse. La furia, el dolor, la frustración, la decepción hacían implosión en su malherido corazón, llenándola de una sensación de abandono y vacío que no lograba explicar o saciar.

Había creído que las cosas podían cambiar para mejor entre ella y él. En el transcurso del día mientras no trabajaba, invertía gran parte de su energía en observar obsesivamente su celular a la espera de un mensaje o de una llamada, y por más que le doliera, tenía que admitir que si no fuera, porque ella hacía el acercamiento, su novio ni se inmutaba de su presencia. Pero al terminar el día y la jornada laboral, estando rodeada de los ruidos del taladro o de la cuidad, su zozobra era peor. Y era durante las noches que le pedía a Dios desesperadamente que volvieran a ser tan unidos como al principio, rogaba que él volviera ser suyo y en el proceso no evitaba pensar qué había hecho ella para alejarlo y provocar el alejamiento. Se martirizaba  reviviendo los días, las salidas y las palabras dichas, los besos y los abrazos. Al final suplicaba entonces una salida definitiva de la situación. Salida que encontró esa noche.

Cuando Héctor la había llamado la tarde anterior para salir, su corazón rebosó de gozo y esperanza. Pese a la incómoda espina de la frustración que amargaba su ánimo, vistió su mejor percha y adornó su rostro con su sonrisa más brillante, a la vez que se dirigía al centro comercial en cual se iban a encontrar. Tomó asiento en una pequeña cafetería para esperarlo, repasando mentalmente la conversación que esperaba tener con Héctor. Iba a proponerle ventilar sus incomodidades y empezar de cero. Sin embargo, en cuanto él entro en el café, supo que tendrían otro tipo de conversación.

Por dos horas, Héctor narró sus razones para salir de la relación. Salir de ella. Valeria logró asentir y eventualmente estar de acuerdo con el rompimiento. Al irse por caminos separados, corrió lo más rápido que pudo a la parada de taxi, para tomar uno. Una vez dentro dio la dirección de su apartamento y aguantó por ocho minutos sus lágrimas, apretando sus puños sobre su regazo.

Llegó a su hogar a las nueve de la noche, entrando a su habitación sin siquiera molestarse en saludar, comer o cambiarse, se sentó al borde de la cama con la más absoluta oscuridad rodeándola. Dirigiendo su vista hacia su escritorio, donde reposaba la foto que había sacado el día de su primer aniversario de novia con su ahora, ex-novio hacía tan sólo unas semanas, recordándole las palabras más dolorosas que alguna vez podría olvidar. "Te veo más como mi amiga, que como una novia" "Yo no pude evitar estar con ella, y sólo fueron unos besos, juro que no pasó más de ahí, yo te respeté como mi novia, te juro que sólo pasó"

Algo en su interior se rompió en ese instante al darse cuenta de que su privilegiada memoria la torturaba.

Sin siquiera enterarse de lo que hacía buscó en la red el nombre de la chica con la que Héctor le había sido infiel. El celular comenzó a temblar en sus manos. La foto que encontró le hizo sangrar el alma. Una rubia de ojos azules cielo, escultural y elegante sonreía con un hermoso paisaje en el fondo. Valeria hizo un repaso de sí misma, cabello castaño, ojos verdes oscuro no eran el problema, su cuerpo con curvas y carnes parecía ser la diferencia abrumadora.

La chica se quedó inmóvil. Sintiendo. Debatiéndose entre su dolor y su furia. Así la encontró la luz del alba de un nuevo día. Agradeciendo tener la semana libre de su trabajo en taladro, para poder lamer sus heridas, escondiéndose del mundo. Y por supuesto logrando esquivar la bala de encontrarse con su ex-novio, antes de enmascarar su dolor, para que ni él ni nadie pudieran verlo.

Ahí tomó la decisión de enfocarse en su carrera y en su familia. No buscaría más relaciones con personal de trabajo.

Sin embargo, no tardaría mucho tiempo antes de que esa resolución se viera comprometida.