Marco y la conche...

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La bandera de Alemania flameaba en el asta del edificio que se encontraba a pocos metros de nosotros, a mi lado podía escuchar como Marco tragaba fuerte como por octava vez.

- Lo acompañai vo o lo acompaño yo -me preguntó el Edu bajando la música flaites que traía a todo chancho, intenté conectar la mirada de Marco con la mía pero este ya tenía la cabeza hacia abajo.

- Yo, a ti te van a ver y además tení que ir a JPD -respondí rápido.

- Verda -se pasó la mano por la cara y se puso pensativo, - ¿ estai segura que te podí ir sola?

- Si Eduardo, si no soy tan cabra chica.  -Resongué, rodé los ojos y me bajé del auto, Marco se bajó con la cabeza agacha  y se acomodó el yokie negro que le cubría la cabeza.

- Puta rusio un placer conocerte, lamento que llegué todo hasta aquí -el Edu le ofreció la mano y Marco la estrechó, aún con el ánimo por el suelo.

- El placer fue mío -murmuró lento el Edu le dió una palmadita en la espalda y se alejó.

- Te veo mañana flaca, cuídate, buen viaje rusio -apuntó y se despidió con la mano, asentí de mala gana, bufé y me di la vuelta envolviendo mi brazo con el de Marco y lo empecé a tirar.

Nos dimos la vuelta caminando hasta el imponente edificación que  se encontraba a pocos pasos de nosotros, no sé si era mi nerviosismo o estaba algo loca, pero podía sentir como Marco comenzaba a tiritar.

- Tranquilo, -le murmuré, se notaba su cara de nerviosismo a kilómetros.

Caminamos unos cuantos pasos ya peligrosamente al edificio, realmente sentía a Marco demasiado tenso, como si estuviera a poco de llegar a su muerte.

¿Para que estaba con hueas?

Si igual Marco me daba pena, suspiré, observé con disimulo hacia atrás, en el mismo lugar donde estaba el Edu, pero su auto y él ya no estaba, miré a Marco quien seguía caminando con cara de funeral.

Quizás en algún momento me arrepentiría de esto.

- Marco -lo llamé, - corre.

Me acordé de cuando éramos chicos y el Edu le robaba los pedacitos de queque cortado que hacía la tía, me sentía cabra chica de nuevo.

Pero no, esto era algo nuevo, estar corriendo del brazo con Marco Reus de mi lado.

Bastante normal, pero memorable.

Tironeaba de la mano a Marco, no podía dejar a que volviera atrás después de lo que me había dicho en la casa del Eduardo.

Llegamos al paradero del Transantiago, apenas había una micro nos subimos, menos mal que tenía el pase  cargado, veía como la cara de Marco no tenía ninguna expresión en su cara, solo sus mejillas que se estaban coloreando de rojo y su aliento jadeante.

- ¿Por qué? -preguntó esta vez más bajo de lo normal como si no entendiera lo que iba a pasar.

Bueno yo tampoco entendía lo que sucedería más adelante.

- Algo no estás haciendo bien, y creo que la idea de todo esto no era que volvieras hacía atrás, si no que avances sin parar.

Creo que aquello era lo más maduro que había dicho en mi vida, pero a la vez me sentía a la deriva, en menos de un día todo estaba cambiando tan drásticamente que me preocupaba el futuro más que nunca, y con ello lo que pudiera repercutir en la vida de Marco.

Dejé de mirarlo cuando me di cuenta que no me respondería, quizás intentaba tomar el toro por los cuernos pero me sentía caga' de miedo.

Tal cual.

Ya atardecia, el Transantiago estaba casi vacío. Marco pensaba que no lo estaba viendo pero hace más de cinco minutos que me miraba en silencio, y me estaba aguantando la vergüenza y que mis  cachetitos se pusieran rojitos como tomate.

- Aquí nos bajamos  -murmuré de una vez levantándome y presionando el timbre.

Apenas bajé esperé que el rubio bajara tras de mi pero algo me pareció raro.

- ¿Qué pasa? -solo negó volviendo a hacer una mueca de dolor- Marco a mi no me vengáis con hueas... -respiré hondo, dándome cuenta. - ¿Te duele el tobillo cierto? -negó poniendo cara neutra.

- A mi no me vengai, -me miró raro cuando me empecé a acercar a él, pero lo único que hice fue pasarle el brazo por atrás de la espalda, -apóyate en mi.

En silencio asintió levantó el pie y nos fuimos cojeando hasta mi casa.

Tampoco faltaba mucho, era una dos cuadras, y un poquito más.

- ¿Es tu casa? -preguntó con su extraño español sin despegar la vista de mi casita.

- Si -saqué el manojo de llaves y abrí la puerta. -¡Mamá ya llegué!

Grité pero nadie respondió, debía estar todavía en el colegio.

- Siéntate ahí y espérame un poquito, no te muevas.

Fui rápido a buscar mi bolsito con mis implementos de kinesiología. Marco tenía la vista pegada en mis cuadros de graduación.

- Ya a ver -le tomé la pierna y le saqué la zapatilla, me miró como si lo hubiera desnudado.

Ya quisieras Marquito.

Le miré el tobillo lo tenía súper morado, ahora me sentía culpable por hacerlo correr.

- Ya, tienes un esguince grado tres -apretó los labios y se pasó la mano por el pelo con rabia.

Pobrecito quizás cuantas veces tuvo que haber escuchado eso.

- Tranquilo -pero ni si quiera me miró,  - Marco, -lo llamé, me hacía recordar cuando el Edu de esguinsaba y se amurraba, me acerqué a él. - Te prometo que de aquí en adelante nunca más vas a tener que preocuparte por lesionarse alguna de tus piernas, te lo prometo.

Apenas me miró con sus ojazos, sentí como algo se daba vuelta en mi guata, chucha me había dejado embarazada con una sola mirada.

Ah casi.

Ya quisiera yo.

- Voy a revisar tu cabeza, ¿ya? - Asintió aún sin despegar nuestros ojos, me acerqué a su frente,sentía como algo me llamaba a él era algo extraño y no podía detenerme, sentía su respiración cada vez más cerca.

- Florencia, ¿qué está pasando acá?

Oí a mis espaldas haciendo, que me sobre saltara.









La cueca del aleman (Marco Reus)Where stories live. Discover now