ஐBloo and Deity. (Three)

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Habían pasado tres meses ya, tres meses desde que Fiera se había adueñado de aquella chica.

Pero nada había sido igual desde el segundo mes, él se dió cuenta de ello cuando Bloody dejó de tener cualesquiera de sus emociones reflejada en sus ojos.

No había miedo, no había tristeza, no había angustia ni ansiedad.

Sólo un par de ojos vacíos, que habían dejado de brillar. Y él sabía a la perfección que había sido por su causa.

Caminó hacia la habitación, abrió y se sentó frente a ella, en esos días habían tenido la oportunidad de intercambiar una que otra palabra. Ahora Bloody sabía que él tenía 27 años, mientras ella sólo tenía 18.

-Buenas noches.

La chica sólo saludó con un gesto, a lo que Fiera sonrió falsamente. Este se acercó aún más a ella, más de la cuenta.

A finales del segundo mes él había empezado a abusar sexualmente de Bloody, habían sido tantas veces que ni siquiera él mismo las recordaba. Acarició sus piernas llenas de cicatrices, para después pasar hacia sus caderas y hacer círculos con las yemas de los dedos.

Recibió un manazo por parte de la ojinaranja, quien ahora lo estaba mirando mal. Jamás le había levantado la mano.

-No vuelvas a tocarme.

El hombre se sorprendió por su actitud, ella jamás había reclamado alguna cosa. Siempre había sido muy sumisa.

-¿Estás consciente de con quién estás hablando, putita?

Bloo rió, y negó con la cabeza.

A duras penas se levantó, las cadenas eran algo pesadas pero ella podía con eso. Se tambaleó un poco pero pudo mantenerse de pie.

-Eres un vil hijo de perra.

Deidad se levantó de su lugar, para darle la cara a la chica que ahora estaba revelándose en su contra. La miró serio, y la tomó del cuello para acercarla a él.

-¿Quién te crees para hablarme así? Te recuerdo que aquí mando yo, tú sólo obedeces.

Gruñó haciendo que la chica se tensara un poco, pero eso no hizo que se quedara callada.

-Recuerdo aquella vez que me dijiste... »Las personas reflejan el trato que les dan.« y efectivamente, no puedo ser de otra forma contigo cuando sólo haz sido un hijo de puta.

El de cabello claro la miró anonadado, era cierto que él dijo aquello, pero jamás iba dirigido a ella.

-Me hiciste creer que me querías, y gracias a eso terminé enamorada de ti, enamorada del hombre que me privó de mi libertad y me hizo mierda por dentro. ¿Es eso lo que querías?

Él sentía como Miles de avalanchas se le venían encima. Jamás esperó esas reacciones por parte de ella.

La miró unos minutos, en silencio. Mirándola quizá por última vez en su larga vida. Memorizando cada uno de sus rasgos, memorizando cómo luce su rostro cuando lo mira a él.

Estiró su brazo hacia ella, dándole la llave que abría la puerta de la habitación.

-Hazlo mientras yo esté durmiendo.

Ella captó, la estaba dejando ir. Lo miró y con duda tomó la llave, este le dedicó una sonrisa fingida y se dió la vuelta para irse de allí.

Por la noche, Fiera escuchó leves ruidos en la planta baja, en aquella habitación. Cerró los ojos y durmió, sin preocupación o ansias de ir corriendo hacia allá.

—A la mañana siguiente—

El hombre despertó, e inmediatamente fue a revisar que ella hubiese hecho lo que le pidió. Y así fue...

En aquella habitación sólo yacían las antiguas cadenas, las cuales se abrían con la misma llave que se usaba en la puerta. Y al lado, la camiseta que ella tuvo puesta todo ese tiempo, la que efectivamente era de él.

Pensarán que es algo loco que él la haya dejado ir, ¿No es así?

Pero él se cansó de que ella lo viera de una forma tan terrible. Se cansó de hacerle daño.

Porque cuando te enamoras siempre quieres lo mejor para esa persona, aunque eso implique dañarse a sí mismo.

Él robó la pureza de aquella chica pelirroja, pero ella cobró venganza robándole el corazón.

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⏰ Última actualización: Jan 20, 2017 ⏰

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