Prólogo

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Estrasburgo, Francia. 28 de Mayo de 1795

Era una mañana fresca y tranquila, los rayos de sol y las esponjosas nubes en el cielo azul transmitían felicidad y euforia, un buen día se avecinaba. Caminaban entre verdes y esponjosos arbustos, dando suaves y cuidadosos pasos debido a las piedras en el camino, girando hacia izquierda y derecha respectivamente, el laberito de la familia Trencavel, una de las residencias mas maravillosos de la Francia Victoriana gracias a la fortuna de su linaje fueron una importante dinastía vizcondal que rigió entre el siglo X y el XIII en los vizcondados de Nimes, Albi, Carcasona, Rasez, Béziers y Adge en la region de Laguedoc. A pesar de todo, conservaban su renombre desde hacía mas de seiscientos años atrás.

El "garçon" con ojos marrón y cabello azabache, quien se desplazaba al lado de aquella preciosa pelirroja, cual rosa floreciendo a cada primavera. Ciertamente era muy bella, sus grises ojos con reflejos azulados sin más adorno que sus espesas pestañas y cejas tan bellamente naturales, enmarcandolos. Y qué decir de sus rasgos delicados y pincelados, carnosos y entintados labios. Su vestido color menta se ajustaba a su figura, a pesar del ajustado corcet, su proporcionado cuerpo llamaba la atención de todos a dondequiera que fuese. La envidia de una que otra "Mademoiselle" y de casi todos los "Chavelier" del condado de Estrasburgo; especialmente de un joven, Roger Trencavel, su acompañante. Llamado así en honor a su antepasado Raimundo Roger Trencavel. Pero no era cualquier joven, sino ése que caminada a su lado; su amigo de infancia y quien la llenaba de frases célebres de estudiosos antiguos a quienes Roger amaba leer. Eso era lo que mas amaba ella, que el joven le leyera cuando estaban en el jardín al lado contrario del laberinto, en el salon de música dentro de la gran residencia donde se posaba un piano forte que la familia había comprado cuando la madre de Roger estaba embarazada. Incluso ella practicaba alguna que otra vez en él, pues una dama debía tener la gracia de las artes, mientras él le leía novelas y recopilaciones filosóficas así como poemas y obras de teatro que se almacenaban en la basta biblioteca de la mansión.

Cuando llegaron al centro del laberinto, donde se posaba un grueso pilar rodeado de escaleras en forma de caracol que ascendían a un pequeño balcón con un reloj de sombra, se sentaron en una banca de mármol al lado de dicha columna también hecha de mármol y piedra. Conversaban sonrientes por la mutua compañía, replicas de palabras enternecedoras. La joven pelirroja estaba colgada del brazo del joven con adorables ojos marrón, el sello de su linaje.

De un momento a otro éstos callaron sin tener nada más que decir, a pesar de todas las cosas extraordinarias de las cuales pudieron haber hablado ese día, sin embargo, ella decidió tomar la palabra y ser la primera en hablar, preguntando:

-¿Qué cree que sea peor...- comienza ella con voz dulce, acomodando su cuerpo en dirección a su acompañante, completamente.

- Mi bien amada, no importa lo que yo crea si no lo que pueda decir comprobandolo con alguna filosofía o experiencia veraz.- contesta arrogante. Se le escapa una sonrisa mientras posa su mano encima de la de ella.

-Lo sé, y por ello se lo pregunto; puedo confíar en la sinceridad de su respuesta.- inclina apenas perceptiblemente su cuerpo hacia él- ¿Qué cree que sea peor, la culpa o el dolor?

-No sabría contestar con certeza, porque sería poco sensato de mi parte; pero me aventuro a decir que la culpabilidad causa dolor y tristeza. Mas el dolor causa la mayoría de males en este mundo.

Ella torció la boca disimuladamente quedando insatisfecha con la respuesta obtenida, bajó la mirada e incluso perdió cierta porción de compostura frente a su colega.

-¿Acaso torció la boca?- pregunta con curiosidad el joven acercando su rostro a el de la joven, aunque ya sabe su respuesta. Tocó sutilmente la barbilla de la joven animando a levantarla un poco para mirarlo a los ojos.- No lo haga. Jamás demuestre molestia, decepción o alguna otra emoción que la delate.

-¿Alguna razón en específico?- le miró confundida, frunciendo el ceño.

-Debe de permanecer indiferente ante cualquier situación, lo cual demuestra madurez y control sobre sí misma.

-Lo dice el hombre cual segundo nombre es "Maduro"- dijo irónicamente, mientras se le escapa un risita.

-"Touche". Precisamente por eso estamos en medio de la Revolución Francesa, muy seguramente las esposas de los generales llevaban el mismo vestido a la fiesta del conde y sus esposos se levantaron en armas por la rabieta de su mujer.- bromea él. Ambos ríen ante tal teoría.- Por cierto, hablando de fiestas... su cumpleaños número dieciséis es ya muy cercano. Unos cuantos días y será una señorita oficialmente.

-Estoy consciente de ello, Roger. En verdad que sí. -hizo una pequeña pausa, titubeante.- Mi madre quiere hacer una gran celebración para presentarme a algunos "barones" e hijos de hombres importante y adinerados. ¡Se lo imagina! Qué absurdo.

-¿Podría persuadirla de hacer feliz a su madre con esta celebración? Es una mujer encantadora y sólo quiere lo mejor para usted.

-Esa, precisamente es la frase que mas he escuchado estos últimos días.

-Se lo digo como consejero, recuerde que soy mayor que usted, mi pequeña.

-¡Qué son un par de años! Además, debo recordarle que usted me ha dicho que los años no dan sabiduría, sino las experiencias y los libros.

-Bueno, viendolo de esa manera, supongo que has tenido indudablemente la razón- ante tal comentario, la bella joven sonríe, triunfante y sonrojada.- ...esta vez.



"Le Inmortalité" y los Océanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora