PRÓLOGO

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Los murmullos llegan hasta mis oídos, al principio no hago caso, pero después de un tiempo es inevitable no preguntarme qué sucede. La luz que se filtra por la ventana de mi habitación es suficiente para que pueda ver claramente la puerta de mi cuarto, despacio la abro y con sumo cuidado camino para no hacer ruido, en lo alto de las escaleras me siento a escuchar lo que mis padres están diciendo; últimamente se comunican a susurros como si no quisieran que los oyera. Pero es imposible no hacerlo, aun a mi edad, ya soy lo bastante consciente de que algo no va bien.

-Debemos tener cuidado de que ella no se dé cuenta de lo que está pasando- dice mi madre, visiblemente preocupada.

-Es una niña, estoy seguro de que no pone la suficiente atención a su alrededor, no te preocupes- trata de tranquilizarla mi padre.

-Esta situación cada día es peor, ya no soporto este encierro en el que estamos viviendo-le contesta ella desesperada. Es verdad, no me han dejado salir a jugar a la calle, el único que sale es mi padre y mientras esta afuera, mi madre solo espera, mordiéndose las uñas de las manos en señal de preocupación, pero ¿por qué estaría preocupada?.

-Lo se Estephania pero veras que pronto los de la agencia van a solucionar todo. . . -escucho a mi padre decir mientras regreso a mi cuarto. ¿Agencia? ¿Qué es una agencia? me preguntó mientras abro la puerta de mi recamara. Voy a hacia la ventana y miró hacia el jardín, observo un ave posarse sobre el árbol que está en el límite de la calle y segundos después emprende el vuelo. Sus alas son hermosas y entonces me imagino siendo un ave y volando en el cielo azul que poco a poco se va nublando.

El sonido de la puerta al abrirse me devuelve a la realidad y me percato de la presencia de mi madre; trae una charola y mi desayuno en ella. De inmediato me doy cuenta que no quiere que salga de mi cuarto. ¿Que están escondiendo? ¿Por qué no me dicen nada? Soy una niña pero puedo entender las cosas.

-Desayuna y comete todo; no dejes nada; lo necesitas para crecer sana- dice con una sonrisa en el rostro mientras deposita un beso en mi frente. Antes de salir da media vuelta. -Voy a salir, ¿quieres ir conmigo?- pregunta indecisa como esperando a que diga que no, pero a la vez que sí. Es raro que ella salga, pues en el tiempo que llevamos viviendo aquí, no la había visto salir ni para comprar algún helado de los que pasan ofreciendo en la calle.

-No, mejor me quedo con papá- le digo mientras comienzo a comer.

-Está bien- es lo único que responde y sale con una sonrisa triste en el rostro.

Escucho como momentos después abre la puerta de la entrada y enciende el motor de su auto. Bajo para saludar a mi papá y lo encuentro sentado frente a su computadora y una caja; esta de espaldas a mí, por lo que no se fija que estoy observando todo lo que hace.

Saca un disco de la caja y lo inserta en la máquina, después de unos minutos lo saca y lo vuelve a dejar donde estaba. Toma su computador y se dirige hacia la cocina, decidó seguirlo y lo veo tomar un recipiente grande y llenarlo de un líquido, donde después deja caer su portátil, y por último agrega otras sustancias.

-Papi, ¿por qué hiciste eso? - decido preguntarle. Él voltea a verme muy sorprendido, ya que al no hacer ruido, no había notado mi presencia. Suspira y después me sonríe.

-Mi computadora necesitaba un baño- explica mientras se acerca a ésta y le añade jabón. -Y tú también- sentencia después de depositar un beso en mi frente.

Sonrío, no sabía que las computadoras también se tenían que bañar. ¿Es que la televisión y los celulares también debían hacerlo?, me cuestionó en silencio. Cuando se lo pregunto a mi papá, él me sonríe tiernamente y simplemente me dice "nunca crezcas".

Estoy a punto de preguntarle el por qué me dijo eso, pero soy interrumpida por el toque repentino en la puerta. Mi padre frunce el ceño y con su dedo índice me hace la señal de guardar silencio, sabía que significaba eso, porque él siempre la usaba cuando queríamos sorprender a mamá.

El camina despacio y cuidadosamente hacia la puerta y observa por la mirilla que hay en ésta. Sus manos se convierten en puños y rápidamente camina hacia mí, me toma entre sus brazos y mientras pasamos por la sala, él toma la caja que estaba en la mesa de centro y sube corriendo las escaleras. Entramos a mi cuarto y él me deposita en el suelo, me mira y es entonces que sé que algo no va bien; su mirada esta triste y vacía como la que puso cuando le avisaron semanas atrás, que su mejor amigo había muerto en un accidente. Recuerdo bien esa mirada, porque él se veía mal y a mí no me gustaba verlo así.

-¿Qué pasa, papi?- le pregunto. Él niega con la cabeza y me conduce dentro del armario, el cual está lleno de ropa y cajas. Toca un lugar en la pared y esta se abre dejando ver un hueco donde vuelve a presionar en algún lado y aparece otro espacio donde coloca la caja que tenía y que encierra en ese lugar, después de tocar de nuevo en el punto anterior. A mí me mete en el espacio sobrante y mientras lo miro asustada por no saber qué está pasando, en la parte de abajo se escucha un gran ruido.

-Bien, Kyara; vamos a jugar -dice con voz despreocupada.

-¿A qué?- le pregunto curiosa.

-Se trata de mantenernos callados lo más que podamos, te vas a quedar aquí y aunque escuches ruidos, no vas a hablar, ni mucho menos a moverte de este sitio- me dice mientras él se inclina para darme un beso en la frente. -Te quiero mucho, nunca lo olvides. Pero sobre todo nunca confíes en nadie, ni dejes que te vean débil; esas podrían ser dos grandes ventajas sobre ti. -No entiendo porque me dice eso, pero asiento, entusiasmada por iniciar otro juego con mi papá.

Vuelve a tocar algo en la pared y entonces veo como ésta se va cerrando, dejándome atrapada en ese lugar, es extraño porque parece un cristal; puedo ver como él sale y cierra la puerta del armario, por las rendijas de éste puedo ver como apaga la luz y cuando está a punto de salir de la recamara, voltea y sonríe hacia donde estoy, ¿cómo sabe que puedo verlo? Da un paso hacia adelante y saca un arma. Sé lo que es porque días antes cuando vi como la guardaba en su buro de noche, él me explicó lo que era.

Escuchó pasos en la escalera y me imagino que es mi mamá, tal vez ya volvió. Las pisadas fuertes que continúan me hacen darme cuenta de que no es ella. Una sensación extraña se instala en mi pecho y quiero gritar, pero no puedo hacerlo porque entonces perdería el juego.

Veo como mi padre se esconde tras la puerta y cuando los pasos se oyen más cerca, también observo una sombra. Entonces se escucha una voz que retumba por todo el pasillo, está gritando una advertencia y la sensación que siento me hace quedarme paralizada.



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Bien chic@s ahí esta el prologo de la historia que pienso subir.Espero comentarios y reacciones positivas (o de cualquier tipo).

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