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Me quedé casi sin voz tras varios gritos de socorro y una llamada a emergencias. Parecía que nadie me estuviera escuchando, los vecinos deberían dormir en sus camas. Las jóvenes estaban tendidas en el suelo y no daban señales de vida, la moto humeaba y recordé todas las series policíacas donde eso no era buena señal.
Solté la mochila que solía llevar al trabajo y me armé de todo el valor que tenía. Crucé la avenida corriendo lo máximo que me permitían mis pies. A la primera chica que alcancé fue a la que conducía, la sangre le salía a borbotones de la cabeza mezclándose con su melena castaña  y estaba inconsciente. Decidí alejarla de la moto que se encontraba a varios metros de ella. Intenté moverla con el mayor cuidado posible, ya que también había oído que era peligroso mover el cuerpo de alguien accidentado por si empeoraba.
La coloqué junto a la chica del pelo azul que también estaba inconsciente pero no tenía tan mal aspecto como la otra. Las sirenas de ambulancias y policías se empezaban a escuchar a lo lejos.
Gracias a Dios.
Me encontraba de rodillas entre ambas chicas jadeando por el esfuerzo, el asma me impedía respirar bien si me forzaba demasiado.
Escuché una tos a mi derecha y me giré abriendo los ojos como platos. La peliazul tosía como si estuviera exigiendo el aire, tenía todo el cuerpo lleno de moratones, probablemente de huesos rotos, y su ropa estaba desgarrada. Me puse en su campo de visión cuando intentó abrir los ojos. Hizo el amago de hablar, ahí fue cuando me di cuenta de que se había partido el labio y la sangre le caía por la mejilla.
No fue una imagen agradable, más que nada porque era muy sensible a la presencia de sangre en grandes cantidades. Su mirada se dirigió al cuerpo inmóvil de su acompañante y gimió de dolor.
-N... No te preocupes -dije intentando tranquilizarla-. Os vais a poner bien.
Las sirenas estaban cada vez más cerca y los primeros coches de policía empezaron a llegar. El humo que despedía la moto había llenado mis pobres pulmones y me dificultó el respirar. Comencé a sentir un potente dolor en la cabeza que apenas me dejaba pensar y la vista se fue emborronando hasta que perdí el sentido.

Me desperté en una habitación extremadamente iluminada, tanto que me hacía daño a los ojos y parpadeé varias veces hasta que me localicé. Era una habitación de hospital, obviamente. Me encontraba tumbada en una camilla, con algún tipo de suero inyectado en vena.
Intenté organizar mis ideas y la horrible imagen del accidente llegó a mi memoria. Mis ojos picaban por las lágrimas pero no tenía fuerzas siquiera como para llorar.
Intenté moverme o levantarme pero me sentía como si hubieran arrastrado toda mi energía fuera de mí.
Estuve esperando... ¿Quince minutos? ¿Media hora? ¿Quizás dos? La puerta de la blanca habitación se abrió y mis padres aparecieron irrumpiendo bruscamente. Ambos parecían como si no hubieran dormido en siglos y habían pasado todo el tiempo llorando.
-Oh, Lu. Nos has tenido tan preocupados -mi madre me abrazó mientras lloriqueaba en mi hombro.
Mi padre simplemente no encontraba las palabras para dirigirse a mí. Era algo raro considerando que era escritor.
-¿Qué ha pasado? -la garganta me escoció al hablar.
Sabía perfectamente lo que había pasado pero aún contaba con la esperanza de que hubiera sido un sueño y todo había sido causa de un desmayo.
Mis padres se miraron el uno al otro inseguros y agitados. Finalmente mi padre decidió ser el que hablara y carraspeó antes de comenzar.
-Ibas al trabajo cuando presenciaste un accidente. Llamaste a emergencias e interviniste. ¿Recuerdas?
Asentí con un nudo en la garganta. Todo había sido real. Las náuseas se apoderaron de mi cuerpo, mi estómago se sentía como si acabara de bajarme de una montaña rusa.
-Unos vapores que salieron de la moto te intoxicaron y te desmayaste. Pero no te preocupes, ya estás bien, estarás débil unos días solamente -prosiguió mi madre.
-Aún así, lo que has hecho ha sido muy peligroso. La moto podría haber explotado o Dios sabe qué y habría sido mucho peor.
El tono demandante de mi padre me recorrió la espalda como un escalofrío. Era fácil decirlo pero no podía dejar a aquellas chicas solas después de lo ocurrido. Parecían tener mi edad y si ellas hubieran estado en mi situación habrían hecho igual. Eso me hizo recordar que mis padres no habían mencionado su estado.
-¿Y cómo están?
Mi madre suspiró al caso omiso que le hice a las palabras de papá.
-La conductora está grave y la otra chica creo que ha salido casi ilesa salvo algunos huesos fracturados. Por lo visto, la piloto ha sido la culpable del accidente, ha dado positivo en el test de drogas y de alcohol que le han hecho.
Sinceramente, no me extrañaba. La forma en la que la moto había perdido el control no era defecto de fabricación. Además que la chica del asiento de atrás parecía muerta de miedo cuando intercambiamos la mirada segundos antes del accidente. Nunca podré olvidar la súplica en sus ojos, ni su intento de pedir ayuda fracasado. A lo mejor si me hubiera dado cuenta antes... De todas maneras, habría sido imposible parar el vehículo sin causar un accidente aún mayor. Tendría que aceptar lo ocurrido.
-Quiero verlas -declaré mientras mis padres conversaban tranquilamente.
Su atención se dirigió a mí y mi padre me miró como si hubiera perdido el juicio.
-Lu, ya has hecho todo lo que tenías que hacer y más, no creo que sea bueno para ti involucrarte tanto -me explicó mamá en tono sereno-. Además, el doctor todavía no nos ha dicho si estás bien como para darte el alta.
-Necesito hacer esto, mamá.
Mi madre dirigió su mirada a mi padre que negaba con la cabeza de forma desaprobatoria. Parecían confundidos ante mi reacción y no me extrañaba. Nunca me había gustado llamar la atención en ninguna de las maneras, ni tener mucho que ver en lo que sucedía en mi alrededor. El impulso de haber dejado mis obligaciones para ayudar a esas chicas, había cambiado algo dentro de mí. Intercambiaron un par de palabras y finalmente no me dejaron cumplir mi deseo. Sin embargo, no iba a darme por vencida.
Pedí que me trajeran un vaso de agua y que le preguntaran al doctor si me encontraba capacitada para salir del hospital. Nada más abandonar la habitación, me desprendí de la inyección de suero y me levanté de la camilla sin dificultad.
Antes de salir de la habitación, me examiné reflejada en el espejo del baño. Llevaba el típico atuendo de paciente de hospital, mi pelo negro se rizaba en suaves y despeinadas ondas y me encontraba tan pálida que parecía sacada de una película de miedo.
Me asomé para comprobar que mis padres no estuvieran en el pasillo y me arrastré hasta llegar a la recepción. Las típicas enfermeras y gente de a pie se movía de aquí para allá y la sala de espera estaba a rebosar. Una mujer de edad media me observó a través de sus finas y redondeadas lentes. Su aspecto era intimidante.
-Oh, claro -dijo después de que le explicara la situación-. Eres la que ayudó en el accidente. Normalmente no damos ese tipo de información pero se podría dar una excepción en tu caso.
Tecleó en su ordenador a una velocidad impresionante y esperé tamborileando mis dedos en el mostrador. Examiné la recepción y me paré en una fotografía que colgaba de la pared. Una joven de cabello largo y oscuro se sentaba en unas rocas como primer plano y al fondo el mar se perdía en el horizonte. En ese momento pensé que podría recrearlo en un lienzo cuando volviera a casa. Llevaba un tiempo bloqueada en cuanto a mis pinturas y podía ser un buen lugar para comenzar.
-Veamos -la voz profunda de la enfermera me sacó del pequeño trance-, Stephanie Brook, la paciente en estado crítico, solo pueden verla familiares cercanos. Pero Abril Rodden, creo que puedes visitarla. Habitación 306.

Abril. Habitación 306.

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2021 ⏰

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El invierno más azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora