Parte 1

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Iba de camino al funeral de mi abuelo. El era mi mejor amigo, mi acompañante, nunca me dejaba solo, pero entiendo que se tenga que ir por mas que me duela.

Caminé por todo el cementerio buscando un lugar en donde llorar sin que nadie me viera. Al fondo del cementerio había un árbol, estaba floreado, hermoso, no tenía la menor idea de que tipo de árbol era. Debajo de este había un niño llorando, me senté junto a él.

-¿qué pasa?- pregunté extendiéndole un pañuelo.

-mi padre murió en una guerra y ni siquiera lo llegué a conocer- tomó el pañuelo, y se limpió las lágrimas.

De alguna forma tenía que calmarlo, no paraba de llorar. En un abrir y cerrar de ojos me abrazó.

-ya, ya, todo estará bien- lo abracé también.

-g-gracias.- Cada vez lloraba menos hasta que finalmente cesaron las lágrimas.
Me alegró el que haya podido calmarlo un poco, nunca antes había hecho algo así.

Por desgracia esa fue la ultima vez que ví a ese niño, pudimos haber sido grandes amigos pero nos mudamos de casa cuando tenía diez años. Ya han pasado casi nueve años desde esa escena en el cementerio, ni siquiera logro recordar bien su rostro.

-¡Despierta holgazán!

Desperté de golpe. Quien estaba gritando era mi madre, Irina.

-¡Ay! ¡¿Que sucede contigo?!, ¡parece que te afecta el embarazo!- me dio un golpe en la cabeza con la chancla.

-¡No metas a tus hermanitos en esto!, ya es tarde para la escuela, tu primer día y llegas tarde, ¡mi madre tenía razón!, ella me dijo que iban a salir igual de flojos que su padre, ¡y yo no le hice caso!- Llegó un nuevo individuo y la abrazó, ese era mi padre, Julio.

-Pero me amas, ¿cierto?

Mi madre asintió.

Sin ganas de ver el show que se montaría esta vez mi madre salí de mi habitación poniendome la ropa en lo que bajaba las escaleras. Tomé un pan tostado, lo puse en mi boca y me lo fui comiendo en el camino.

-¡Oyeme no te vallas sin mi!- Quien gritaba eso era mi mejor amigo y compañero del alma, Raúl.

Caminamos juntos hasta la escuela, en donde nos encontramos al resto de nuestros compañeros del semestre pasado.

Al fondo pude ver a tres sujetos que acorralaban, o eso trataban de hacer, a un estudiante, no soportaba ver esa clase de cosas y me dirigí a donde estaba sucediendo la acción. Casi llegaba pero al parecer no necesitaba ayuda.

-¡Largate imbécil!- Pude ver como se habría su boca al gritar eso, se veía realmente molesto. Empujó a sujeto y se fue sin siquiera mirar por donde iba.

-Cuidate de ese chico, seguro es de los que hacen bullying- Me dijo Raúl observando hacia la dirección en la que se fue el chico nuevo.

Sonó la campana, lo que indicaba que era hora de ir a nuestras aulas. Al entrar vi al chico. Me senté junto a él.

-Hola, me llamo Gerardo, ¿y tu eres....?- No me respondió. Que grosero, ¡solo trataba ser gentil con él y me ignora!.

Me volteó a ver y se quito los audífonos. Sonrió.

-Perdón, ¿que dijiste?- sonrió.

Bueno, al parecer Raúl se había equivocado, realmente parecía un buen chico, aunque... Ese es mi defecto, juzgo muy pronto a la gente.

-Ah, si, mi nombre es Gerardo, ¿cuál es el tuyo?

-Mi nombre es Jonathan — dijo sonriente. -Disculpa que te pida esto, pero la verdad estoy algo perdido en esta escuela, ¿te importaría mostrarmela?

-Seguro. - respondí rápido y sonriente. La maestra llego y comenzó la clase.

Ah... Que complicada fue la clase, no conseguí ningún punto extra, realmente nunca he sido tan bueno en álgebra. Me dirigía a la cafetería de la escuela viendo los resultados del cuestionario diagnostico, ¿como es posible? Si wattpad me dijo que 2+2 era igual a pescado, quizás no debí haberme aprendido el libro de chistes y hubiera memorizado el libro de álgebra que me dio mi madre.

-¿Gerardo?- Me volteé para ver quien me hablaba, era Jonathan.

-Ah, cierto, te mostraré la escuela- Saqué una libreta para guardar la prueba de álgebra pero Jonathan tomó mi examen.

-¡Oye!, ¿que haces?- Dije tratando de recuperar la hoja. Trataba de saltar para alcanzarlo pero él era mas alto que yo, saltos inútiles.

-¿Tan mal te va en la escuela?- Dijo viendo el número en rojo marcado en la página (5.6).

Ahora que lo pienso, ¿por qué lo iba a ayudar si es más alto y aparentemente más fuerte e inteligente?.

Logré quitarle la prueba y la guarde. Empecé a caminar por la escuela señalando y nombrando cada una de las aulas. Después de unos 20 minutos le termine de mostrar todo el edificio.

En frente de nosotros había cinco chicos, eran quienes estaban molestando a Jonathan en la mañana. Retrocedí un poco al verlos.

-Cuidado, ellos son los bravucones de la escuela. - Dije susurrándole a Jonathan.

-No me asustan. - Respondió con una sonrisa en el rostro.

Uno de los cinco chicos nos vio y se encamino hacia nosotros. Se detuvo justo delante de mi compañero.

-Tu... tu eres el de la mañana, ¿como te atreves a empujarme?- Notó mi presencia y me agarró del brazo algo fuerte, me lastimaba un poco. -¿Es tu novia?- dijo burlón.

-¿Y que si es mi novio?, ¿a ti que te importa?- dijo viéndolo a los ojos con calma.

-¿Eso es un no?, ¿eso significa que puedo hacerle lo que quiera?- Me puso contra la pared y me besó antes de que pudiera hacer algo.

Mi boca ahora estaba sucia, nunca creí que fuera capaz de llegar hasta este punto.

Se separó de mi, me miró extrañado y yo a el. ¿Que pasó?.

—Marica...— Me dejó libre y volvió con sus amigos.

—¿Te hizo algo a parte de besarte?— dijo Jonathan.

—Si, destruir mi dignidad — Hice un puchero de bebe y ambos nos reímos.

—Oye, Gerardo, ¿quisieras ir a mi casa?, te podría dar tutorías de  álgebra.

Lo pensé unos segundos y finalmente acepté.

A la hora de la salida nos tocó gimnasia, me dolía todo mi hermoso cuerpesito. Me dirigí a las duchas y saliendo de ahí fui directo a mi casillero en busca de mi ropa. Me vestí rápidamente y cerré la puerta de mi casillero. Al girarme para salir de ahí me tope con quien menos tenía ganas de hablar.

—¿Que quieres tipo?— Era el chico que destruyó mi dignidad en el receso, creo que se llama Leonardo.

—Tengo nombre, ¿sabes?— Me daban unas inmensas ganas de golpearlo, pero cuando estaba cerrando mi puño salieron las palabras de su boca. —Me gustas — Me quedé quieto... Y confundido, ¿como que le gusto?.

—Estas loco — le dije tratando de apartarlo.

—¿Loco? Si, pero tu eres quien me vuelve loco pequeño —

Esta vez lo empuje quitándolo de mi camino y me dirigí a la salida en donde me encontré a Gerardo.

—Vamos... — Le dije tratando de sonar normal.

Y nos encaminamos a su casa.

Debajo del árbol |Yaoi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora