2.- Desconocidos - Parte 2

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El sol se asomaba por mi ventana y un gran foco en mi mente se prendio, cn una pequeña alerta que me recordaba que hoy era el primer dia de universidad.

Entonces entre a la ducha, me vestí, tome mis cosas y me dirigí en bicicleta a la universidad.

Genial, era mi primer dia y todas las chicas me miraban de una manera extraña.

¿Me veo mal? ¿Tengo un mal aspecto? - me preguntaba constantemente.

Me encontraba perdida, no encontraba el salón de clases. Fue entonces que me dirigí a preguntar.

Estaba a 3 pasos y alguien me toco el hombro.

Hola, puedo ayudarte? - pregunto un muchacho.

Hola - respondi nerviosa.

Eh sii, porfavor puedes ayudarme a encontrar la sala 9B? - pregunte.

Claro que si, yo tambien voy para alla, sigueme - dijo sonriendo.

Super muchas gracias - añadi al instante.

Llegamos, solo entra y sientate en algun lugar - dijo mientras cruzaba la puerta.

Ese momento mire dentro el salón y ya todos se encontraban ahi excepto el maestro. Chicas me miraban de pies a cabeza haciendome senir completamente mal.

Al terminar la mañana camine hacia mi bicicleta con toda velocidad.

Ya quiero irme - pense.

Subi a la bicicleta y el mismo muchacho se acerco nuevamente.

Leah, donde vas? - pregunto sonriendo.

Me di la vuelta y lo mire fijamente.

Leah verdad? - pregunto.

Ehh si, soy leah - afirme.

Tu eres? -pregunte.

Soy michael - dijo sonriendo.

Ehh ok, mmm ire a casa a almorzar - respondi cortante.

Nos vemos mas tarde? - pregunto.

Eh si - respondi.

Hasta mas tarde entonces - se despidio sonriendo.

Me di la vuelta y maneje hasta mi casa.

Hola bubu como estas? - dije dandole un beso.

Muy bien amor que tal te fue? - pregunto curiosa.

Me fue bien, tengo que volver en una hora - respondi.

Hiciste amigos? - pregunto.

No lo creo - respondí.

Tranquila todo saldra bien - dijo tomando mi mano.

Entonces almorce y me dirigi nuevamente a la universidad, Me sentia muy molesta ya que todo me salia mal.
Mis pensamientos no estaban en tierra firme, me encontraba completamente distraída y lagrimas corrían por mi rostro. Fue entonces que la llanta se subio a la acera y caí derrepente.

En la esquina se encontraban unos muchachos de la universidad y mi cara se caía de la verguenza.

Me levante en ese instante sintiendo la quemadura del asfalto sobre la rodilla.

Rayos! - exclame

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