Capítulo 3

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Llegó a casa después de un largo recorrido. Puso la cámara en la mesa, se puso el pijama y se sentó en la silla de su escritorio. Quería pasar las fotos de esa noche al ordenador. Conectó la cámara, se metió en el archivo y empezó a descargar las fotos. Tardarían un rato, así que Guille se levantó, fue a la cocina y se preparó una taza de leche caliente. Mientras se calentaba, no podía parar de pensar en Bea: sus movimientos, su forma de hablar, su risa, su pelo, su vestido... Todo, absolutamente todo, le había gustado de ella. Estaba impaciente por llamarla para quedar.

Volvió a su habitación y vio que todas las fotografías se habían cargado correctamente. Las metió todas juntas en una carpeta a la que llamo "Primera quedada 4º ESO". Ya está, todo listo. Guille ya se podía ir a dormir, contento con todo lo que le había pasado esa tarde. Lo que no sabía era que todo acababa de comenzar...

****

–Bueno, nos vemos el lunes– dijo Laura antes de irse.
–Adiós.
Se dieron dos besos y Natalia entró en casa. Le había sentado bien salir un poco a divertirse, y sobre todo le había sentado genial ver de nuevo a Álex. Pensaba que no se podría enamorar más, pero se equivocaba; había cambiado mucho, y para mejor.

Llegó a su habitación y se tumbó en su cama. Estaba agotada, solo quería dormir. Se iba a poner el pijama cuando, de repente, tocaron al telefonillo. ¿Quién podía ser a esas horas?
–¿Sí?
–¿Natalia?
¡Madre mía! Aquella era la voz de...
–¡Álex! ¿Qué haces aquí?
–Se me ha olvidado decirte una cosa.
El corazón le latía a mil por hora. ¿Qué querría? Había tenido toda la noche para decírselo. O puede que quisiera decírselo a solas... En fin, el caso es que Natalia se asomó por la ventana. ¡Estaba lloviendo, y mucho! Tendría que ser algo importante para que hubiera venido en moto, lloviendo, solo para decirle una cosa.
–¿Me abres?– preguntó Álex desde el otro lado del telefonillo.
–Sí, claro. Pero ya bajo yo, no quiero molestar a mis padres.
–Vale, aquí estoy.

Natalia se cogió la chaqueta y el paraguas, abrió la puerta y bajó las escaleras hasta llegar a la calle. Ahí estaba; empapado, sin paraguas ni chubasquero, con su moto al lado aparcada. Natalia se quedó alucinada.
–¿Estás loco? ¡Estás empapado!– dijo Natalia mientras corría hacia él para taparlo con el paraguas. Ambos estaban ahora muy cerca.
–A veces por amor se hacen locuras.

****

–¡Ya he llegado!– gritó Laura, entrando en casa. Llevaba un chubasquero rosa que le llegaba hasta las rodillas. Cerró el paraguas, lo guardó y subió las escaleras hasta su habitación. Había sido una gran noche. Estaba contenta por su amiga y Álex. De repente, llamaron a su puerta.
–¿Se puede?– dijo su padre desde el otro lado.
–Claro, pasa.
Un hombre alto, con el pelo negro, barba y en pijama entró en el cuarto. Se sentó en la cama de Laura y esta lo imitó. Parecía tener cara de preocupación, pero intentaba disimularlo con una sonrisa.
–Papá, ¿estás bien?– preguntó Laura. Su padre la miró, le acarició el pelo y le mostró una sonrisa triste.
–Hija, nos... mudamos.
Esa noticia dejó descolocada a Laura; ¿mudarse? ¿A estas alturas? ¿A dónde? ¿Por qué razón? Tenía muchísimas preguntas que hacerle, pero era tarde y no quería agobiarle.
–¿Prefieres hablar de ello mañana? Pareces cansado, no quiero molestarte– dijo Laura.
–Me parece bien– y con esto, salió de la habitación dándole las buenas noches a su hija.

Unas horas antes, en el trabajo...

–Jose Díaz, acuda a mi despacho. Repito, Jose Díaz, acuda a mi despacho– la voz del jefe se escuchó a través de los altavoces que se repartían por las oficinas. Jose se levantó de su silla, dejó el café en la mesa y se dirigió al despacho de su jefe. Iba contento, ya que tenía la esperanza de que fuera un ascenso, una subida de sueldo...

-¡Aquí está mi empleado preferido!- el señor Roberts estaba de muy buen humor -Toma asiento, como en tu casa.

Se le podía ver claramente una gran felicidad. ¿Por qué querría hablar con Jose?

-¿Puedo saber para qué me ha llamado, jefe?

-Por supuesto, tengo grandes noticias- el hombre se colocó bien las gafas y se sentó en su silla- Te he conseguido un ascenso.

¡Un ascenso! Eso era justo lo que quería oir. Lo que no le gustó mucho fue lo que dijo después...

-Así que ve preparando las maletas, que ya tienes los billetes para Berlín.

Querida Adolescencia #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora