Estaba sentada en mi banco. Mi amiga, que solo sabía dibujar garabatos, me gritó algo que no alcancé a escuchar. Yo ya no estaba ahí. Estaba lejos. Miré el pizarrón pero ya no tenía letras, la tiza se difuminó y empezó a volar, vi pájaros que segundos atrás solo era granos de tiza. Bajé la mirada y solté el bolígrafo que se empezó a arrastrar siseando con su lengua serpentina. A mis brazos les crecieron plumas y me alejé volando del reptil que me miraba con sus ojos amarillos para unirme a la bandada de pájaros.
La silueta borrosa de mis compañeros terminó de desaparecer y por fin pude ver los árboles que daban sombra al gran bosque que había debajo de mi. Era hermoso, me encantaba el viento, parecía que si dejaba de mover las alas no me iba a caer, iba a volar todavía mas alto. Lo intenté. Tenía razón.
El mar que observaba me daban ganas de lanzarme en picada. Pero no lo hice, no quería mojar mis alas. Eran enormes, me encantaban. Quizá me pudiera acostumbrar a vivir así. Volando.
Los demás pájaros se alejaron de mí. ¿Por qué? Me tendrían miedo, sería lo más lógico. Eso pensé cuando de un momento para otro yo también tuve miedo. Fue un ruido lo que me indicó que todo se podría terminar para mí si no huía. Más disparos sonaron en el cielo. En el bosque. En el aire. En todos lados se sentía miedo. Tomé total control de mi extraño cuerpo y deje de nadar en el cielo. Me acerqué a la arboleda más próxima, esos árboles parecían prometer que me iban a esconder, a proteger mucho más que el descubierto. Volaba agitando rápido las alas en el aire. Ya más confiada, iba a pasar inadvertida, nadie iba a lastimarme, lo sabía.
Iba a posarme en la rama que había elegido como la indicada desde el aire. Pero no pude. Sentí un inesperado dolor en el ala derecha, y después en mi torso. Pero no podía ser posible, no podía estar cayendo sin poder detenerme, no yo. Yo podía volar, yo era libre. Nunca hubiera pensado que mi libertad y mi vida podían acabar. Irse. Irse volando como yo lo hacía minutos antes.
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Cuando abrí los ojos, me sorprendí. Siempre pensé que si a alguien que se convertía en pájaro le disparaban, no volvería a abrir los ojos. Y yo era alguien.
-¡Sere!
Veía muy poco la habitación, me estaba acostumbrando a tanta luz de repente.
-¿Mai?-Pregunté después de ver a mi amiga sentada al lado de la cama en la que yo estaba acostada.
-Sip.-Contestó sonriente.
-Me... me dispararon, Mai.
Ella solo se rió. Y me dijo:
-Que tontuela Serenata. Ya estás delirando.
-¿Eh?-Contesté confundida-. Estaba volando, y me dispararon.
-No- me dijo riendo otra vez-. Estabas mirando a la nada y la profe empezó a golpear el pizarrón, es que todos hablaban mucho como siempre, y cuando te llamó la atención para que copies te desmayaste.
Yo la seguí mirando sin entender. Eso no era lo que había pasado.
-Capaz que se te bajó la presión- dijo mirando pensativa en un punto indefinido-. En fin, ¿Vamos a comer galletitas?
Lo pensé un poco y respondí:
-Sí.
Esa noche me quede discutiendo conmigo misma cual había sido la realidad. No terminé convencida, me quedé con la duda. No siempre todo tiene lógica.
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La Mente de Serena
RandomHay algo más importante que la lógica. Yo nací para mirar lo que pocos quiere ver. Vida. Libertad. No pienses que estoy loca, es solo una manera de actuar. Danza. La locura es poder ver más allá. Celos. Escuela. Que la música suene más alto que los...