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—Perfecto, y ahora esto. -comenté para mí mismo en cuanto sentí las heladas gotas de lluvia golpear contra mi piel.
Apresuré mi paso y me coloqué debajo de un árbol, miré a mi alrededor buscando espacios donde la lluvia no hubiera caído, pero era inútil, el parque entero estaba empapado. Levanté el cuello de mi chamarra y comencé a caminar. "Es solo lluvia", pensé, y antes de poder si quiera colocar un pie fuera del cobertor que el árbol me brindaba, tropecé.

—¡¿En serio?! -reclamé al viento, pero al intentar levantarme, sentí que había algo debajo de mi pierna.
Me moví con delicadeza y note un bulto de pelaje, me acerqué para ver con claridad, era un hermoso perro.
—¡Oh! Lo siento amiguito, no te vi ahí. -el perro me miró y comenzó a jadear, parecía sonreírme; claro, solo a amantes de los perros nos parece ver a un perro sonreír.

Acaricié sus peludas orejas antes de levantarme y pretender continuar con mi camino, pero noté que el perro no se alejaba de mi. Seguí caminando con lentitud tratando de averiguar si el perro me seguiría a donde quiera que fuera, y así lo parecía.
Me coloqué en cuclillas y lo tomé delicadamente de la cara; la lluvia había disminuido notablemente, pero pequeñas gotas aún caían de momento.

—No tienes hogar, ¿eh, amigo? -y volvió a jadear.
El perro comenzó a lamer mi cara, haciendo que las gotas que humedecían mi rostro se volvieran en trazos de empape por sus lengüetazos. Di ligeros golpecitos en su lomo y él olfateó en el bolsillo de mi chamarra, busqué dentro de ésta y saque un paquete de nueces que había comprado horas antes.
—¿Las quieres? -sonreí. Tomé un puñado y lo coloqué en el piso, él las devoró en seguida. Sonreí y lo acaricié una vez más para después levantarme y emprender mi camino de regreso a casa, no sin antes voltear para despedirme del amigo que había hecho hoy. Levanté la mano y el perro, sentado, soltó un ladrido, reí y continúe mi camino.

(...)

Han pasado ya dos meses. He ido al mismo árbol, en aquel parque, todos los días a visitar y alimentar a quien tornó mi tarde lluviosa en un agradable encuentro. Le he llevado de todo, carne, premios para perro, parece encantarle; y éste día no era la excepción. Compré un filete de tamaño decente y se lo preparé. Tomé mis llaves y el contenedor y salí del apartamento.
Lamentablemente mi hogar era demasiado pequeño, traerme al perro conmigo sería considerado maltrato pues es un perro grande, necesita tener espacio para correr y sentirse bien, pero eso no me detenía a mantenerlo alimentado mientras él siguiera ahí.

Llegué tan rápido como pude, siempre era puntual, 12:30 de la tarde y ambos siempre estábamos ahí, pero hoy había tenido un compromiso, así que fui al parque un par de horas más tarde.

Comencé a caminar directo a él, el can corrió hacia mi para después tumbarme en un salto, y como era costumbre, lamió mi cara hasta empaparla.
—Está bien amigo, yo también te extrañé. -dije acariciando su lomo. Él siguió olfateando hasta toparse con el contenedor, el cual había caído unos metros atrás por la embestida. —Tranquilo amigo, yo lo abro. -comenzó a rascar la tapa con sus garritas, tomé el contenedor y lo abrí, lo coloqué en el piso y él comenzó a devorarlo.

Me coloqué en cuclillas frente a él, observándolo con una sonrisa en mi rostro, cuando noté que el perro había detenido su merienda; levantó la cara y empezó a olfatear y jadear alternadamente. Movía la cola enérgico y de un momento a otro, se levantó y corrió opuestamente a mi. Estaba confundido, eso jamás había pasado.

Levanté el contenedor, le coloqué la tapa y lo cerré bien, comencé a trotar siguiendo a mi amigo, hasta que me topé con él tumbando a una persona. Asustado me acerqué al individuo e hice al perro a un lado, era una chica. Tenía cabello teñido de rojo, hermosos ojos marrón y nariz afilada.
Tomé su mano y la ayudé a ponerse en pie.
—Lo siento, es muy cariñoso. -la chica me miró confundida.
—¿Es...tuyo? -preguntó.
—No...bueno, si. -ella rió. —No soy su dueño, pero lo he alimentado cada día durante 2 meses. -miré al perro y él paseaba su mirada entre ella y yo, como si nos conociera a ambos. —Soy Calum.
—Rose. -mencionó.
—Creo que le agradas. -dije al notar que ella acariciaba su cabeza y él parecía encantarle.
—Lo noté hace poco más de un mes. -dijo ella.
—¿A qué te refieres?
—Hace un mes me topé con él, había tenido un día estruendoso, pero él se acercó a mi y lamió mis lágrimas. Desde ahí supe que era especial, así que decidí alimentarlo cada día desde aquel instante, y llevo haciéndolo un mes; todos los días a las 2:30 pm.
—Espera, estás bromeando ¿cierto? -reí nervioso. Ella negó con la cabeza y me sonrió confundida. —Hace dos meses yo tropecé en la lluvia, y noté que había caído encima de él, me lamió la cara y tomó mis nueces, pero noté que al tratar de marcharme era casi imposible lograr que me dejara de seguir. -ella me miró sorprendida.
—¿Hace cuánto dijiste? -preguntó.
—Dos meses.
—Eso quiere decir que, ¿ambos hemos estado alimentando al mismo perro en las mismas ocaciones pero jamás nos habíamos topado? Suena demasiado ilógico para mí. -reclamó ella dulcemente.
—Ahí está la explicación, tú mencionaste que lo haces diario a las 2:30, -ella asintió con la cabeza, —yo lo hago diario a las 12:30, son dos horas de diferencia, las suficientes para que cada uno desaparezca completamente del parque. -ella sonrió y miró al perro, quien soltó un ladrido amigable.

Decidimos recorrer el parque, y como era de esperarse, el perro nos hacía compañía, jamás se separaba de nosotros. Después de un tiempo de caminar, le ofrecí sentarnos en una banca, justo al lado del árbol donde conocí a mi amigo. Ella aceptó. Nos sentamos y ella suspiró.

—¿Sucede algo? -pregunté.
—Es solo que... -el perro se acercó, se sentó en medio de las piernas de ambos, ella acarició su cabeza y soltó una media sonrisa. —aquí conocí a Buddy. -dijo refiriéndose al can.
—¿Así que le pusiste Buddy? -rió.
—Si, me pareció un buen amigo, se veía fiel, así que le puse ese nombre...en fin. El día que lo conocí yo... -hizo una pausa y miró al piso, tal vez no la conocía mucho pero podía sentir su guerra interna tratando de contener su llanto, así que decidí hablar.
—Sabes, yo justo ahí conocí a Buddy. -señalé el árbol a nuestro costado, ella lo miró y sonrió sólidamente. —Había tenido un mal día, me habían botado del trabajo, y para un chico de 21 años, creo que eso no podía ser bueno, y para terminar de empeorar el día, comenzó a llover, pero al encontrarme con éste amigo de aquí, todo mejoró. -ella sonrió y me miró, sus ojos tenía un brillo único y su mirada era abrazadora.
—Yo... -suspiró y tomó fuerza para continuar con su relato. —ese día había venido al parque con mi novio, llevábamos 1 año de estar saliendo, de hecho, ese día era nuestro aniversario, pero por alguna razón lo noté distante. Él me citó aquí, me sentó en esta banca y me dijo que teníamos que terminar nuestra relación, yo no lo comprendía. Él solo se marchó y me dejó llorando en esta banca. Fue ahí cuando Buddy se acercó y limpio mis lágrimas. Desde ahí supe que sería un gran compañero y amigo. -tomó su rostro y depósito un beso en su húmeda nariz. Yo sonreí.
Permanecimos en silencio por un momento, ambos contemplando el parque, pero algo dentro de mi me decía que éste evento había sucedido por algo.

—¿Alguna vez sentiste que, al llegar al parque, tenias que esperar a alguien? -pregunté.
—¿A qué te refieres?
—Si, por ejemplo, cada día que yo venía a alimentar a Buddy, por mi mente pasaba "tengo que esperar a que llegue", pero después recordaba que no había a quien esperar. -ella me miró pensativa.
—Ahora que lo mencionas, si, me ocurría cada que venía.
—Y tú crees que--
—¿que éramos nosotros a quienes esperábamos ver? -me interrumpió y continuó robándome las palabras de la boca.
—Exacto. -suspiré soltando una sonrisa.
—Calum yo...
—¿Qué pasa? -pregunté, coloqué mi mano en su muslo y ella la miró.
—Conocerte fue muy lindo, y no puedo negar que siento una conexión muy fuerte, y a decir verdad lo que mencionas de esperar a alguien en el parque, realmente lo sentí ¿sabes? Solo... -suspiró, parpadeó con fuerza levantando su mirada al cielo. —me hubiera gustado conocerte mucho antes.
—Pero, no entiendo...
—Calum estoy comprometida. -me miró directo a los ojos, podía sentir la pena en ellos, o tal vez era la agonía que sentí en ese momento a pesar de haberla conocido hace algunas horas.
—Pero dijiste que--
—Si, mi novio me dejó, pero después aclaré todo con él, me dijo que se iba a trabajar a Canadá, que no quería que nuestra relación fuera afectada por la distancia, pero que volvería a Nueva York con el suficiente dinero para casarnos. -hizo una pausa y continuó. —Él llegó ayer.

Estaba anonadado. Era ilógico que me sintiera de esta manera con tan poco tiempo de haber conocido a una persona, pero tal vez mi teoría era correcta, y tarde o temprano el destino nos juntaría, pero ¿por qué ahora?

A Girl and a Dog | c.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora