--Señorita Danford...
Escuché a lo lejos. Mi brazo se sacudió pero no hice caso mientras proseguía en calma con mi "obra maestra" sobre la hoja. No me sentía bien, ni siquiera estable. Aunque un lápiz y hoja no me hicieran olvidar lo seca que mi boca se encontraba, el temblor que en mis intestinos molestaban, ninguna inquietud.
Al menos algo me distraída.
De repente mi lápiz era elevado de mi dedos. Alcé la vista sin apuro y observé al inamduro en frente haciendo muecas estúpidas.
No debería.
Retiré mis audífonos de las orejas con paciencia, sin importar la mirada acusadora del profesor.
--Oye niña rara ¿qué haces?-- revolea mi lápiz hacia atrás y toma mi cuaderno de un manotazo.
Decidí ponerme de pie para quitárselo pero éste se adelantó y me devolvió al asiento por los hombros, estampando mi cola en la silla.
--Veamos que es lo que tanto mezquinas.-- alzó sus cejas en par mientras reía como demente al abrir el cuaderno.
--¡Dámelo, pendejo!-- manotee pero era inútil.
--¡Oh vaya!-- abre grandes sus ojos-- Pero esto es mucho más aburrido que la clase de ahora-- rueda sus ojos y ríe al compás de todos los que me rodean.
--Señor Torrez, deje en paz a su compañera-- estiró la mano el profesor en frente del pendejo. El imbécil bufa y entrega mi cuaderno al regordete.
--Sólo hacía una observación-- se encoje de hombros.
--Como sea. Al despacho del director-- le indica y se esboza una sonrisa en mi rostro.
Al menos el viejo hizo justicia.
-- Y usted también a dirección-- me señala y mi sonrisa se borra de inmediato.
--¿Qué? ¿Por qué?-- suelto de inmediato con un tono más alto.
Éste alza una ceja ofendido y sólo me señala la salida, totalmente enojado.
Cojo mi bolso y pertenencias y me retiro del salón antes que el inmaduro. Sigo el trayecto por delante pero éste corre y se coloca a mi lado.
--¿Qué opinas si nos perdemos? a
Alcé la vista y éste sonreía pícaro.
--Perdete vos si quieres.-- solté.
--Sólo quiero ser amable y evitarte el castigo que tendrás cuando veas al calvo en su despacho.
--¿Amable? Me llamaste rara hace unos minutos.-- me quejé.
--Es con cariño, ya sabes. No lo tomes a mal.-- chocó su brazo contra el mío.
Me mantuve en silencio unos minutos durante el trayecto pero no duró mucho.
--Decime ¿no pensaste en usar otro color que no sea negro? Bah,-- rueda los ojos-- no digo que te quede mal, te queda caliente pero no lo sé, digo, estaría bueno que pruebes cosas nuevas-- sube y baja sus cejas.
--¿No podes cerrar la boca?-- lo miro fijamente. Se encoje de hombros.
--Con linduras como vos sería imposible.
--Aquí vamos-- susurro sin que me escuchara.
Conozco esto, he visto a idiotas como éste, que se encuentra a mi lado guiñandome su ojo a cada segundo, usando su "magia" contra las chicas para poderlas seducir y terminar con ellas luego de haberlas usado sexualmente. Bueno, no soy una estúpida en estos momentos, para no darme cuenta.
Pero él no lo sabe y eso es una ventaja.
Hazlo.
Y sí, una parte de mi subconsciente me alentaba a la ocurrencia que ahora mismo formulaba en mi cabeza. Tal vez no debería... Pero ¿quién soy yo, ahora, para perdonarle la vida así?.
Me detengo y él hace lo mismo extrañado.
--¿Sabes?...
Lo medito unos segundos y de igual manera prefiero hacerlo. En algún momento debía hacerlo a lo arriegado, ¿no?.
Me giro a su dirección. Él me miraba sin ninguna expresión.
Le dedico una sonrisa fina por lo que me la devuelve.
--Cambié de opinión... nos pierdamos-- sonrío pícara y éste me devuelve el gesto acompañado de un brillo en sus ojos.
Río por dentro y un cosquilleo en mis papilas se hacen notable al momento en el que unos pequeños colmillos brotan por encima de mis dientes.
Llevo mi mano de inmediato a mi boca cubriendo aquellos.
--Okey lindura, como quieras-- tomó mi otra mano y me condució hacia el camino contrario.
--¡Espera!-- me quité de su agarre rápidamente, lo cual hizo que el chico de lindos ojos verdes me mire con un entrecejo fruncido-- Tengo un mejor escondite.
Abrió grande su boca en una sonrisa y antes de que dijera algo estúpido, lo conduci hacia los vestidores del gimnacio, un lugar menos habitado a estas horas. Y es perfecto.
Ingresamos sin encender la luz y decidimos mantenernos a oscuras.
Podía observar apenas que retiraba su remera rápidamente. Se acercó y tomó de mi cintura. Sin dejar pasar más pega su boca contra la mía.
Entre besos, jadeos y manoseos me conduce lentamente contra los pequeños casilleros. Lleva sus manos a mi trasero y los aprieta fuertemente. Continuamos así hasta que se aparta de mi con el ceño fruncido en su rostro.
--Oye... estás caliente-- mira mis brazos sorprendido, con un toque de excitación.
--Vos me calentas-- sonrío mordiendo mi labio. Claramente era una mentira eficaz que aprendí al ver series para mayores.
Sin más, el ojiverde, vuelve a tomarme pero esta vez con tal desesperación que siento presionar todo su cuerpo contra el mío.
En cada segundo que transcurría sentía mi piel arder, mis pupilas dilatarse de manera rápida, como un estímulo; mi corazón amenazaba con escapar de su lugar. Mis labios temblaban al igual que lo hacían mis dedos al llegar al límite.
Creo que es momento.
Es el momento.
Llevé mis manos a sus hombros y lo empujé con toda mis fuerzas de mí haciendo que este caiga al suelo por la espalda.
Me miró confuso por unos segundos pero luego sonrió expectante acomodando sus codos sobre el suelo.
--¿Qué esperas?-- señaló con su mirada al pequeño bulto bajo sus pantalones.
Pobre imbécil.
Sólo ladeé mi cabeza y me encojí de hombros.
--Ésto...
De repente el interior de mi cuerpo se cubrió en llamas erizando cada vello de mi piel, de cabeza a pies; mi rostro, que antes era pálido, se cubrió de líneas oscuras a medida que se escogía de manera rápida.
Sin dejar pasar más tiempo, me lancé contra el idiota quedando con ambas piernas a cada lado de su abdomen. Observé su rostro y una gran sonrisa se formó en mi cara, la cual llega hasta por mis orejas; éste, de la impresión, abrió grandes sus ojos asustado, señal suficiente para proseguir.
Con mis dientes afilados, ya preparados, me aproximé a su cuello pálido y arranqué un pedazo de piel latiente provocando que éste soltara un grito ahogado.
Succioné y succioné lo más que pude hasta que mis pulmones pidieran respirar... Hasta que mi sed durmiera, sólo por un momento.
Hasta volver la belleza en mí.
El cuerpo inconsciente deja de temblar y se mantiene quieto, sin pulso. Paso mi lengua por la abertura del cuello dando por finalizado el festín.
Ésto era fascinante.
![](https://img.wattpad.com/cover/97579893-288-k363259.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Ayssen
Romance-Y si yo te muestro mi lado oscuro... ¿me abrazarías esta noche todavía? Esta historia contiene.. *Capítulos largos y cortos. *Errores ortográficos. *Palabras de altas frecuencias. *Aún en EDICIÓN. ⚠Todos los derechos reservados⚠ Digamos ☝NO al...